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El jardinero fantasma.

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por sergio Bermúdez, 24 de Agosto de 2010. Respuestas: 0 | Visitas: 992

  1. sergio Bermúdez

    sergio Bermúdez Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Eran los años noventa, en una ciudad americana que se llamaba Miami, y unos niños estaban jugando en un parque llamado Park Kerkor. Era un parque muy abandonado, en el que nada ni nadie podía escuchar el sonido de una voz agarrada entre la melodía espiritual. El tiempo no pasaba, las horas se secuestraban unas con las otras. El aire era el miedo a una palabra, la hipnosis de una planta faraónica, exportada desde las sagradas tierras egipcias, en donde los llamados esclavos de la naturaleza, habían sido maldecidos por un rumor, que hacia crecer la rabia de la gente. No había luz sin crimen, ni luciérnaga sin luz, era todo un círculo vicioso, pues la sangre era la bebida de un pequeño niño llamado Sonter Helber. Era de una familia con mentes apocalípticas, pues deseaban dar luz a sus ideas. Una de ellas era la muerte de los sentimientos y de ahí apareció un hombre ya crecido después de una guerra, en donde las rabietas de perros callejeros en los parques, amarraban la crueldad y la abrían entre los oscuros túneles de la muerte. Pero vayamos al pasado, a ese parque llamado Park Kerkor en donde uno de los niños era Sonter Helber. El tenía 10 años y jugaba con sus amigos a un juego, que se titulaba el jardinero fantasma. Era una especie de escondite, en el que la gente que participaba debía de cicatrizarse la piel con una rama, y más tarde debía de jurar por el diablo, que si no conseguía llegar a descubrir a la planta faraónica llamada Excarciopela Piramidal, en donde las ramas eran puntiagudas y sabían que más allá de ese juego se encontraba las puertas del jardín del infierno. Fue entonces cuando de pronto ese chico tan raro, pues no se relacionaba con nadie, empezó a tener ojos rojos y hablaba en lenguas desconocidas, y como era lógico, los niños que estaban con el, empezaron a huir, aunque antes de que pudieran hacerlo, sus manos explotaban en sangre. Las llamas del fuego fumigaron al paisaje. Las palabras eran miserables y las almas eran la semilla que crecía entre el ardor de una profunda batalla. Los colores eran el silencio de ver sonidos macabros. Las plantas eran zombis vegetarianos y los dolores inesperados, pero muy intensos. Aunque había niños en ese abandonado parque, y aunque pudiera parecer un juego de niños, Sonter Helber era el jardinero fantasma y había hecho brujerías en su casa del barrio llamado Dolon Kerter, un humilde barrio a las afueras de Miami. Sus padres estaban muy preocupados, por las actitudes de este niño, que hacia cosas impropias de tener diez años, ya que aunque sus padres tenían mente apocalíptica, ellos no empezaron a practicar ese método hasta la adolescencia, pero no veían normal que con diez años empezaran a ver a su hijo con unos conocimientos tan avanzados, pues llegaron a descubrir de el que era una especie de persona superdotada, con características maliciosas sin ninguna prudencia. El niño se mostraba de una forma extraña y ahí empezó la guerra, en donde las puertas de las casas cicatrizaban las apuestas de una cruz satánica, en donde los mundos eran guerras sin palabras, además de ver los secuestros arrancados con dientes de lobo quemado. Había un hechizo que hacían aparecer a los dientes de lobo quemado, pues eran los dientes de las leyes prohibidas. La sangre era derramada entre luces de cuchillos que se clavaban en las personas y de ahí aparecían microrrabietas, una enfermedad apocalíptica de la planta faraónica. Estaban las rosas de plutonio, unas rosas con vapor de espuma toxica, que se encerraba en las llamas en forma de curva chispeante y de ahí aparecieron samuráis con cuernos. Sus bocas eran de vampiro contaminado por sangre anticatólica. Ese niño fantasma era el jardinero maldito, y así los poderes de las leyes petrificadas se harían guerras, los momentos se hacían de cristal y rompían los muros y desconectaban a los puentes y estos se caían encima de los coches, a la vez que una nube de rayos caía en un gran edificio y aparecieron llamas de color violeta, hasta que las sombras de Agrabia, unas sombras coleccionadas en cromos de diablos, se empezarían a expandir, hasta que apareció un príncipe llamado Dulplit, y empezó a luchar contra las plantas apocalípticas de un lunar semillado, que se hacía verruga y caminaba explotando en los túneles, que eran llamados espacios temporales, hasta que el príncipe Dulplit paro al tiempo y lo lanzó ha los infiernos, entonces el jardinero fantasma desapareció de los recuerdos desgarrados, disecándose en la planta egipcia y explotando entre los gritos del tiempo.

     
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