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El farmaceútico cabrón.

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por TARUGUS, 5 de Diciembre de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 253

  1. TARUGUS

    TARUGUS Poeta fiel al portal

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    Era tarde, en la madrugada tardía terminabamos por juntarnos aquellos que las ansias de vivir nos podían, enran ansias diversas, de amor, de sexo, de alcohol, de compresión en fín había de todo; solo un nexo de unión entre los presentes, la necesidad de más.

    Tengo una virtud o una desgracia ya no lo sé, también dependerá supongo de como la use, también es verdad que la inmensa mayoría de las veces la usé para mi propio beneficio. Yo la llamo el canto de las sierenas, pues quien me oye se siente atraído irremediablemente y no le importará venir a lo mas alto o a lo mas bajo, al mar o a la montaña, a los cielos o a los infiernos, podéis creerlo o no, pero es así.

    Siempre había una chica suramericana, no recuerdo de qué páis, nunca presto demasiada atención a eso, era pequeñita, frágil, dulce, con una voz cautivadora. Estaba casada con un farmaceútico, que era rico, que se creía culto, facha y sin duda de los mas creídos que he conocido en mi vida.

    Esa chica siempre venía ha hablar conmigo, a oír el puto canto de las sirenas; a pesar de que entre palabras de algodones, siempre lanzaba palabras duras como piedras, jamás se enfadó conmigo. Jamás tuve sexo con ella. Los amigos o que yo creía amigos se enfadaban y despotricaban, quejándose de que a la mas mínima insinuación la chica se ponía hecha una fiera, y era verdad, y que a mí me lo aguantaba todo.

    Discutí con el petardo varías veces, pero nunca llegó el agua al río, solo estupideces de unas mentes embotadas y ociosas. Pero una de las veces me dijo algo que me puso de muy mala ostía. Siempre evito, siempre reuyo esas situaciones, me conozco y bien, no es cobardía, pues no creo en el miedo; bueno miento es miedo sí,a mí mismo. Pero una vez más en el último momento la suerte, mi fiel compañera me salvó de la idioted mas extrema y sin sentido que se apodera de mí.

    Yo trato siempre de no herir por el placer de hacerlo, pues no me siento sádico, aunque quizás lo sea, poco importa eso.

    Viendo el petardo que sus insultos solo provocaban mis risas me dijo algo de mi mujer por aquél entonces, él no la conocía de nada, y yo en venganza y como un necio le dije algo de la suya, pero para hacerle daño para herirlo en lo más profundo y claro lo conseguí, ya la puta bestia había escapdo de su encierro perpetúo.

    Perdío el control de sí mismo, y se abalanzó sobre mí, yo me fuí hacia él también pero con una diferencia en esos momentos en que la adrenalina circula loca por mis venas no afecta a mi raciocino, todo lo contrario, mis sentidos se afinan y la concentración es máxima. Justo antes de chocar, un pequeño paso lateral al la izuierda, podía haberlo dejado de pasar, hubiera sido lo mejor, probablemene hubiera caído por su propio impulso, pero no, quería hacer daño, y extendí el brazo derecho y chocó contra el, el impacto fue bestial, y cayó hacia atrás, no tuve bastante, y le golpeé, todavía me arrepiento.

    Cuando lograrón conterme el petardo una vez recuperado me dijo que me iba a dar un tiro, que iba por la pistola que tenía en el coche, conociéndolo pensé que era verdad.

    Se dirigió al coche, yo silencioso detrás, alerta, abrió la puerta y la ví, la tenía en la puerta del coche, la empuñó, yo lo abracé suavemente cerré el candado sobre su cuello, si apretar esperando; afortunadamente la suerte me socorrió, y el creyó que lo abrazaba, cuando no era así. pero bueno.

    Hoy lo recuerdo y pienso en lo tonto que soy y que no debo perder nunca el control de mí mismo.
     
    #1

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