El beso del piropo ...

"¡Adios mamacita!"...

La voluptuosa chica paró en seco su paso, y viró. ¡Ay don Alberto! - le dijo divertida con aire de femenino alarde. ¡Si usted ya ni puede! ¡A sus ochenta, de seguro ya ni paraguas! ¡Ja-ja-ja! -carcajeándose. El viejo, siempre pulcro en su atuendo, mostraba aun vestigios de la galanura de antaño, que le distinguió. Alto y bien plantado acostumbraba, con su aromático Raleigh en comisura, hechar un vistazo a la vida pasar cada mañana, entónces dijo: ¡Mmmmija! Mira, si cierto, ¡Ya estoy viejo! ¡pero cuando me toca ... hasta el cura correteo! ¿Y qué creés? ... ¡Hoy me toca! Y que emprende la carrera tras la minifalda y tras las caderas sorprendiendo a la linda, que, más divertida que asustada corría ... El viejo haciendo gala de agilidad tomada del recuerdo de sus mejores años, en cuatro zancadas que le alcanza. Ella atrapada sin mas, giró al verse acorralada entre unos brazos que debían ser exangües y fáciles de desatar, para darse cuenta que no podía. Entónces, de pronto sintió en la boca un beso sorprendente, lleno de vitalidad y enjundia. Lleno de ganas reprimidas y resignada espera, que se desbordó en ése intante cerrándole los oJos como un vendaval. Él empujó las caderas de ella al abrazo y se unieron las pelvis. "¡Don Alberto!" -sintió. Entónces, el viejo la libertó, no sin antes decir: "¡Cuando quieras chula!" Y se dió de regresó a su puerta. La muñeca, todavía boquiabierta, retomó sus pasos y se fué con una sonrisa que le duró todo el día. Esa noche cuando regresó a casa se dió cuenta que los hombres maduros le parecían interesantes ...

anthua62
México 20-05-15