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El chico de la moto amarilla

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Pilar_Croda, 31 de Marzo de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 1147

  1. Pilar_Croda

    Pilar_Croda Poeta recién llegado

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    Todo empieza hace muchos veranos, una nueva etapa de mi vida estaba iniciando: la preparatoria, yo iniciaba en las artes del maquillaje y solo me había delineado los ojos de azul, para combinar con el uniforme, pero eso me bastaba para sentirme más animada. La secundaria y sus tormentosos recuerdos los dejaba en el pasado, o en el edificio de al lado más bien, había decidido quedarme en la misma escuela porque aunque pocos, había hecho amistades que juzgaba sinceras, el tiempo se encargo de demostrar que tenía razón. Me parece recordar que llevaba el cabello sujeto en una cola, no fue sino hasta que me fracture el brazo que tuve que aprender a domar mi cabello y dejarlo suelto.

    Ese día los directivos decidieron hacer algo así como la presentación de un evento deportivo y nos obligaron a ir a la Ciudad Deportiva para dicho evento. A mí ni por la mente me paso no ir, ser rebelde nunca estuvo en mí, y me fui caminando, siempre he disfrutado caminar porque puedes dejar tu mente flotar de un pensamiento a otro, y a mí eso me parece relajante.

    Iba yo entrando al área de la inauguración cuando lo vi, llego en una moto amarilla con una pequeña mochila azul a la espalda, su sonrisa y la seguridad que proyectaba me atrajeron al instante, y no pude sino contemplarlo desde una distancia más o menos prudente, rogando que no notara mi presencia.

    Cuando se lo comente a una amiga un año mayor, con la que iba a los scouts me dijo "Ah Ernesto, pero si va en mi salón, le gusta Talía" Yo de todos modos no tenía ni intenciones de acercarme a él, pero escucharlo me resulto un poco decepcionante. Pasaron las semanas y jamás invito a salir a Talía, que también era mi amiga scout, así que hice lo único que me pareció sensato en el momento: Le mandé cartas anónimas con poemas y frases románticas con decoraciones e ilustraciones. Nunca me anime a hablarle pero fantaseé muchas veces con hacerlo.

    Al final del semestre Ernesto volvió a Veracruz, de donde era originalmente, y creí que nunca lo volvería a ver. Pasaron un par de años y viaje al puerto de Veracruz a visitar a mi abuela con mi hermana menor, era verano de nuevo y ella se había enamorado de un scout de allí, así que todos los días salíamos juntas a dar la vuelta, pero la realidad es que los enamorados se iban a pasear tomados de la mano, y yo me quedaba en un café leyendo.

    Todos los días iba a la misma sucursal de un conocido café y pedía un capuchino frio grande con crema sin chispas y retomaba la lectura de "Paula" de Isabel Allende, pero cierta tarde en que llevaba una minifalda verde militar, tenis converse y una playera negra decidí caminar hasta el lado opuesto de la plaza e ir a otra sucursal del mismo café. Me senté en una esquina, abrí mi libro y cuando el mesero se acerco a tomarme la orden y yo alcé la mirada para decirle lo que quería... me quede paralizada, tartamudeé y por unos segundos donde el corazón casi se me sale del pecho no supe que decir, entonces me armé de valor y pedí lo usual.

    Minutos después sentí que él me miraba, pero lo atribuí a mi siempre imaginativa mente, cuando al final de la tarde, en el momento en que ya me disponía a irme se acerco y me dijo "Disculpa ¿No eres tu una amiga de Talía?" Todo lo que mi mente alcanzo a procesar fue "Se... acuerda... de MI". Platicamos brevemente, me miro (según el con discreción de arriba a abajo) y me invitó a un antro muy conocido en aquel entonces a bailar, le dije que tal vez, pero no fui, mi abuela no me dejaría aunque realmente no intente siquiera pedirle permiso, los antros nunca me han llamado la atención, y mi espíritu rebelde seguía dormido, además no considero bailar una de mis habilidades. Habíamos intercambiado emails y un tiempo seguimos en contacto, me volvió a invitar a salir pero no se volvió a dar la oportunidad.

    Nunca volví a ver al chico de la moto amarilla, pero deje de creer en las coincidencias, y comencé a creer en que a veces el destino después de dar muchas vueltas nos pone las cartas sobre la mesa, pero ya somos nosotros los que decidimos sí y como jugarlas.
     
    #1

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