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Dulce

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por DON, 10 de Noviembre de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 740

  1. DON

    DON Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    30 de Marzo de 2009
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    Llego al bar de todas las noches dispuesto a evadirme de esta sociedad mundana. Al entrar, como siempre, jazz de fondo, en la barra un grupo de personas hablando de lo normal, de todo aquello que no sirve para nada más que escupir palabras con demasiado sentido. Marc, al verme, me sirve un whisky como todas las noches.
    —¿ Qué tal el día, Jean? —pregunta Marc con una sonrisa un poco forzada.
    —No lo sé, no le he prestado atención.
    Me siento en la mesa de siempre. A mi espalda se encuentra una pareja con demasiado sexo cumplido, pareja con la pasión agotada, intentando que no se le agote lo único que les queda, las palabras. A mi izquierda varias extranjeras que por el acento diría que son del este. Me pregunto si gemirán en la cama lo suficiente, pero hoy no… hoy debo escribir y olvidar por una noche las mujeres, y el sexo. A pesar de mi deber no puedo evitar mirar a una de ellas, ella me mira, nos sonreímos, y vuelvo a apartar la mirada. Hoy no…
    Saco un cigarrillo, mi cuaderno y un lápiz. Comienza la noche para los demás y el día para mí. Empiezo a escribir, este es el momento en el que por fin no existe el mundo exterior, solo el mío, mi visión, mi perspectiva ensuciada por tanto odio, mi alma manchada por tanto sexo, y mi corazón… si aún sigue ahí.
    Entre el humo y el alcohol aparecen palabras que van formando poesía, palabras extraídas del silencio, extraídas de la soledad y la penumbra de mi mismo.
    De repente algo hace que deje de escribir para volver a la conciencia del mundo exterior. Ante mi la mujer más hermosa que jamás he visto, una mujer de estatura media, con un traje negro que dejaban ver unas piernas preciosas. Nos miramos, tiene unos ojos grandes y verdes que derrochan una sensual ternura, piel clara y labios que dibujan la sonrisa más pura. Ella aparta su sus ojos de los míos, yo no puedo hacerlo, llega a la puerta y sale del bar llevándose consigo mi mirada, pero dejándome su imagen.
    Me siento raro, ha despertado algo en mí, algo tan muerto que no recordaba su existencia, si es que existía. Su imagen no me deja, ni yo quiero dejarla. Aquellos ojos se han quedado en mí y hacen que me resulte imposible seguir escribiendo, mi mundo parece haberse convertido en ella.
    Salgo con la esperanza de verla de nuevo por los alrededores, pero no es así. ¡No está!... ¿quién será? Me he acostado con muchas mujeres, mujeres hermosas, sensuales, morbosas… pero ninguna ha provocado esta sensación en mi la primera vez que las vi, solo quería sexo.
    De camino a casa me viene la imagen de mi primer amor, el amor más puro e inocente, que estropeé por ser infiel. Ella se llamaba Gus y tenía la misma mirada de la mirada de la mujer del bar, aquella mirada que me absorbe y me desnuda de todo lo que soy. Aquellos eran tiempos bonitos, vivía con mi familia en un pueblo de Francia, un sitio donde el aire era puro, los árboles rodeando las casas parecían tener vida, la gente derrochaba una felicidad no fingida que parecía ser transmitida, aunque yo… nunca llegué a conocerla. Conocí a Gus en el colegio, una chica alta, pelo castaño y una cara muy dulce. A los tres meses de conocernos empezamos a salir, a las tres semanas de ser novios le arrebaté lo más preciado, su virginidad. Cabe decir que esto ocurrió con dieciséis años, a los trece me robaron mi semen mas allá de un pañuelo una mujer con dieciocho. Podría haberlo considerado una violación, pero la verdad es que disfruté penetrándola. A los dos meses de salir con Gus le fui infiel, al año se acabó la relación después de haberme acostado con seis mujeres distintas.

