El Amado

A escondidas, una joven manceba declara en el interior de una iglesia; toda esta iluminada por velas santificadas en honor de la patrona Santa Lucía, un amor incondicional hacia el reverendo padre. El sujeto que la recibe es una vieja alcahueta de pelo ralo, nariz chata, ojos de un azul apagado y labios gruesos. Ésta afirma a la infeliz, que inflamada por pasión exacerbada la tiene esa noche de cielo encapotado gimiendo como una pordiosera, que tiene que ir a su casa para realizar un rito pagano - para despertar al demonio tutelar de su amado. La muchacha, cegada por cruel cupido de infernal mirada gris, no tiene escrúpulos. Y va en dirección con la bruja hacia su aposento; a una legua de la casa del Señor. Cuando entran se encuentran con un bochornoso espectro de llamarada fatua. El cual ilumina la alcoba toda atestada de objetos de viejo culto ancestral. Ambas se cogen de las manos y comienzan a rezar el credo. Mientras que el ente sobrenatural dibuja en un holograma etéreo al objeto de la prohibida y desenfrenada concupiscencia expirando los últimos estertores de la Muerte.

 

homo-adictus, tales amoríos impenitentes por parte de una desenfrenada dama hacia el viejo cura de la parroquia tenían un tinte de siniestro relampagueo insano. En la iglesia de un matiz fúnebre declaró su pasión pecaminosa hacia una anciana bruja; que le prometía a la desdichada obtener el lujurioso objeto de sus pendencieros deseos. Fueron a la casa de aquella y se encontraron con el demonio tutelar del párroco. El cual era la promesa que la alcahueta había afirmado en sus asechanzas de vil magia negra - como agente propulsor para enlazarlos en amor diabólico. Pero en lugar de obtener éste, la imagen espectral dibujó en el éter puro de la habitación la muerte de la criatura inocente y parca de Dios. Quizá por haber metido la pata ambas de rezar una oración cristiana; mientras se cristalizaba el funesto fantasma llameante del ministro del Señor. Atentamente Edouard.