El chanchito de plata

Ese libro me había llamado tanto la atención, pero cuando vi el precio casi me caigo; entonces tomé la decisión de juntar moneda tras moneda y sacrificar mis propinas, sabía que no era imposible comprarlo;
cuando llegué a casa busqué una lata de leche vacía y dije ¡este será mi chanchito! Entonces lo lavé, lo sequé, y con mucho cuidado le hice una abertura con un cuchillo y coloqué mi primera moneda, veinte céntimos, el sonido dentro de la lata me gustó tanto, que lo moví por un rato; bueno… ya solo me faltaba cerca de veinte soles.

Al día siguiente, le acerqué la lata a mi tío que siempre me visita diciéndole: ¿y mi propina? Y el echó un sol sonriéndome, ahhh que agradable, no sé, pero creo que ya me sentía rico; a pesar que tenía solo dos monedas dentro de mi chanchito.

Luego de una semana ya había echado como cuatro propinas, un día mamá me mandó a la tienda, no quería ir, pero tuve que obedecer, y fui a regañadientes; regresando de comprar, se me iluminó la vida, en la tierra al lado del camino una moneda de un sol ¡un sol! Dije dentro de mí, que dichoso me sentía, y ¡eso que no quería ir a comprar! pensé, llegando a casa abracé a mamá y le dije mira mamá me encontré un sol…Ella me dijo ¡qué bueno hijito! y sin pensarlo fui corriendo a echarlo dentro de la lata; mi chanchito ya pesaba, y ese libro de los países, que me gustaba tanto se veía en mi mente, hojeando y viendo el color de cada bandera, la forma de cada país, sus capitales, etc.

Pasados unos días, no recibí propinas para el colegio, se me hizo un nudo en la garganta, el hambre podía más ¿qué iba a comer en el recreo?, tomé mi chanchito lo volteé, y con el cuchillo fui introduciendo por la abertura, y poco a poco saqué una moneda de un sol, ¡mi sol! Dije… era suficiente para mí, con mucha pena en el colegio, lo tuve que gastar en un pan con pollo; llegando a casa pensé: si sigues sacando monedas habrá sido en vano juntar.

Y lo que hice al día siguiente fue llevarme el pan del desayuno, un pan y un plátano, y así no saqué ni una moneda, me sentí muy alegre por eso, como si hubiera ganado. Luego de tres días, recibí las propinas y éstas fueron a parar dentro de la lata. Después de un mes y medio, había llegado el día, con mucho cuidado tomé un cuchillo y a mi chanchito que estaba pesado, puse una tela debajo y lo abrí muy despacio, las monedas cayeron, pero todas estaban oxidadas, me di cuenta que la lata no había secado bien por dentro, pero no me importó, tomé un limón, lo partí y lo exprimí en un trapito y las frote una por una, las monedas se veían nuevas, parecía un tesoro, y así me fui a comprar aquel mismo día.

El libro que tanto deseaba estaba entre mis manos, yo sentía en realidad que ahora sí tenía un tesoro, con mucho cuidado lo puse en la mochila ¡qué vida! que dichoso me sentía.

 

Muchas gracias poetisa, por el dato.