El barrio San Javier - minirrelato

Era lunes a la tarde. Mientras yo lavaba mi camioneta ranchera e intentaba sacarle un poco el barro de la miseria, llegó la Negra pintona y bien vestida y me dijo, a modo de disculpas, que no pudo acompañarme y que se sentía un poco culpable. Yo le dije que la entendía y que no se preocupara; que ella ya no estaba para esos trotes.

Resulta que los días sábados y domingos por la tarde, junto con todos nuestros amigos, exponemos nuestras artesanías en la Feria del Paseo; y llegada casi la noche, a modo de ayudarnos, yo los acerco con mi “chata” hacia sus domicilios. Algunos de ellos, sólo portan bolsos conteniendo la mercadería, otros en cambio, llevan mesas plegables y otros artículos para armar “el puesto”.

Tito, mi mejor amigo, me pidió que lo acercara. La Negra, desde su flamante y próspero local comercial (ya no expone ni vende en la calle como nosotros), me pidió que si no me desocupaba tarde, me comunicara con ella para ir a comer unas hamburguesas y preparar una “juntada”, con canto incluido.

No es la primera vez que recorro estos barrios alejados del centro de la ciudad, ya que muchos de los “colegas hippies”, viven retirados, hasta incluso en pueblos vecinos.

En esta ocasión, para llegar a destino pasamos por un camino cercano al “basural San Javier”. Desde lejos, cuando el sol todavía daba señales de luz, pude divisar la otra cara de mi “Salta La Linda”. La que todos escondemos y pretendemos ignorar. La de los niños con los mocos chorreando y las manos negras, que juegan entre animales putrefactos, que comen comida en mal estado y descompuesta, con ilusiones y sueños descompuestos y con familias descompuestas. La de los viejos “empresarios” del cartón y la botella plástica. La de las mujeres que, por un pedazo de pan, entregan el alma y mucho más…

Una triste realidad, no ajena a otras ciudades, pero que merece nuestra reflexión, ya que esta será una manera de empezar a cambiar la misma. Primero reconocer el problema, luego tomar conciencia en el momento de elegir a las personas encargadas de dar las soluciones en esta sociedad, también descompuesta.

La primera vez que la Negra fue a aquel lugar, explotó en llanto de rabia e impotencia. Y después de reflexionar juntos nos dimos cuenta, que ni aun vendiendo todo lo que teníamos los dos, podríamos solucionar ese problema, pero sí podríamos mitigar el dolor y el desamparo de unos cuantos.

Nunca me olvidaré de aquella tarde en que la Negra, siendo observada por esos ojitos saltones del niño desnutrido, como cuchillos clavados en su alma, exclamó llorosa: “¡Hay Dios!” , “¡Hay Dios!”, “¡Hay Dios!”….

Y yo, preferí callar y no contestarle nada. Había comprendido, desde ese momento de mi vida, que Dios sólo sale a pasear por las puertas de la céntrica Catedral y sus alrededores, y que nunca visitó ni visitará esos lugares ni a esos salteños…..

 

¿Será que Dios es un mito? ¿Será una realidad? ¿Será una invención? O, ¿será, acaso, un comodín religioso? Yo creo que Dios es Dios y que el hombre es otra cosa muy diferente: un monstruo.
Este relato tiene un fuerte ingrediente social, tema interesante, y es por eso, como te lo dije en un comentario, que no me gusta conocer a esos países con un denominador común: gobiernos gorilas.
Hay mucho por hacer desde nuestras trincheras. ¡Manos a la obra! Un escrito es más efectivo que un misil.
Suerte.

 

Muchísimas gracias, mi estimado Sigifredo, por estar presente nuevamente. Como lo decis vos, hay mucho por hacer...

Te envío un gran abrazo.

 

Muchísimas gracias, mi estimada Bristy, por dejar tu amable y grato comentario. Mucho tiene que ver, los malos gobiernos que se olvidan de la gente que los votó. Es un problema social lamentable y común en muchas de nuestras sociedades.

Te envío un gran abrazo.

 

Me gusta mucho hallar tus relatos.
Tenés una manera de narrar que nos hace parte de tus escenas. Fluyen y me encanta eso.
Podría decir que esta historia de empatía, de intentar mirar a través de la realidad de los otros, de los que carecen, de los olvidados por un sistema cruel, la hace muy humana.
Desde mi visión espiritual, no religiosa, te puedo decir que sin amor en los corazones, la desigualdad y la injusticia seguirán existiendo.
Disfruté tu prosa, y de paso te agradezco tu paso por las mías, ya que pocos leen en este sector de la casa.
Admiro tu trabajo.
Felices días, Manolo

 

Mi estimada Cecy, la inmensa alegría que me da que me comentes y me regales estas lindas palabras a mis sencillos relatos. Te lo agradezco de corazón. En realidad soy yo quien admira la elegancia y pulcritud de tus presentaciones. Me emocionaste.

Cómo quisiera disponer de más tiempo para poder leer todas las prosas a todos los amigos del foro, es lo único que a veces lamento. Leo y comento, pero sé que no es suficiente...

Nuevamente gracias. Que las pases re bien...

Te envío un gran abrazo norteño.