El enojo

"Después de los poemas ibamos a tomar té escuchando a Tammy Wynette, pero llegaste tan puntual, como nunca. Y a ella le gusta oír eso siempre, como un ritual, no sé. Por eso se enojó, o parecía. No por otra cosa, fue por eso, no seas tan..."

Olga recitaba un poema de Enrique Banchs. No hacía calor, pero sintió un poco, como una brisa veraniega despues de la piscina entre amigas y perfumes de la edad. Era un rubor agradable, pero no alcanzo a contemplar más allá de eso. Le quedó el sinsabor, la borra de un sentimiento penetrante y ufano. Eso le quedó, como una daga.

Ahora la está mirando. No siente más que un espectro demoníaco y sutil que se posa entre su pecho y la barba tupida y oscura de su sobrino nieto. Beben té, y ella recae en los vapores casi unidos de las tazas contiguas que suben por el aire pasmado de la cocina hasta volverse gases de antaño que la luz de hoy deforma casi intencionalmente. Y piensa, en un rato me van a recostar, y esta no tiene esa delicadeza, no que va a tener, ni sabe lo que es.

Enzo.