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El cojín pervertido

Tema en 'Prosa: Infantiles' comenzado por J.Alcedo, 12 de Agosto de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 1244

  1. J.Alcedo

    J.Alcedo Poeta recién llegado

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    16 de Marzo de 2012
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    Género:
    Hombre
    Había una vez un cojín muy cómodo que se sentía muy orgulloso de ser tan buen cojín. Al instante de ser fabricado ya estaba deseando ponerse a trabajar.


    Este cojín, a pesar de sus méritos, tenía un pequeño problema, sus deseos de prestar sus servicios eran ocasionados por su terrible mente perversa, ansiaba salir de la tienda para ser utilizado por muchas mujeres hermosas, y así poder ver sus traseros encima suya.


    Encontrándose aún en el comercio, pasaban por su cabeza miles de féminas a las que manosear, de esa manera avivaba su lujuria día tras día.


    Y por fin, una tarde de sábado fue comprado por una bellísima chica rubia que estuvo palpándolo en la tienda durante mucho rato, para alegría del cojín.


    Durante todo el camino en el coche que conducía la chica de vuelta a su casa, el cojín se situó a su lado en el asiento del copiloto diciéndose a sí mismo:


    -¡Al fin!, me voy a poner las botas – se habló a si mismo, mientras miraba los flecos que tenia por pies.


    Al llegar a la casa quedó la mar de sorprendido al contemplar que la mayoría de objetos que había en su interior eran lo suficientemente bueno para lo que él exigía. De pronto, un golpe brusco le sacó de sus cavilaciones, parece ser que se había caído y se encontraba junto a unos extraños recipientes con alimentos que no se veían muy apetecibles.


    En el horizonte divisó como una bestia enorme se dirigía hacia él, tenia dientes afilados, garras y una musculosa cola, pero lo más significativo era su mirada, siempre acechante.


    De un salto y sin que el cojín pudiera hacer nada, el gato se montó encima de él, frotando su cuerpo mientras ronroneaba. Él cojín se encontraba en estado de shock, no podía creerlo, iba a ser utilizado por ese animal, tendría que aguantar los incómodos y nada atractivos movimientos del gato.


    Es entonces cuando miró envidioso al sofá que sonreía alegremente, la chica y dos amigas igual de guapas estaban sentadas en él. No entendía como tenía tanta suerte ese sofá viejo y austero…
     
    #1

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