El beso invisible

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Esta mañana, cuando las flores de la cortina tiñen la cabeza de esta mesa del salón, dos amantes que han leído la historia del beso invisible se rozan.
Yo tengo mi boca y tú el beso, por eso acaricio tu labio; voy inclinándome como girasol que busca el sol, acerco mi boca a tu boca, y suavemente atenazo tu labio inferior; voy apretándolo como una duda y él se me va doblando hacia fuera hasta volver a su manera, ahora un giro me basta para nivelar tu boca y encontrar en otro beso el vino de las rosas; luego me desabrocho de ti para realizar otra inclinación, entonces trepas por tus cerrojos con mirada destilada en miel, llevas pupilas quebradas, están como bailando sonámbulas encima de los pétalos de un jacinto, tus labios bendiciendo el dolor exquisito del beso que vendrá, tu mueca saliendo de un vals sin proponérselo, y tú esperándolo todo de mí en un aura encendida, con gestos dulces, como las cerezas de la “Pastelería Venecia”.

Bicéfalo amor, voy mascándote como a una madre en espuma sensible, hoguerita de mi alma tus labios son de mujer pantera, volcán domestico tú, nariz mayólica, flotar en tu agüilla es sed oportuna, realidad confusa, fragilidad en tus ojos rosas de té, me respondes patinándote por mis labios cejijuntos, en tu beso amateur se agita el árbol que te planté, apoteosis de girándulas, los hechizos de tus besos planeando por tus ojos, tus labios guinda disimulando el livor de la abeja mientras en aceite me besas.

Hermosa estrella de boca escarlata, me besas cuando no estás, y cuando no me abrazas más me besas, y yo me apretujo a ti para jugar a ser uno, tu besana recorriendo hasta el cabello de mi amor. Aprietas, oprimo, surcas hacia la alondra, luego te sueltas de mí, abandonas el salón, y mi voz de rana va diciéndote: “Te querré mientras los peces amen el mar, y te seguiré amando mientras los girasoles amen a Van Gogh”.

Y más allá del beso, donde nada y todo quiere nacer, yo suplico a mis labios que se escondan hasta que tus labios vuelvan. Paralítico en mi aprisco, en grito advierto por la ventana nacer la timidez del sol, y mientras en el astrolabio de la mesa se baña en luz, mis ojos saborean poesía, y mayo vuelve en noviembre porque ya no soy el mismo.
En la espera, miro hacia la izquierda para tratar de encontrar el perro del poeta, miro a la izquierda bien porque yo no advierto lo que tú ves con mis ojos. En mi abrazo mortal con la mesa, me siento entregado al silencio de la cornamusa, entonces pongo nuestro beso en flor. Y esperándola le envío mis labios sin embalar. Ella ausente, la beso, me besa, luego encuentro una grieta cerca del cuadro y la beso en francés, me siembra la semilla, dibujo sus labios en el aire, no fumo para no manchar, a veces tiene su beso una textura tan dulce y tierna, que bajo su triunfo escribo el poema.

Comunión del beso y de la mente del amor. Me atontan sus besos, me enloquecen, pero hay un beso suyo intenso que centra mi interrogación. Dime, beso: ¿No es tu destino en el amor ser algún día invisible? Giro mi vista hacia el espejo y me digo que no, no puede ser.

Invisible, bajo la luz del salón la pregunta oscura. Pasos. Bajo la pregunta a la luz, la oscuridad del salón.

Clic.

Ella, sus besos, las cosas de ella que me obligan a besarla como declaración de amor. ¡Invvisiibble!, gimoteaba yo, cuando a mis espaldas ella encendió la luz.

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Jesús Soriano



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wow primera vez que te leo y me encantó la forma en que describiste ese beso o besos ,genial!!!
un placer leerte.

 

Muchas gracias, princesa de fuego, por tu lectura y tan amable comentario.
Un beso, Jesús