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El Descanso

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Cardigo, 2 de Febrero de 2022. Respuestas: 1 | Visitas: 483

  1. Cardigo

    Cardigo Poeta recién llegado

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    11 de Marzo de 2021
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    El timbre del colegio acaba de sonar y los niños y niñas salen despavoridos al patio. Se empujan por llegar los primeros a “su sitio” en la valla o el campo de fútbol. El parque está vacío salvo por los adolescentes que se mezclan en distintos bancos. A ellos sí les dejan salir. A mí también. Podría comer en la cantina del curro pero esa gente es imbécil prefiero disfrutar de mi bocadillo aquí.

    A lo lejos se oye un furgón y ya más cerca lo veo, en su interior dos técnicos del ayuntamiento llegan al parque para hacer sus labores de mantenimiento. Al otro lado del parque, el barrendero -Antonio de Perín- vuelve al tajo después del almuerzo. El bar de la esquina empieza a llenarse con trabajadores de todo tipo que hacen su parón de la mañana al sol de octubre. La terraza se llena de cafés, tostadas y pinchos de tortilla. Antonio me contó una vez que ser barrendero es lo mejor que le podía haber pasado. Tiene un objetivo que cumplir y 8 horas para conseguirlo, nadie le aprieta, nadie salvo el viento que menea las hojas. Quisiera ser como Antonio y que sólo me soplara el viento. Las palomas vuelven de su escondite para dar buena cuenta de los restos. Ellas ganan y, probablemente, Antonio un poco también. -Les doy ventaja- me dijo. Esos animalicos también tienen que comer.

    - Pues no lo sé tía, se acercan los exámenes finales y sigo sin saber qué hacer con mi vida- dice una de las adolescentes.
    - Pues ya va siendo hora- le reprocha su interlocutora.

    “Pues ya va siendo hora” pienso mientras muerdo mi bocadillo de mortadela con mayonesa y tomate. A Sandra le salen genial los bocadillos. No suele cocinar pero los bocadillos los hace de primera. A mí siempre me ha gustado cocinar y beber mientras cocino, pero sobretodo cocinar. Nunca me planteé dedicarme a eso. Leí en algún sitio que si haces de tu afición un trabajo no volverás a trabajar. Sin embargo, yo creo que si haces de tu afición un trabajo no volverás a tener una afición. Me canso rápido de todo, menos de Sandra y sus bocadillos.

    Unos años antes, unos 5, me enamoré de sus bocadillos. Un amigo me invitó a una fiesta en su casa y yo, como siempre, estaba asqueado y sólo buscaba opciones para poder salir de casa y dejar de pensar. Fue una época difícil de esas en las que uno no puede evitar contarle sus penas a todo el mundo. Terrible.

    -Es que yo no tengo vocación de nada sabes?- le digo a un extraño que había conocido hacía 10 minutos. El alcohol ayuda a tender puentes innecesarios con personas que no tienen ninguna intención de cruzarlos. -Siempre me ha gustado el deporte y la madera y me gusta pintar también… pero ¿a dónde vas con todo eso? Sólo me gustan cosas que no dan dinero- -Entonces ¿te mueves por el dinero no?- - ¡Claro que no!- contesto ofendido, “claro que sí” pienso convencido.
    -No es que piense sólo en el dinero pero, joder, necesito trabajar ¿no? Ganarme la vida y todo eso- - ¿Ganarte la vida? La vida ya es tuya. Trabaja de lo que sea y listo. Disfruta de tus aficiones.- Contesta mi forzado amigo antes de saludar a un perchero e irse a hablar con él.
    Aquella noche comí por lo menos 25 bocadillos. El piso era de mi amigo y la fiesta una bienvenida a su nueva compañera, la perpetradora de aquellos bocadillos, Sandra.

    Entonces suena mi teléfono. Es mi padre, busco una razón para no contestar pero lo hago sin querer, por inercia, como siempre.

    - Hola, papá. ¿Cómo estás?- contesto.
    - Hola, cariño ¿cómo estás?- -bien, bien,- digo. -Bien, bien- me responde.
    - ¿Todo bien?- dice mi padre. -Sí, como siempre. ¿Cómo va la yaya? ¿Estáis bien?-
    - Bien bien todo bien. ¿Cómo te va en el curro? ¿El viaje fue bien?-
    - El curro bien como siempre pero ¿qué viaje? No he ido a ningún sitio-
    - Ah ¿no? Pensaba que si. Perdona. Creía que habías salido el finde semana. ¿Vienes mañana?- responde mi padre.
    - No papa voy a verte los sábados ¿recuerdas? Este sábado iré-
    - Pero mañana es sábado ¿no?-
    - Hoy es martes, hombre. - le digo con cansancio- Este sábado me acerco, no te preocupes.-
    - Ah si cierto cierto-
    - Estás bien entonces?- le comentó para zanjar la conversación.
    - Estoy hecho una mierda. Pero si bien, aquí. Todos los días son iguales. A ver si me toca la lotería y se acaba esto de una vez.

    Empiezo a sentir cosas que un hijo no debería permitirse sentir hacia su padre.

    Se hace el silencio y él empieza a divagar sobre sobre lo penosa de su existencia y yo soy incapaz de escuchar. Dejo mi bocadillo bien envuelto sobre el banco y me enciendo un cigarro. Los adolescentes me miran. Sé que quieren pedirme uno. Saben que, como siempre, no les voy a dar. El camión de la basura pasa por el lateral del parque y las palomas se agrupan como velociraptores entorno a mi persona y mi bocadillo. Una de ella parece tener más interés en la procreación que en la alimentación. Desprevenidas, las sorprende Antonio -me guiña el ojo y me indica que tiene algo que contarme cuando termine de hablar- que recoge las hojas secas que suelta el otoño. La fuente fluye y el técnico, mojado hasta la cintura, saca proquería y de vez en cuando alguna moneda.

