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El criadero del diablo

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por armand_2183, 28 de Abril de 2010. Respuestas: 0 | Visitas: 781

  1. armand_2183

    armand_2183 Poeta recién llegado

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    Hace tiempo comparti en este foro el fragmento de un cuento inspirado en la mitologia lovecraftiana, me llevo tiempo terminarlo y ahora lo comparto con ustedes con gusto.

    El criadero del diablo


    Estimado Monseñor, le escribo estas breves palabras con la esperanza de que cánsele su próximo viaje a las sierras de Oaxaca, particularmente su visita a la zona ubicada en la región de Malinaltepec. Usted conoce bien mi estado físico y mental tras los sucesos acontecidos en los últimos meses, y se que considerara detenidamente este consejo antes de aventurarse por aquellas extrañas tierras, ingratas a la presencia del hombre y ajenas a los designios de nuestro señor.

    Por mi parte debo asegurarle que no pudo haberme dejado en mejores manos, la hermana Consuelo me ha estado cuidando amablemente y me ha contado lo mucho que usted se preocupo durante el tiempo que me ausente, así como durante los largos días de mi letargo. Lamento ocasionarle una preocupación mas en estos momentos, pero desde que me entere que su merced emprendería un viaje al sitio que tantas heridas me ocasiono, he olvidado cualquier debilidad para escribir esta carta.

    Se que mi advertencia le sonara un tanto exagerada o sin fundamento, ya que siendo misioneros estamos acostumbrados a encontrar multitud de peligros cuando predicamos la palabra de Dios nuestro señor, pero debo advertirle que esta vez no nos enfrentamos a una epidemia como nosotros creíamos; tampoco se trata de hostilidades humanas o inclemencias del tiempo. El enemigo que se oculta tras aquellas cimas es aun mas enigmático y poderoso, se cobija bajo la sombra de una leyenda soportando el transcurso del tiempo , por estas razones me es difícil recordar lo que paso y aun ahora dudo de si todo lo que vi fue real o producto de una horrible pesadilla.

    Pero no considero que estas enigmáticas palabras basten para convencerlo de abandonar la marcha, por ello he decidido contarle lo acontecido durante el crudo invierno que pase en aquel territorio maldito, mas concretamente en la región que los pobladores llaman pomposamente “Criadero del diablo”.

    El collado camino que durante días enteros transitamos se encontraba a tan solo cuatro horas del centro urbano mas cercano, que, como vuestra merced recordara es ahora una de las ciudades industriales mas importantes de la región, y aunque fue construido para comunicarse con los pueblos mineros y establecer mejores rutas de comercio, parecía haber sido abandonado hacia mucho tiempo . Tal parece que el lugar al que desemboca fue en los principios de la colonia uno de los centros mineros mas importantes de la epoca, que durante años produjo una cantidad impresionante de este y otros metales preciosos.

    Conforme nos íbamos adentrando en la región, note como se enrarecía el ambiente con un olor muy particular que parecía provenir de la misma roca; se levanto entonces ante mi una imagen que no olvidare y que me hizo comprender el significado de su ostentoso nombre.

    - Aquello que ve usted padre es el Criadero del diablo, los primeros colonos construyeron ahí sus minas, pero ahora se encuentran abandonadas; en otros tiempos produjeron plata y oro, ahora tendría suerte si le saca cuando menos un trozo de carbón para calentarse el pellejo. La gente suele contar muchas historias sobre el, algunas le parecerán a usted producto del pulque y el mezcal, que por estos rincones no faltan y es lo único que carga la carreta, pero uno no puede escucharlas sin que se le ponga la piel chinita chinita y se le reseque el gaznate.

    El arriero se santiguaba al tiempo que pronunciaba estas palabras y tenia razón, era imposible mirar el panorama sin inmutarse: en medio de la quietud de aquellas ancianas montañas, yacía espectral iluminada por los primeros rayos del alba, una cantera de proporciones ciclópeas, tan vasta y profunda que con solo mirarla no pude evitar sentir vértigo, y la piedra que ahí se encontraba no era como las demás de la zona, pues esta era de un color rojo cobrizo hueca y porosa; además despedía un olor nauseabundo muy parecido al azufre.

    Pero la característica mas extraña que pude notar en aquel momento, fueron los cientos, miles de boquetes que horadaban las paredes de aquella mole, cuevas profundas y oscuras que aparecían ante mis ojos como fantásticas y excéntricas criaturas. Tal vez fuera el resultado de un juego de luces o quizás la conjunción de aquel hedor y el vértigo que experimente, lo cierto es que aquel lugar parecía estar inmerso en otro tiempo, congelado en las épocas, aunque a su ves latente y expectante.

