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El colmo de Beto. Cuento 1

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Lismary Fernandez, 13 de Marzo de 2014. Respuestas: 1 | Visitas: 411

  1. Lismary Fernandez

    Lismary Fernandez Poeta recién llegado

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    9 de Marzo de 2014
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    -LA ILUSION ES EL AMOR NO MATERIALIZADO-

    -¡En las piernas de Santa no por favor!- le decía Beto en un mensaje de texto a Juana, mientras se abrochaba el cinturón y encendía el motor de su coche. Era noviembre, helado de nubarrones en Argentina, donde Beto soñaba despierto cada tarde arando el pasto en la granja de su padre. Beto no dejaba de pensar en Juana, una muchacha con la que nunca se topó en su recorrido por Venezuela, pero su rostro de algún lugar se quedó congelado en sus pupilas y su nombre era un susurro en sus oídos que ni él mismo sabía de donde salía. Lo cierto es que cada vez que suspiraba sus pies abandonaban el suelo y a lo lejos se podía escuchar la voz de su padre con cierto enojo y preocupación, recordándole que nunca sería nadie si es su corazón el que llevaba la razón.


    Una vez más Beto y Juana se encontraban a orillas del lago, caminando sobre un puente, sin decir palabra alguna. Beto era el que rompía el hielo, el de la fuerza de voluntad y entre sus tantos chistes malos lograba en todo momento que Juana participara y compartiera lo que ella quisiera. Juana era una joven de buena posición social, selectiva en cuanto a sus relaciones de amistad y era la primera vez que trataba a un chico como Beto. Mientras éste se armaba de valor para contarle de sus sentimientos se despertó a media madrugada, sin aliento y sudoroso, harto de pensar en la tal Juana que se había convertido en la pesadilla de sus días.


    Del otro lado del Ecuador, Juana también pensaba en Beto, sólo que ella no sabía su nombre, y quizás ella tampoco se llamaría Juana. Ésta se disponía cada día a impartir sus talleres de pintura. Era una joven que en la mitad de su vida decidió dejarlo todo para convertirse en artista, lejos de su hogar, sin apoyo familiar, se encogió de hombros para acomodarse la mochila de sueños y sin mirar atrás partió. Años después consiguió establecerse en una pequeña galería a las afueras de la ciudad de Maracaibo donde conoció a Beto.


    Beto sueña y escribe, quiere ser médico y actor, también es gemelo de John, su mitad rebelde, igual de soñador y muy talentoso ávido del diseño industrial, desea ir a la universidad y ser ingeniero civil. John observaba meticulosamente a Beto como sonreía y balbuceaba, como si estuviese hablando con alguien que el no pudiera ver. Muchas veces dormido le escuchó decir –Algún día podré darte un beso de verdad Juana- y, una mañana le preguntó – Beto, ¿quién es Juana?-. -¿Cómo que quién es Juana, que decís?- responde Beto. John le hace un gesto con sus labios, como acertando que Beto no se molestaría en contarle si éste anduviera de amores. –Acordate que soy tu hermano che- le dice John, celoso y ansioso por saber quién le robaba el sueño a su hermano. A lo que Beto respondió –sólo son sueños vite, sólo eso- suspirando y siguiendo el camino que lo llevaría a la ciudad donde recibía clases de mecánica.


    Cada tarde Juana paseaba en su coche, recorría toda la ciudad soñando despierta con Beto. Esta vez era John quien visitaba Venezuela en busca de nuevos horizontes, lo que menos esperaba era que Juana lo estropeara con su automóvil mientras cruzaba una avenida. Asombrado y golpeado le grita –¡Mirá por donde conducís nena!. Me estropeaste y no me vengás con que no me vite che.- Por un segundo Juana no podía creer que frente a sus ojos estaba Beto reclamándole que no podía vivir sin ella y que no permitiría que se alejara de nuevo. Juana estaba en shock, a lo que sólo respondió –Lo siento, no lo vi.- Luego asintió diciendo – ¿Se encuentra usted bien?.- -¡Esto es el colmo!- repicó John, -de paso que me atropeshas me shamás viejo che.- Rápidamente las sonrisas de Juana brotaron, estaba perdida en la sonrisa de John pensando en Beto. Este par congeniaron desde el primer momento, a ella se le hizo fácil porque había ensayado millones de veces cada diálogo. Él por su lado disfrutaba de la gracia de Juana al conversar extrañado de que ésta apuntara todas sus líneas, olvidándose de Josefita su novia de toda la vida, quién lo esperaba en su natal Santa Fe.


    El colmo de Beto llegó con un enredo en el cepillo. John no quería regresar, decía que se había enamorado y que allá donde gobernaba Maduro pretendería surgir. Por eso Beto cada noche sentía que Juana estaba más lejos de él. Amanecía cansado cada mañana de tanto drama en su cabeza. Hasta que un día Juana le preguntó a John que si él sabía qué era lo que ella deseaba buscar al norte del planeta. Beto al mismo tiempo como si le hubiesen susurrado al oído respondía que él le cumpliría la promesa de llevarla a ver auroras boreales en cada país del norte del planeta. Juana por un momento sintió que esa era la respuesta que esperaba, pero John se quedó en silencio y Juana tampoco hizo hincapié. Desilusionada partió de nuevo sin rumbo, dejando el recuerdo de Beto en la galería. Dejando a John con su silencio y su egoísmo. Dejando a Beto con el corazón destrozado, quién irónicamente a kilómetros podía intuir sus anhelos y más profundos deseos de brindarle todo lo que se merece, la dueña del rostro que nunca pudo volver a ver.


    Beto no volvió a abrir sus ojos la mañana siguiente, se entregó a su locura y al recuerdo enfermizo de un amor de cuentos. El colmo de Beto fue desarrollar sentimientos de amor con alguien que nunca conoció pero que vivió eternamente en su mente y en corazón hasta el final de sus días. De Juana nunca se supo. John jamás regresó.


    FIN!

    Lismary Fernández
     
    #1
  2. dulcinista

    dulcinista Poeta veterano en el Portal

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    Triste historia amiga
    la de tu relato que debo decirte
    que es una maravilla y que nos muestra bien claramente
    el peligro de poner nuestro corazón
    a la intemperie del loco soñar.
    Un beso.
     
    #2

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