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El amor de nuestras soledades

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ATDRIEL, 21 de Octubre de 2021. Respuestas: 0 | Visitas: 272

  1. ATDRIEL

    ATDRIEL Poeta asiduo al portal

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    Termine de leer un libro que lo compré hace una semana. La chica que me atendió en la librería habría pensado lo rápido que venía a comprar otro libro. Era muy joven y tenía un lunar al lado derecho de su boca que cuando sonreía, daba las ganas de contemplarla como si fuera algo extraordinario. No sé si mi ritmo de lectura tenía que ver con eso. Que si el libro que comprara era sumamente interesante o que yo esperaba encontrarme con su angelical sonrisa, que sinceramente, me derretía. Al final de cuentas, ambas cosas lo disfrutaba.

    Salí de mi departamento y me dirigí hacia la calle. No me importó que hiciera tanto calor. Era un verano muy caliente, tanto que derritió rápidamente mi helado que había comprado en la heladería de la calle. “¿Dónde estaría Alicia?”, me preguntaba. Seguí caminando hasta llegar a un parque donde la gente bullía de entusiasmo y alegría. Me senté en un banco vacío con toda mi soledad encima. Recordaba como antes yo formaba parte de esa algarabía de la gente al lado de Alicia. De cómo sonreíamos de comentarios tontos y ridículos, que nos hacia la vida más llevadera, que estando solos cada quien por su cuenta. Veía como la gente se reía a carcajadas, mientras yo, llevaba una tristeza que no cabía en este parque. Me sentía extraño y perdido. Cabizbajo anhelaba salvarme de esta soledad con alguien que me hablara. Pero nadie lo hizo. Me levanté del banco y cruce el parque haciendo que las pocas palomas que estaban por ahí, volaran de pronto. Un día más y aún solo, lejos de Alicia en este parque que fuera nuestro pequeño refugio.

    Como no extrañar los besos de Alicia que apaciguaba mi férrea y empedernida soledad. Nuestros besos nos hacía anular por un momento nuestras infranqueables soledades. Soledad de ella que le venía de familia: era hija única. Con pocos amigos como yo. Y la mía, que lo elegía casi religiosamente. Aunque tuviera hermanos y unos contados amigos, me sentía más a gusto estando solo. Confieso que desde niño ya sentía esa inclinación solitaria: jugaba solo con las canicas en aquella polvorienta calle donde vivía. Y ni bien cayó en mis manos el primer libro en mi niñez, encontré en ellos a mis verdaderos amigos de soledad. Me sumergía en ese mundo de fantasía en un viaje que no parecía acabar. Así fui creciendo, donde asociaba, al comienzo, soledad con la lectura y luego pasar, a la soledad de la escritura: creando mi propio mundo.

    A Alicia le encantaba pintar. Hizo de su hobby su profesión. Tenía un talento innato que lo fue desarrollando desde muy niña, cuando apenas garabateaba en un papel con sus lápices de colores. Una vez llegado a la escuela lo fue perfeccionando por su propia cuenta. Ganaba concursos en la escuela para el orgullo de sus padres. Cuando fue dominando la técnica de su arte ya de joven, decidió no ir a la Escuela de Bellas Artes. Se bastaba con su talento para poder vivir de su arte, exponiendo sus cuadros en diferentes galerías de la ciudad y del país. Todo esto si no fuera gracias a la colaboración de su abuelo, que quería tanto a su nieta, a quien le enseño el oficio de pintar. Pintor de vieja guardia talentoso y brioso, en sus años mozos, que ahora dejara como herencia a su mimada nieta.

    Al día siguiente recibí una llamada muy temprano por la mañana.

    _ ¡Alo!, dije.

    _ ¡Hola Raúl! Soy Alicia, afirmó.

    _ ¡Hola… qué es de tu vida! ¿Dónde estás?_

    _ Estoy fuera del país, por Europa_ contestó.

    _ ¡Así! No te lo creo… y desde cuándo_

    _ Ya hace seis meses que estoy en Barcelona visitando a mis padres_

    _ ¿Y para cuándo piensas en volver? Inquirí.

    _ La verdad no lo sé_ esa respuesta no me lo esperaba, pensaba que me diera una fecha fija. Me angustió.

    _ ¿Y tú como estás?_ me pregunta un tanto risueña.

    _ Pues entre libros, la computadora para escribir y mi trabajo de mesero en un restaurante, nada que fuera de otro mundo_

    _ Y de la chica de la librería que tanto me hablabas que va_ me pregunta curiosamente.

    _ Sí… la tengo en la mira, esa lindura no se me escapará a si no más_ se lo dije así para que ella no creyera que fuera un tonto sin ilusión.


    Sinceramente si bien la chica de la librería tenía su encanto y era simpática, no me atraía lo suficiente como para seducirla. Tan solo me contentaba de que me sonriera angelicalmente cada vez que yo fuera a comprar un libro. En el fondo pensaba que solo fuera feliz con Alicia a mi lado. No lo quería reemplazar por nadie. Tenía mi corazón para ella sola.


    _ Bueno Raúl que bien por ti, así no tendrás que extrañarme tanto, espero_ lo dijo con un tono para animarme.

    _ Me será difícil pero lo intentaré, sabes que tú eres la única para mí_

    _ Pues ya lo hemos hablado, si tienes paciencia para lo nuestro, tendrás que esperar a que yo regrese_

    _ Sí lo sé… pero me está costando esperarte_


    “Donde hubo amor pronto que tarde las dos almas que de él se alimentaba, estarán en el lugar donde sus soledades alguna vez se conocieron”.


    _ Me imagino pero valdrá la pena te lo aseguro_ me consoló.

    _ ¿Recuerdas el pacto que hicimos?_

    _ Claro que sí_


    “Cuando dos corazones se hallan en un tiempo que parece infinito, sus almas estarán juntas por el resto de sus vidas”.


    _ Entonces esperaré tu regreso pacientemente y sin inquietarme demasiado, hasta la vista Alicia, cuídate mucho_

    _ Hasta la vista Raúl, sólo se paciente y espérame_


    Al despedirme de Alicia sollocé un poco, me sequé las lágrimas con las manos y me fui al baño para lavarme la cara. Me miré en el espejo y me dije: “Ese soy yo el romántico de siempre, el que espera para amar o volver amar; él que tiene el corazón abierto para la vida y el amor, sin esperar nada a cambio, siempre dándolo todo”. Y luego salí al parque y me sentí feliz, feliz porque había una esperanza. Había algo en que aferrarse y no verse aplastado con el peso de la vida. Me quedé un buen rato imaginándome nuevamente con Alicia en mis brazos, mientras las palomas revoloteaban por ahí y la gente gozaba de algarabía, algarabía que también sentía en mi corazón, sentado solo en un parque que fue testigo de un amor y que lo seguirá siendo cuando ella vuelva.
     
    #1

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