El calabozo.

Me di cuenta entonces de la situación en la que me hallaba, la oscura bóveda me había tragado como una serpiente a un roedor, mis ojos tardaron en acostumbrarse a esas profundas sombras pero cuando lo hicieron lo que vi allí me lleno de horror, la oscura cueva era en realidad un sucio y pestilente calabozo, dos cráneos destrozados yacían en el piso como hojas de otoño marchitas, en una de las esquinas de las paredes mohosas se encontraba el balde de desechos que se usaba como retrete, mi asco se incrementó al verlo desbordado y a su base un asqueroso charco pestilente; aquí me habían traído después de las batallas, las cuales fueron ganadas todas por el enemigo, me arrojaron a este foso donde los hombres caen y jamás emergen, un final atroz para cualquier ser humano.
Escuche un llanto, que me erizo los cabellos, un llanto proveniente de la esquina contraria del calabozo, allí estaba echa un ovillo, en jirones de ropa sujeta no por la tela sino por la suciedad, sus cabellos eran tan largos y enmarañados que parecía un animal, me acerque a ella para consolarla y al tocar su hombro y darle la vuelta vi que en su rostro… ¡no había rostro!