El Gato

En la austera penumbra del camposanto,un hereje religioso va silbando al sombreado viento del norte mientras que,con una pala de acero,va cavando la fosa de la que será la guarida espectral de una ya en ciernes difunta monja de colmillos afilados y estrecha frente de hielo.El atardecer se va difuminando y,su magno lugar,lo va ocupando una roja luna sin estrellas.Entonces,nuestro servicial personaje deja la tarea y enciende una bujía de gas,mientras chasquea con sus huesudos dedos un mechero para fumar el último cigarrillo que le queda en la plateada petaca.Entonces,escucha a sus espaldas un ronroneo.Se da la vuelta y observa un gato negro que lame las mejillas de la difunta cristiana.Al verlo,no se molesta en ahuyentarlo.Sabe que es la encarnación manifiesta de la religiosa,cuya alma ya reposa aliviada en un cuerpo digno de todos los halagos.Pues tal felino tiene el aura de la sagrada solemnidad.

 

Me ha interesado tu cuento , con cierto misterio que invita a leer, suponemos que la monja no ha sido buena, pero todos los gatos son divinos desde los faraones en adelante y me encantan.