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El infiel

Tema en 'Prosa: Sociopolíticos' comenzado por Pessoa, 19 de Junio de 2016. Respuestas: 3 | Visitas: 923

  1. Pessoa

    Pessoa Moderador Foros Surrealistas. Miembro del Equipo Moderadores

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    EL INFIEL


    No hacía mucho que Feisal había llegado al pueblo, un pequeño y tranquilo pueblecito de la costa, milagrosamente apartado de la oleada turística que arrasó modas y costumbres, encareció la vida y alteró el devenir tranquilo de tantos lugareños. Todavía quedaban algunos hortelanos y pescadores tradicionales; y algunas casas ofrecían servicios de hospedaje a los escasos turistas que llegaban al lugar como recurso para unas vacaciones tranquilas; todos los pueblos de “la contorná”, según el localismo del lugar, estaban saturados, los restaurantes ofrecían comidas “típicas” incomestibles, la vida nocturna impedía el descanso, en fin, una serie de inconvenientes ocasionales permitían que aquel pueblecito casi ignorado en los mapas ofreciese a sus visitantes un paliativo a su agitada vida ciudadana.


    Pues a este lugar que alguien, por comparación, calificaría de idílico, llegó él, Feisal, el peluquero, desde su Argelia natal. Su buena y juvenil presencia, su permanente sonrisa que alegraba un rostro atezado y de agradables facciones y, sobre todo, el hecho casual de que el pueblo se había quedado sin servicios de peluquería -barbería, por seguir con la denominación tradicional- hizo que Feisal tuviese una muy buena acogida entre los paisanos. Además, a los jubilados nos hacía precio especial; claro que como casi todos los clientes lo éramos ese precio pasó a ser la “tarifa oficial.”


    Feisal respetaba escrupulosamente sus horas de oración según el ritual musulmán, aunque con tal discreción que ni interrumpía sus servicios ni mucho menos suponían un agravio a su pudibunda y conservadora clientela; nunca ningún tropezón alteró las buenas relaciones de Feisal con el pueblo. Todo con Feisal era armonía y amigables relaciones. Yo solía ir a primeras horas de la mañana, los labradores estaban todavía a sus faenas y los pescadores, de regreso de la pesca nocturna, discutían en la lonja los precios de los parvos lotes del pescado recién traído. Feisal estaba en un rincón de su local, abstraído, rezando las “suras” de su oración matutina. Yo me sentaba en el “sofá de lectura”, donde hojeaba distraídamente las últimas revistas del corazón.


    Pero también allí había un precioso Corán, encuadernado en tapas duras con filigranas doradas. El texto era bilingüe; escrito en árabe, con su traducción al castellano en la segunda columna de texto. Me absorbía en la contemplación de aquellos delicados y bellísimos caracteres árabes, sin importarme demasiado la lectura de la traducción; no me sentía en modo alguno atraído por la doctrina musulmana, pero me deleitaba en la contemplación de aquellas aleyas -sabía que eran frases, palabras con algún sentido, pero yo las reduje a la mera categoría de alguna extraña forma poética, en la que sustituía su valor fónico y musical por la belleza de los trazos islamitas.



    Entonces Feisal parecía reparar en mi presencia y pidiendo toda clase disculpas por su distracción me rogaba amablemente que ocupase el sillón y me envolvía en un perfumado paño para dar comienzo al ritual del corte quincenal de mi ya escaso cabello. Naturalmente Feisal se había percatado de mi interés aparente por el Corán y se ofreció a facilitarme uno en un ingenuo intento de proselitismo. Cambiamos algunas frases tópicas y rutinarias sobre nuestras respectivas religiones, sobre sus afinidades y su común origen; seguía la conversación hablando, como de pasada, sobre los actuales problemas de convivencia de la comunidad musulmana en muchas de las grandes ciudades europeas, algunas de ellas españolas, pero siempre acababámos hablando de su tierra, tan añorada. Y yo de la mía, que tan viva estaba en mi recuerdo. Feisal, como yo, como aquel nuestro pueblo de acogida, éramos un caso especial de aislamiento y supervivencia de tradiciones y creencias.


    Pero -cómo influyen ciertos hechos en nuestros ánimos a través de las noticias que nos llegan, cómo somos sensibles a la manipulación y a la generalización de actos, verdaderamente execrables, pero que en ningún momento afectan a personas próximas, que no tienen más delito que la “otredad”, que pertenecer a una raza, a un grupo, que alguien quiere maldito- la situación de conflicto con los pueblos árabes se fue agudizando; los sucesos que se producían en aquellas tierras codiciadas por muchas naciones por sus riquezas naturales nos llegaban en reportajes cada vez más alarmantes. Muchas gentes del pueblo empezaban a desconfiar de aquel joven, pacífico en apariencia, pero al que había que ofrecer el cuello para que la cuchilla de afeitar hiciese su trabajo. He de reconocer que incluso a mí se me llegaron a revolver las tripas imaginando, siquiera fugazmente, el espectáculo: un asesino de Daesh degollando a un infiel.


    Poco a poco la clientela de Feisal se iba retrayendo; un ambiente de suspicacia y desconfianza callada iba enrareciendo las relaciones entre el peluquero y su cada vez más escasa clientela. Feisal no tardó en captar aquellas sospechas tan infundadas como posibles y abandonó el pueblo. Él era “de los otros”. No hace mucho. De mí se despidió emocionadamente y me dejó en recuerdo un “pen-drive” con la música de las suras que tanto me gustan. Ahora el bueno de Feisal, arrojado de una tierra que quería y respetaba, por la desconfianza de quienes él creía conciudadanos y en muchos casos amigos, estará, quién sabe, en alguna parte luchando por sobrevivir en este mundo en guerra, tal vez obligado a combatir, él, que era la paz en persona. Que Dios y Alá lo bendigan.
     
    #1
    Última modificación: 19 de Junio de 2016
  2. Miguel Font

    Miguel Font Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Magnífica historia, bien contada y atrapante !! Felicitaciones por este estupendo trabajo ! Un abrazo, compañero de letras !!
     
    #2
  3. Pessoa

    Pessoa Moderador Foros Surrealistas. Miembro del Equipo Moderadores

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    Muchas gracias, Miquel. Me alegra mucho que hayas encontrado meritorio mi relato. Y más grato que me consideres compañero de letras. Un cordial saludo,
    miguel
     
    #3
  4. Eratalia

    Eratalia Con rimas y a lo loco

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    Fascinante tu manera de narrar, tan bien contada, tan atrayente y tan real.
    ¿Existió Feisal? ¿O es uno de tantos feisales que deben haber sufrido los mismos avatares por esos mundos?
    Sea como fuere, tu narrativa es magistral.
    Te admiro profunda y profusamente.
     
    #4

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