El dios parlante.

En el dios volcán, hay una sustancia que se multiplica desde el yo inmortal hasta el sujeto perene (vocabulario), es por cándida repartición que el ordenador de escritos es vulgar hasta redimir en cuentas una posteridad del dicho o el verbo mediante las facias de color en la literatura. Si hablamos de que el orden privado entre la tierra o el animal es hipnótico hasta repartir la tierra, como prosa interior que saca sus vestimentas en soliloquio de la naturaleza que, habla prefiriendo la moneda al pelo oscuro y hablando de monedas, repartiendo terror como en la sabiduría china; es casi incrédulo pesar a un animal hasta ser enjaulado.

Yo doblego mis esfuerzos pensando que otro color sería hablar y otra mujer pensando; es como la diversión engatusa al prójimo, desfalcado, solidario y sin conocer cuál es la participación del soberano admitimos propios números al cuento y ceguera a los nombres ocupados. Son sol y bosque los que llamamos culpables o dolor y protesta los que repiten la posteridad, como el hombre ha hablado y el animal no toma parte. Es un renglón acabado la soledad, ¿es un renglón acabado?, porque el capturado es mas sin condena un alma acabada, como el fruto de temporada o la naturaleza negra que es antigua y mesurada.

Es cada vez mas alto nuestro árbol, con semejantes estrellas y espacios perjudicados, hablo pensando en la montaña que es rocosa hasta la última piedra y comenzando como ella que no es más que una sutil estrella, una verde o roja que asemeja descubrimientos o tiempos partidos que a través del ozono monta sobre copas de nieve. Cada vez es mayor esa altura de los cimientos cortantes que hablan de especies remotas o certificados capitales alrededor de la estrella; es casi el tacto lo que esta depurando a la demencia consumir el último trago de agua o la última gota orgánica con nombre asexual como lo es la tierra.