El ataÚd

EL ATAÚD

Será el último vestido, aunque no se ensaya siempre da la talla, en él se hace el más largo de los viajes, no se necesita para este ni decisión ni coraje.

Tienes una gran cualidad, antes de despedirte te pasean por la ciudad y dentro de él todos te quieren mirar, como queriendo rezar, aunque por dentro sólo sientan pesar.

Los hay muy ostentosos, acolchonados con aire y calefacción, y se le venden al deudo sin ninguna condición, sólo que es fino y durable y también impermeable.

Es lastimoso adquirir este lujo, quien lo necesitó no se lo imaginó y si hubiera sabido de la necesidad, seguramente regatea tanta incomodidad.

Ya sabemos que en estos artefactos todos cabemos y no se requiere dinero para adquirirlo, casi se adquiere él mismo y le enciman los trajes viejos y las camisas y si tiene deudos dos o tres misas.

Lástima que no den descuento por adquirirlo con anticipación porque sólo lo venden para la ocasión y no hay regateo ni lagrimeo que valga, hay que pagarlo a plazos o de contado, así el muerto esté pelado y no tenga ni dirección, siempre habrá quien pague la cuenta sin compasión.

Cuando le están echando tierra al cajón el deudo al vecino se aferra, como diciéndole al sepulturero que el muerto está primero y a la lápida le ponga un buen letrero para que no parezca un potrero y le dé al muy matrero resucitar primero, como dice la oración, que despierte antes de abrir la sucesión.

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