    - Los primeros españoles llegaron a estas sierras hace tres siglos matando y esclavizando indios, los que se salvaron tuvieron que rifarse el lomo trabajando en las canteras y los menos como servidumbre; entre ellos estaban mis tatarabuelos que llegaron aquí desde el sur donde se encontraban los primeros centros mineros, llego también gente acaudalada y refinada de las cortes europeas; todos ellos con la esperanza de encontrar nuevos yacimientos. Aquellos pobres diablos debieron toparse con la misma imagen que ahora esta delante nuestro, este paisaje que amedrentaría al mas correoso de los hombres y al que rehuyen aves y animales.
    Pero aquella gente estaba ciega por el oro y su propia codicia, así que pronto se corrió la voz de que en estas sierras se encontraba la cantera de la que los indios habían sacado todas sus riquezas.

    Después de haberme contado todo esto, estábamos cerca de abandonar aquella inhóspita región y el miedo había inundado ya nuestros corazones, el viento arreciaba a cada paso trasportando el eco de nuestras palabras; fue en ese instante que alcanzamos a escuchar un débil jadeo, lejano en el seno del sitio que habíamos dejado atrás y ambos dimos gracias al cielo de no haber demorado mas tiempo.​

    - Aquello es el sonido del mismísimo diablo que duerme bajo la roca.

    Al atardecer nos encontrábamos ya en el poblado, un patético conjunto de casas hechas con adobe y madera gris donde podredumbre mezclada con hambruna podían casi respirarse; ya en anteriores ocasiones había predicado la palabra en decrépitos lugares, pero ninguno tan desamparado como este, un sitio en el que la esperanza había sido arrancada de raíz, donde sus habitantes exhalan dolor y exudan la precaria vida que les queda.​

    Me despedí del conductor para dirigirme a la parroquia y avisar de mi llegada, no sin antes dar un rápido repaso mental de las indicaciones que me habían dado los superiores, en pocas palabras ocupar el lugar de mi antecesor para que este y su hermana pudieran partir esa misma noche, al parecer esta ultima había contraído por desgracia la enfermedad que azotaba la región. Al acercarme pude notar la oculta belleza de un magnifico templo inacabado, dañado gravemente por la erosión y el descuido de muchos años, cuando por fin toque a sus puertas imagine por un momento escuchar la respuesta fiera de las gárgolas que adornaban su fachada, un rugido gutural que se vio apagado con la llegada de mi anfitrión, un hombre de no mas de cuarenta años, al que se le podía notar cierta ansiedad en el movimiento de sus manos y en la mirada vacía que saltaba de un lado a otro. ​

    Se presento como el señor Antonio, quien después de un largo reflexionar y tras escuchar mis intenciones esbozo una extraña sonrisa disculpándose por lo sucio y desordenado del lugar, argumentando que en un sitio como ese era lo mas natural. ​

    - Tendrá que disculparme por lo descuidado del lugar, pero como usted ya habrá notado no es algo que importe mucho por aquí, con lo que respecta a su petición debo decirle que lamentablemente no puedo abandonar esta parroquia, mi hermana se encuentra en su lecho de muerte y un viaje en estos momentos agravaría aun mas su estado, si me permite darle un consejo le vendría bien descansar esta noche y marcharse en la mañana.

    Tales comentarios despertaron en mi la sospecha de un motivo mas oscuro que eso, pero la razón me hizo desistir de tales fantasías; argumente entonces que había sido elegido por mis conocimientos en medicina, con los cuales tal ves podría ayudar en algo.​

    - Agradezco su preocupación, pero mi hermana ha pedido expresamente que nadie le moleste para poder consagrarse en sus últimos momentos al creador; sin embargo, existe en este edificio un ala para los enfermos en la que su ayuda será bien recibida si acepta mis condiciones y las comunica también a sus superiores.

    No viendo otro modo de llegar a un acuerdo y agotados ya todos mis recursos acepte su oferta, nos dirigimos juntos al extremo norte de la parroquia, hasta una amplísima sala en la que habían sido dispuestas hileras de petates a modo de camas donde varios enfermos yacían moribundos. Uno a uno pude comprobar la seriedad de su enfermedad y del potencial peligro que representaba, sin embargo, no fui capaz de identificar la naturaleza de la misma de acuerdo a las clasificaciones y tipos que ya había estudiado con anterioridad.​

    - Cuando recién llegamos creímos que se trataba de cólera, pero pronto nos dimos cuenta que estábamos equivocados, como vera estos hombres parecen encontrarse en perfecto estado, sin embargo hay algo en su interior que los mata lentamente haciéndoles convulsionar y retorcerse. Extrañamente ninguno de ellos radica aquí, la mayoría son expedicionarios en busca de oro y riqueza, por ello supuse que el agente se encontraría en las montañas, así que organice una expedición al lugar.

