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El cuento de la ardilla

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por Teo Moran, 16 de Agosto de 2019. Respuestas: 0 | Visitas: 410

  1. Teo Moran

    Teo Moran Poeta fiel al portal

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    Hombre
    Voy caminando sobre un camino de tierra o así lo siento en mis pulmones y en mis ojos, polvo y más polvo y un fuego abrasador que me quema con cada respiro. Veo todo lo que hay a mi alrededor pero no hay nada, un desierto franqueado por este camino a ninguna parte, a un extraño destino al cual no quiero llegar, siento que cuando lo encuentre todo se habrá terminado, que no habrá un siguiente paso hacia adelante y el volver…no he visto a nadie regresar y no me he topado con nadie de frente.

    A un lado de la carretera al fin encuentro un ser vivo: Una ardilla.

    Está quieta, mira asustada a todas las partes buscando no sé, creo que un árbol donde subirse pero la naturaleza en este mundo ha sido expulsada dejando en la tierra cicatrices profundas, las huellas de un pequeño río hoy sin sus perlas cristalinas y los trinos no son más que los párvulos de un viento suave dando un poco de frescor al alma.

    Nuestras miradas se alcanzan y me observa, siento en su interior un temor doloroso, y a la vez una inocencia que me sorprende en medio de este páramo, me conmueve y me hace sentirme vivo. Me acerco a ella y de cuclillas, bajo mi mano al suelo y espero que ella llegue a mi lado, deseo fervientemente que se suba a mi hombro y juntos caminemos hacia lo desconocido, nunca hasta ahora me he sentido tan solo. Ella despacio se va acercando hasta llegar a mi mano, y de un salto ágil como si me leyera el pensamiento se sube a mi hombro.

    La miro y ella me mira, los dos somos uno en este erial de hambruna vegetal, siento que ella sonríe, no sé como explicarlo, noto en su interior una desbordante felicidad la cual me llega y hace que mi corazón palpite de esperanza, puedo correr e incluso retar al mundo que me hizo un extraño y me olvidó entre sus calles llenas de gente sin rostro, de escaparates que lo llenaban ropa en oferta para personas insatisfechas, de todas las tallas y de todos los colores, y en lo alto, grandes carteles de neón nos dicen que tus sueños son posibles siempre que puedas comprarlos.

    Noto a la ardilla inquieta, veo como se desliza algo delgado por su cuerpo, está enroscado y gira lentamente por su lomo. De repente aparece ante mí una cabeza aguda con unos ojos redondos y brillantes, como de su boca sale con rapidez una lengua bífida: Una serpiente.

    Una serpiente pequeña enroscada en el vientre de la ardilla, me observa mientras va estirando su cuerpo hasta llegar a la altura de mis ojos, se siente tan sorprendida como yo y a la vez atemorizada al verme, yo tengo la primera intención de tirarla de mí pero al segundo me reprimo ya que con ella tiraría a la ardilla y eso me rompería el corazón. Me sobrepongo y respiro con tranquilidad, debo calmar mis nervios para que la serpiente se sosiegue, sé que su mordedura acabaría con mi vida pero me he propuesto que la ardilla haga el camino conmigo, es lo único que deseo.

    Continúo mi paso junto a la ardilla, ella me mira y ve mi preocupación, la serpiente la siento cada vez más nerviosa, no alcanza a entender que yo no quiero hacerla daño, que para mí es parte de la ardilla que debo aceptar, pero ella no sabe de amor, no comprende que dos almas se unan y puedan compartir su camino, sé que en breve me va a morder y yo terminaré mi camino allí mismo, bajo el polvo del desierto con su doloroso veneno navegando por mis venas hasta morir sin ninguna esperanza, con el recuerdo de los días que creí míos pero no fueron más que parte de otras personas que se alimentaron de mi ser, de mi alegría y de mis ganas de vivir.

