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El cazador (2)

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por nelson majerczyk, 15 de Junio de 2022. Respuestas: 1 | Visitas: 412

  1. nelson majerczyk

    nelson majerczyk Poeta adicto al portal

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    Y me había ubicado en el balcón que daba a la calle en el sexto piso de mi edificio dirigiendo mi vista hacia la izquierda con el famoso aparatito de lentes de germanio "different view, different world"; con mi vaso de whisky servido y esperando comenzar la faena, se me pasó por la cabeza que mi socio Germán no me había llamado para firmar la venta de la empresa, que me llamaba la atención que cuando orinaba apoyaba indefectiblemente la mano derecha sobre el frío embaldosado del baño...que siempre con el celular cerca esperaba la llamada de Irene; que no lo hacía desde hacía tres años (y todas esas ideas locas que le vienen a uno cuando está sin hacer nada concreto).
    Pero sí tenía algo para realizar: observar con el largavista el paisaje que se perfilaba hacia mi izquierda, un corto trecho de playa enmarcado por los impersonales edificios calle abajo. Caía la tarde; pulsé el botón para interrumpir la visión infrarroja del aparato (Infi Ray Findi Series); dentro de la lente una cuadrícula me indicaba distancia, 197 metros hasta la arena de la playa observada. Visión perfecta, unos gaviotines picoteaban la arena mientras una pareja de jóvenes se besaba apasionadamente (no sé hace cuánto Irene no me llamaba ni besaba a una mujer).
    Dejé descansar el aparato entre mis piernas y sorbí otro trago del whisky que me había servido.
    Pensé que esa no era la misión de la cacería, ni mirar gaviotines ni ser un viejo voyeur, sentí frio e ingresé al departamento. Caía la noche.
    Mi función furtiva era otra; las ventanas del edificio que dan al frente despejadas totalmente por árboles desnudos de hojas. Entrecerré la cortina, encendí el visor nocturno del aparato y lo dirigí hacia mi objetivo. Veintisiete metros y treinta y nueve centímetros me separaban de la mole que me enfrentaba, como panales algunas de las ventanas estaban abiertas e iluminadas en su interior, otras cerradas sin señales de vida. Escondido, agazapado, como lo indicaba mi nuevo oficio, observé con claridad a una niña que leía con mucho interés algún libro infantil, era la tal la precisión de mi aparato, que cuando la niña que estaba sentada frente a mi a veintisiete metros y treinta y nueve centímetros, levantaba imperceptiblemente su libro, alcancé a detectar una parte del título: "El principi".
    Otro sorbo; no era mi objetivo.
    En otro panal una mujer en su dormitorio se acicalaba el largo pelo; era muy bonita, con un cabello frondoso y tupido.
    La observé por algunos segundos, tampoco era mi blanco.
    Enfilé el largavistas hacia mi derecha, hacia tres ventanas a la derecha de la visión anterior, y ahí encontré mi víctima.
    En una habitación despojada un hombre pintaba un cuadro, me llamó la atención, lo hacía parado. El lienzo era grande, de unos dos metros de altura por uno cincuenta de ancho y en él se esbozaba de forma especular la figura del pintor, o mejor dicho, lo deduje, puesto que la forma que iba apareciendo en el cuadro era la del artista que sostenía en su mano derecha la paleta de colores.
    Nunca giró, siempre de espalda; un hombre promedio de pantalón azul y camisa blanca. Largos minutos estuve observándolo, el movimiento de su mano izquierda dando pinceladas, lentas pinceladas. Pude apagar el visor infrarrojo puesto que una luz cenital lo iluminaba a él y a su obra, que yo no divisaba con perfección pero supe que era su autorretrato.
    Después de haber estado largo tiempo intentando distinguir con claridad lo que pintaba, sonó mi celular y cesé la cacería.
    Era Germán por los detalles de la firma del contrato, algo que me aburría pero que necesitaba concretar. Cuando terminó la conversación levanté la vista, la ventana estaba cerrada. Y así estuvo cerrada durante tres largas noches en que lo aceché sin observar ninguna otra ventana, ninguna otra playa; olvidándome de todo lo que me rodeaba, sólo la obsesión del acecho.
    Unos días después, con alegría y anhelo vi que la luz estaba estaba encendida en el apartamento de "la presa". Esperé por largo tiempo mientras fumaba uno y otro cigarrillo que se abrieran las cortinas y pudiera cobrar mi víctima; y ocurrió.
    Cuando la ventana se abrió, observé el cuadro concluido, para mi desesperación era un hombre que pintaba un cuadro de espaldas con el pincel en la mano izquierda, la paleta en la mano derecha y la camisa blanca y el pantalón azul. Luego el pintor apareció y por un larguísimo rato quedó observando su cuadro, su autorretrato. De frente al cuadro, dándome la espalda.
    Y así ocurrió noche tras noche, desapareciendo el escenario puesto que apagaba la luz y cerraba la ventana, no dándome tiempo a encender el visor infrarrojo para verle el rostro.
    Pasados algunos días, y casi olvidado del asunto, una noche observé que estaba todo encendido, otée hasta el mínimo detalle del cuadro y de golpe, como una aparición milagrosa, "la víctima" me señaló con un gesto de gran indignación que quedó congelado entre mis iris y la lente de germanio.
    El terror que me produjo la aparición me duró días, semanas; no salía a la calle. Las vituallas me las dejaban en la puerta. El maldito aparato abandonado sobre la mesa. No abría las ventanas; el aire estaba viciado, mi barba crecido. Estaba a veintisiete metros y treintainueve centímetros del terror.
    Avanzado el mes de julio o agosto, el portero del edificio me comunicó por el interfono que alguien me había dejado un obsequio, obsequio?
    - Cómo es?
    -No sé, señor. Es grande.
    - No me haría el favor de subirlo?
    - Por supuesto.
    Los veintisiete segundos que demoraba el elevador hasta llegar a mi puerta hicieron bombear el corazón como en una maratón.
    Cuando el portero tocó timbre y le abrí la puerta supe que era él: era un objeto rectangular de un metro noventa por cincuenta que deposité en un sillón de mi living. Estaba primorosamente envuelto en un papel de regalo.
    Lo abrí con mucho cuidado y vi su contenido, era un cuadro obviamente, en donde se observaba la obra que había pintado con unos enormes binoculares de frente de germanio rojizo. La cacería había concluido; la ventana estaba cerrada.
     
    #1
    Última modificación: 16 de Junio de 2022
    A Luis Libra y Alizée les gusta esto.
  2. nelson majerczyk

    nelson majerczyk Poeta adicto al portal

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    Gracias Luis y Grace por sus likes.
    Abrazo cariñoso.
     
    #2

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