    En tanto mi anfitrión parecía perderse en los recuerdos de un pasado remoto, me acerque hasta uno de los cuerpos, un hombre de complexión delgada y cabello rubio yacía allí, sus ojos reflejaban la desesperación y sufrimiento vividos, una palabra pareció brotar entonces de sus labios, el principio de una oración que jamás termino pues otra vez aquel lejano y aterrador sonido inundo las paredes de aquel deprimente sitio mientras aquel hombre convulsionaba hasta morir.​

    Fui conducido entonces hasta mi habitación dejando tras de mi el recuerdo de aquel infeliz, y divagando sobre aquello de lo que pudiera haberme contado; ascendimos pues hasta el piso donde se encontraba mi estancia por un corredor lúgubre y oscuro, y al final de ese corredor se hallaba una gran puerta de hierro sujeta firmemente con cadenas y una cruz blanca pintada en su centro.​

    - Allí se encuentra mi hermana, os rogaría que por favor no se acercase, la hemos encerrado por su propio bienestar, pues la enfermedad ocasiona también severas convulsiones que pueden ser peligrosas para el enfermo y aquellos que le rodean

    A punto estuve de preguntar el motivo de las cadenas y de la cruz, que en aquel momento me parecieron presagiar algo abominable, pero la insistencia de mi anfitrión por dejar la conversación para el día siguiente termino por convencerme.​

    Esa noche no pude dormir, envuelto en extraños y ajenos sueños, por un silencio tal, que me resultaba perturbador el hecho de escuchar mi propio ritmo cardiaco. Fue entonces cuando volvió aquel maldito sonido que aun suena ahora en mi cabeza, parecido al aullido de alguna bestia salvaje, mas sin embargo totalmente viciado y maligno.​

    Ahora se que debí haberme quedado en la cama y atracado la puerta, para largarme tan pronto pudiese, pero tras aquel blasfemo alarido pude escuchar otro no menos terrible, un quejido de muerte que me levanto de mi sitio e hiso que un escalofrió recorriera mi cuerpo.​

    Lo siguiente Monseñor es algo que convendría dejar al olvido, una escena que por piedad espero no se repita jamás; pues tras atravesar tímidamente el umbral de mi puerta note el fuego que se propagaba, de una linterna que rodaba en el suelo, y al fondo de aquel corredor remarcada por la danza excéntrica de aquellas llamas, una criatura que no pudo haber sido creada por la mano de dios, un ser infame y deforme que sostenía el cuerpo muerto de mi anfitrión mientras le devoraba con ansia.​

    Aquel ser mi señor debió de escapar de la habitación prohibida que había visto antes, y el detalle que me hace pensarlo y que me sugiere algo inimaginable es que aquello llevaba puesto un atuendo de monja. ​

    Así es monseñor esta es la verdad de aquel viaje, la razón por la cual termine en este lamentable estado y por la cual usted no debería ir allí jamás; por ello ruego a vuestra merced jactarse de sus deseos de acudir en auxilio de un pueblo que ya no existe y de una tierra cuyos áridos campos mas valiera quemar, porque en verdad creo que existen secretos cuya terrible esencia el hombre jamás debería descubrir, lugares a los que su frágil espíritu jamás debería ingresar , pues en ellos se oculta un horror innombrable, que sigilosamente se multiplica, aguardando el día en que lograra despertar.​

    No crea ni por un segundo vuestra merced que estos son los desvaríos de un hombre turbado por las desgracias, aun me falta contarle el ultimo detalle de este relato, la espantosa visión que me motivo a escribir esta advertencia y que acompañara mis sueños nocturnos hasta el final de mis días.​

    Pues en la precipitada huida a través de riscos y barrancos que parecían no tener fin el viento transportaba el débil lamento de sus hojas y sus ramas, pero había algo mas que acompañaba su concierto, un débil susurro que parecía provenir de las mas profundas entrañas de la tierra y que me hiso girar un instante .​

    Allí se encontraba bajo la sombra oscura de una naciente tormenta, iluminado intermitentemente por la fuerza de sus relámpagos, el temido “criadero del diablo”, pero no fue este singular paisaje lo que me hiso gritar presa del terror; sino lo que me dejo observar una de aquellas descargas.​

    En la multitud de cuevas que salpicaban la fisonomía de aquella infernal montaña, resplandecieron el brillo de miles de pupilas no humanas que ahora alzaban el vuelo en busca de su alimento o que quizás simplemente me daban la despedida.​
     
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