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El ciego

Tema en 'Prosa: Ocultos, Góticos o misteriosos' comenzado por Sergio D'Baires, 10 de Marzo de 2021. Respuestas: 0 | Visitas: 475

  1. Sergio D'Baires

    Sergio D'Baires Exp..

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    26 de Febrero de 2021
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    Los días que nos reunimos son fijos para cada obra, se analiza , la logística, los presupuestos, la gente etc etc.
    Mi turno es desde hace un año los jueves.
    Por que la disquisición; pues como siempre sucede las rarezas son las que te hacen pensar , me pasó hace dos semanas.
    Me baje del subte en Florida como todos los jueves, ¿Al centro en camioneta? Ni loco.
    Como siempre, incólume, anónimo, el ciego y su jarro de aluminio pobre de monedas, yaciendo como una basura más sobre un costado de la corriente obligada del río que pugna por desaguar rápido en sus obliga-ciones.
    El ejercicio estúpido, adolescente, de embocar la moneda nueva de cinco pesos;que alguien, mira extraña-do, no la conoce, el tintineo revelador que muestra mi puntería y el murmullo ¿Será del ciego?
    -Gracias señor; Dios lo bendiga.
    Me alejo, libre de nada.. Diez , veinte pasos ¿Volví sobre mis pasos?No sé, tal vez ese irme no fué , solo la sombra de un irse , un fosfeno del alma; un espejo de la realidad.
    Me agaché junto al ciego que yacía sobre su costado envuelto en un sobretodo indescifrable.
    El hedor, amoníacos de la vida que despiertan, (no importa cuan duro seas, o insensible al olor: de los niños que pudren en la miseria, de los viejos que se acuestan sobre sus porquerías, de los tachos de basura de una sociedad miserable, de los olores aún más repugnantes que el de ellos), me asaltó desde sus ojos extrañamente blancos, fantasmas que habitan a los ciegos. Solo un leve tic casi imperceptibe cuando meti mis dedos en el jarro y retiré la moneda solitaria.
    Tomé su mano y deposité su pobreza en ella apretándola con la mía, sentí en su temerosa aceptación la sorpresa y el temor. Luego su mano me quemó, o habrá sido el reflejo de la mía , el no dijo una palabra.
    -Tome abuelo-.
    -Suerte-. Me oi murmurar cuando me levantaba
    Me fui, apurado y lento, apurado de pudor, de verguenza ajena, lento de lástima, de curiosidad.
    -Chau F...... -.No quise darme vuelta y preguntar como sabía mi nombre. Quise creer en el milagro, mi corazón iba liviano.
    Fue un día de trabajo agotador con discusiones , denuestos y agresiones propias de intereses contrapuestos.
    Nosotros ¿HACER!
    Ellos ¡NO GASTAR!
    Así de simple es el mundo de los negocios.
    -Dame lo mejor sin costo-.
    Bicho de pocas pulgas ese día estuve tranquilo, alegre, casi un buen tipo, cada tanto me miraba la palma de la mano que aún memorizaba el apretón de la mañana y sonreía ante la mirada extrañada de mis compañeros.
    Guarde el secreto todo el día conmigo como un tesoro. Se podía creer en los milagros.
    Cuando me retiraba Julia la empleada administrativaque a veces viaja en el subte conmigo me esperaba en la puerta del edificio.
    La bajamar de la city, marea incontenible, que vuelve a contar sus monedas; como un río desaguando en las bocas del subterraneo, al revés.
    -Hola vamos juntos-. No esperó mi asentimiento, mi postura respondía.
    -Hoy te ví..vos a mi, no; ví cuando te agachabas junto al ciego, estás loco un dia te va a pasar algo-. Lógica de mujer, no le contesto. Ella sentencia.
    -Capáz que ni es ciego-.
    Me arregla las solapas del saco, casi maternal.
    -Estos hombres, no pueden vivir solos-. Mientras me mira con ojos calculadores, bien hembra, soporta mi mirada que quiere ser inexcrutable y es tonta.
    -Tomá. ¡Guardala! Hoy a la mañana en el subte la llevabas puesta-.
    Miro mi identificación en su mano, mi nombre junto a mi foto; extraño espejo en su palma que me hace ver diez años más joven.
    -Estás igual de guapo, remata sonriéndome.. invitándome.
    no contesto esto en un tiovivo: La calesita, subte, ciego, ojos nublados, moneda, mano, calor. No pienso, sigo creyendo en el milagro de mi corazón liviano.
    Casi no me doy cuenta cuando Luciía se baja en Plaza Italia..
    -Chau-. respondo mecanicamente, ella me besa la mejilla
    La semana pasada el ciego no estaba, el río de gente seguía esquivando el lugar, como si un cuerpo invisi-ble lo ocupara.
    Al pasar deje caer la moneda sin mirar, seguí, oí el tintineo del jarro, lentamente me di vuelta, la moneda no estaba.
    Ese jueves fui peor.
     
    #1

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