    “Ya va siendo hora” pienso otra vez. Le prometí a Sandra que dejaría el tabaco y debería hacerlo. Pero el descanso es el descanso. Necesito descansar de trabajar. Necesito que el tiempo se pare 10 minutos. Lo que dura un cigarro es el tiempo justo para analizar y solucionar todos los problemas de mi vida. O eso pensaba en mi juventud. Fumaba como un condenado a muerte con la esperanza de encontrar una solución a mi vida. Fumé a los 20 y pocos y a los 20 y muchos, a los 30 y pocos y ahora también a los 30 y muchos. Entonces me encerraba a pensar opciones. Vivía un sinvivir, siempre cambiando de opinión. Me planteé estudiar otra carrera, unas oposiciones, volver al almacén o buscarme un trabajo de lo que fuera y vivir como fuera. Siento que mi mayor problema siempre ha sido que en el fondo soy un clasista. No me vale cualquier cosa y aspiro a vivir una felicidad que en realidad nadie puede conseguir.

    - Cariño, un trabajo es un trabajo- dice mi madre mientras recoge las bandejas de la comida - lo importante es empezar y luego todo va saliendo - - Ya mama pero no sé qué hacer, ya tengo 28 años, una carrera y un máster, no he tenido opciones para probarme en esos empleos. Sólo conozco los trabajos de poca formación. Sabes de sobra que siempre termino en el almacén y porque Vicente me enchufa. Sino tomo una decisión ahora terminaré de nuevo en el almacén y no es eso lo que quiero.-

    -Y ¿qué es lo que quieres?- contesta fregando un vaso. La luz de la ventana, tamizada por los barrotes, la recorta en su silueta. Ojalá el exterior fuera bonito. Ojalá se adecuara a lo que esta casa me inspira por dentro. Pero no es así. Vivimos en un oasis rodeado de gente que grita, escupe y caga en la calle. Nos reguardamos en nuestra cárcel de cristal, temerosos del exterior y faltos de un hogar lejos de aquí.

    - Quita imbécil!- grita uno de los adolescentes sacándome del ensimismamiento. Mi padre sigue hablando lo cual es curioso porque nunca fue una persona especialmente elocuente. Debe estar especialmente jodido hoy.

    “Y ¿qué es lo que quieres?”. Yo siempre he querido estabilidad económica. También emocional. Siempre quise tener una casa, una pareja, un perro, un coche y quizá algún hijo. En el fondo siempre quise tener un día a día que poder aborrecer, como hace todo el mundo. La realidad es que lo tengo todo salvo el hijo. Ya nos pilló mayores, además Sandra no está por la labor. Pero sí, realmente lo tengo todo.

    - Pues si ya lo tienes todo ¿porqué no dejas de quejarte?- dice Sandra desde el sofá. - Cariño no sé lo que me pasa pero necesito cambiar algo. De trabajo quizá.-

    -Estás trabajando en el departamento de comunicación de un empresa local que produce productos de cercanía y ecológicos. Estás ayudando a crecer a una empresa pequeña, ayudas a la comunidad todo lo que puedes. Tienes tiempo para tus aficiones. Todas tus neuras están cubiertas y aún así sigues protestando.- Sandra está cada vez más cansada, no hay que ser muy listo para verlo. Me enciendo un cigarro y salgo al balcón. -¿Porqué fumas?- dice Sandra a mi lado. Yo quiero contestarle pero me pierdo en el panal de ventanas que se levanta a no más de 6 metros de nuestro balcón. A penas recuerdo cómo son las estrellas y sin embargo conozco todos los calzoncillos del gordo del 4º. Las golondrinas dan sus últimas pasadas en el atardecer del verano justo antes de darle el relevo a los murciélagos. Las pocas nubes que alcanzo a ver en el cielo se disipan con calma, el calor también las atonta a ellas, rojizas y moradas. Mirar a Sandra a la cara me genera una doble sensación de ternura y rechazo. Es la solución a mis problemas y al mismo tiempo lo único que me impide paladear mi mediocridad. Me abraza sin esperar una respuesta y yo, que la quiero con locura, soy incapaz de devolverselo.

    - Papa, tienes una buena vida deberías valorarla un poco más.- le interrumpo ya cansado de escucharle.
    - Si, si tienes razón. Lo siento.-

    Tengo ganas de gritarle que deje de disculparse. Su debilidad me pone de los nervios. Entonces me siento mal y vuelvo a intentarlo.

    Siempre siento que falta algo en la conversación, como si necesitara que fuese a algún sitio. Sin ganas, continúo hablando.

    - Bueno y ¿qué tal? ¿Estás leyendo algo?-
    - Bueno pues ya hablamos, dale un beso a tu hermana. Ciao- me interrumpe y cuelga.

    Siempre siento que falta algo. Interés por ambas partes, seguramente.

    Suena el timbre del colegio y los adolescentes emprenden el vuelo. Las palomas también se retiran. Las hojas se escapan de la bolsa negra de Antonio y con ellas mis ganas de seguir trabajando.

    El bocadillo estaba buenísimo.
     
    #1
    A urquiza le gusta esto.
  2. jhonfrancis

    jhonfrancis Poeta recién llegado

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    13 de Septiembre de 2010
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    Buen texto para recordar.
     
    #2

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