    Por el camino me encuentro a unos jóvenes ahogados en alcohol y drogas, putas adornando la calle y traficantes dándole color… negro.
    Llego a casa, me sirvo un whisky y un cigarro. Intento volver a escribir. Han pasado varias horas en las que no he conseguido crear nada, horas en las que siento que he emborrachado a mi soledad, y esta ha dejado de hacerme compañía. Me tomo un par de lexatin y me acuesto con la imagen de aquella mujer impregnada en mis ojos.
    ``Me encuentro en un océano… un océano diferente. Los peces parecen ser mujeres... algunas desconocidas, otras manchadas por mi… las algas botellas de whisky. Mato a un pez… en el momento de matarlo me doy cuenta que es mi padre… sonrío. Aparece Gus. El mar comienza a evaporarse… se convierte en humo negro… no veo. Me asfixio… parece ser mi final. Se abre un camino entre todo el humo… una voz parece llamarme…´´
    El sol adentrándose sin permiso por mi ventana me despierta. Siento la cabeza un poco aturdida debido al alcohol que la baña. Después de una ducha, me tomo un café con un chorro de whisky que le da vida… y me la quita. Me visto, comienza un día menos.
    Hoy debo a llamar a Soraya, mi hija. Soraya fue fruto de una noche de sexo, no fue esperada, pero en cambio… siento devoción por ella. Derrocha una inocencia y una madurez impropias de este mundo tan inculto y estúpido. Agradezco a su madre tal educación, mi hija es reflejo de ella, por fortuna. Cojo el teléfono para llamarla. En ese instante llaman a mi puerta.
    —¿Sara?, ¿qué haces aquí?
    —He venido a verte, me gustaría que comiésemos juntos —contestó ella.
    —Pasa, siéntate donde quieras, ¿te apetece beber algo?
    —Una cerveza Jean, hoy no llevo un buen día.
    Sara tiene una bonita figura, unos muslos bien formados. El semblante de su cara es una mezcla entre tristeza y desesperación, siempre intentando disimularla con maquillaje y una sonrisa formada por labios marcados por el tabaco. La fragancia de su aliento apesta a alcohol, su cabello revuelo, y sus ojos tan vacios como siempre.
    Llevo dos cervezas y me siento en el sofá, a su lado.
    —¿Has venido a comer conmigo o a follar? —pregunto esperando una respuesta rápida.
    —¡Tu siempre tan borde, joder!, ¿sabes lo que significa las palabras dulzura y tacto?
    —Seguramente lo contrario de lo que me pides cuando follamos.
    La beso, empiezo a subirle el traje mientras ella me desabrocha el pantalón… ¡Joder!, ¿¡qué me pasa!?, ¿ no consigo concentrarme!¡Ella!, esa mujer del bar no se retira de mis ojos… varios intentos me hacen comprobar mi fracaso.
    —¡Vete! —le digo sin aceptar mi fracaso sexual— ¡hoy no!
    Sin decir nada, Sara se viste y se marcha. ¿Quién es esa mujer?, ¿cómo ha conseguido que no la olvide?, ¿cómo ha conseguido que no pueda escribir?, ¿por qué me ha marcado tanto como para no poder tener sexo? No conozco ninguna de estas respuestas, no sé si la volveré a ver siquiera, espero que se me quite de la cabeza… o de mi alma.
    Pasan las horas de la tarde sin darme cuenta, los minutos son cigarros encendidos, las horas se cuentan por vasos de whisky, las palabras que surgen no son escritas, son escuchadas por mi soledad, soledad que parece cansarse de mi… Decido salir a la calle, necesito por una vez evadirme de mi mismo, yo soy mi peor enemigo.
    Después de un largo paseo decido entrar en el bar de todas las noches. Le pido a Marc un whisky y me siento en la mesa de siempre. Hoy solo siento la necesidad de emborracharme, ni sexo, ni escribir, solo alcohol. Cojo el vaso, mientras le doy el primer sorbo a mi medicina noto como alguien se sienta a mi lado… ¡Ella! ¡Joder!
    —Hola, ¿qué tal el día, Jean? —pregunta con una voz bastante envolvente. Me siento paralizado… es preciosa y parece tener alguna fuerza que me atrae, alguna fuerza que me hace olvidar todo aquello que odio, lo que soy, lo que no soy… mi alma parece unirse.
    —… hola… bien, ¿cómo sabes mi nombre? —digo con voz nerviosa.
    —No te veo bien, no creo que hayas pasado un buen día.
    —Nunca lo paso, nadie lo pasa. Las personas viven engañándose, adaptándose a la normalidad para no ser criticados.
    —Jean, si no encuentras tu paz, nada habrás aprendido, tu muerte solo valdrá para gastar tinta en tu esquela, búscala…
    Se levanta de la silla…
    —¡Oye!, ¡no te vayas!, ¡dime tu nombre!
    —Dulce… —contesta mientras se aleja y sale del bar.
    Decido salir a buscarla, siento la necesidad de tenerla cerca. Al salir compruebo que no está, busco… pero no la encuentro, ¿quién es?, ¿qué me quería decir?, ¿porqué quiere que busque mi paz? Llego a casa sumido en un mundo de preguntas, me encuentro perdido en un bosque de dudas que no tiene fin.
    De repente siento una paz algo extraña, me viene la imagen de mi padre, aquel hombre que tanto me pegó. Aquel hombre infeliz ahogado en sus propias mentiras y bofetadas. Hoy no… hoy no lo recuerdo con el rencor y odio habitual, mi recuerdo se basa ahora en un simple hombre que no supo ser padre debido a una vida tan marcada por problemas y alcohol, y yo… he seguido su camino. Sin darme cuenta el odio se ha apoderado de mí, me ha quitado todo, todos mis sentimientos, todo mi amor, mi alma, mi corazón. Él me enseñó a como no ser, ni eso he sabido hacer.
    Mi bosque lleno de dudas empieza a aclararse, ya he entendido casi todo… comprendo porque tanto odio al mundo, reflejo del odio a mi padre, comprendo el porqué de tanto sexo sin sentido, reflejo de mi bloqueo a sentir amor… comprendo el porqué de esta vida en la que mi dictador ha sido las manecillas de mi reloj y mi compañía, mi soledad.
    Llaman a la puerta…
    —¿¡Dulce!?
    Sin mediar palabra Dulce me besa, instante que comienzo a sentir amor. Ella me posee, hacemos el amor, noto mi espíritu… solo mi espíritu. Hacemos el amor flotando… perdidos en nubes, y encontrados, perdidos de nuevo… Nuestras almas parecen unirse, nuestros corazones fusionarse, nuestros cuerpos dejar de existir… ahora lo comprendo, hoy si… hoy dejo este mundo, ahora sé quién eres, gracias… por llevarme contigo, gracias… por hacer que consiga el sentido a mi vida, gracias a ti… Dulce… muerte…


    ``La vida carecerá de sentido si en el momento del final… no has encontrado tu paz´´
     
    #1

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