    De un golpe lancé a la ardilla justo un instante antes de que la serpiente se lanzara contra mí. vi como la ardilla se levantó con asombro al descubrir ella también a la serpiente abrazada a su cuerpo, La ardilla no sabía que cargaba con una serpiente y que era parte de si misma. Me miró y sin saber porqué sentí que se sentía perdida, que no sabía realmente lo que tenía que hacer. Yo le dije que si quería venir conmigo debía separarse de la serpiente, ya que de otro modo ella tarde o temprano nos mordería y acabaríamos los dos muertos. Ella siguió sin saber muy bien lo que tenía que hacer y al momento noté como en su interior se abría camino la desesperanza, que su destino era acabar allí con la serpiente de su lomo.

    Yo reemprendí mi camino dejando a la ardilla en el camino estéril, caminé varios metros y al volver la mirada para ver por última vez a aquel ser que me había devuelto la felicidad de nuevo a mi alma, vi como se agitaba y se retorcía, como luchaba con todas sus fuerzas, y para mi gozo como se desprendía de la serpiente y para después correr hacia mí con impaciencia, como se subía por mi mano apoyada el suelo hasta alcanzar mi hombro, como nuestras miradas se volvían a unirse en medio de la soledad más absoluta, como en mi interior se rompió mi tristeza a golpe de latido lleno de emoción, y volví a nacer del fracaso a crecer en los posibles ante el designio guardado para las personas que pagan con tarjeta visa sus ropas en las rebajas.

    Me giré y comencé a caminar sobre aquel camino deshabitado de colores alegres, solo el cobrizo arenal llenaba aquella imagen, pero me daba igual, ahora llevaba conmigo alguien que quería caminar a mi lado, que aún en las vicisitudes de la vida ella estaría ahí para mí y yo para ella, que lo imposible lo volveríamos probable.

    Giré mi cabeza para ver a la ardilla, me sonrió pero noté cierta nostalgia, alguna nube de pureza se vertió en su interior y salpicó los enseres de su alma, vi como se tensaba al volver la mirada, yo también miré atrás y vi a la serpiente estirada sobre el camino, ella tiritaba de temor y ese miedo no la hacía avanzar, se quedó quieta a merced del sol ardiente y de los polvorientos espejismos del paisaje, se presagiaba que su vida iba a ser corta. De repente la ardilla saltó de mi hombro y corrió hasta la serpiente y puso su cuerpo encima de ella dándole sombra a la moribunda serpiente. La serpiente rauda se enroscó en el lomo de la ardilla y yo solo pude sentir admiración al ver el corazón generoso de la ardilla, aún a sabiendas de que allí iba a ser su fin, que el camino terminaba para ella tarde o temprano.

    La miré una última vez mientras la serpiente abría su boca y se lanzaba sobre el cuello de la serpiente, me giré con mis ojos resecos y con ganas de llorar, pero no tenía lágrimas con que sosegarlos, no manaba agua de la fuente para calmar la tristeza, solo sé que mi interior se secó y quedó como aquel horizonte a merced del incesante roce del viento, que un día tras otro hará oquedades en el alma, forjará latidos insípidos en el corazón.

    Decidí proseguir mi camino con el sol a mi espalda, vi a mi sombra estirada alcanzando la siguiente loma, me noté pesado, casi sin aire, como mis fuerzas menguaban y no acertaba a entender el porqué, en ese momento me fijo en mi sombra y sobre mi cuerpo, como una cuerda gruesa hay algo enroscado, veo como una cabeza afilada está elevada enfrente de mi cabeza, como abre su boca y sus dientes alcanza a mi cuello, es entonces cuando comprendo que todos cargamos con una serpiente se hará dueña de nuestras vidas, que el dolor y la alegría son el agua que llenan nuestras vidas, que el veneno de la serpiente que transita por mis venas es el largo tiempo el cual camino por este páramo de tristeza, que nunca vamos a estar más solos que en nuestra muerte. Todos, absolutamente todos llevamos a nuestra serpiente.
     
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    Última modificación: 16 de Agosto de 2019
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