El Josco Y La Blanca Niña

El Josco y la blanca niña


Érase una vez un hombre de brazos de ébano, rostro curtido de tanto trabajo.
Su cuerpo como josco, cubierto de fibras, sudor pegajoso, aliento de azufre,
Jornalero de tantas labores de sol a sol.

Pero que ironía tiene, fijando su mirada en algo imposible, que solo con rezos quizás Dios lo pueda ayudar.

Pero que ironía tiene, el negro, enamorao de la pequeña hija del Patrón de tan solo 15 años en flor, una niña blanca como la nieve, cabellos que reflejan el mismo sol, ojos que comparar la mar.

Pero que ironía tiene el negro, no se que pasa por su mente; ha visto a lo lejos, por el camino de la hacienda a la joven que lo provoca y lo convierte en el rey de la selva.

El segado por tanto amor. Se le tira encima la abraza con tanta fuerza, que la niña confundida le pregunta; ¿Qué le sucede josco? ¿Por qué tantos abrazos? ¿Por qué me miras así? Niña tengo que decirle algo, dígame negro, dígame negro, estoy enamorao de juste. ¡josco! Esto es inútil, usted están solo es un jornalero de mi padre. Yo soy la hija de tu patrón…

El negro entonces guiado por la pasión y amor que siente por ella, la beso locamente, se quito su saco; y le dijo a la niña esto es para ti. Ella empezó a gritar ¡Dios mió que es esto!. El la acostó en el mismo camino y levanto sus piernas introduciendo todas sus pasiones secretas, derramando todo sudor pegajoso sobre la piel blanca de la niña.

Ya no se escuchan el cantar de los jornaleros, los gallos, el relinchar de los caballos, ni los becerros berrear. Solo hay tristeza en el camino hacia la hacienda el josco.