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El llanto de las plegarias

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por KLAU2700, 14 de Agosto de 2006. Respuestas: 0 | Visitas: 755

  1. KLAU2700

    KLAU2700 Poeta recién llegado

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    26 de Abril de 2006
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    El llanto de las plegarias


    La prima Anel, era una joven radiante como la luz del día, pero con una actitud tan apacible como el reflejo de la luna, todo el poblado del chico le apreciaban, algunos por la grata sonrisa que mostraba todas las mañanas cuando el roció de la niebla desaparecía entre los pinos, y otros por la calma con que circulaba las calles, siempre bajaba desde la pequeña casita que tenía su madre en lo alto de la colina, hasta el centro del pueblo donde pasaba primero a rezarle al santito de la capilla y luego marchaba al río en lo más bajo del lugar, nadie sabía el por que de esa rutina tan extensa, ni mucho menos que es lo que pedía con tanta benevolencia, aun así nadie hizo el intento de preguntarle.
    Así era la vida de la prima Anel, tan calmada y apacible al igual que el pueblo al que solo interrumpían los aldeanos y una que otra vez algún minero de la región. Anel tenía miedo de estos hombres tan extraños como los metales que buscaba y tan peligrosos como el mismo diablo
    -Ten cuidado- le dijo un día la vieja Leonor, leyendo su mirada tan sigilosa- Los hombres son peligrosos, pueden meterte un niño en el vientre con tan solo mirarte
    Si no fuera por la astucia de su sonrisa, la vieja Leonor hubiera descubierto la debilidad de Anel, nadie en el pueblo esperaba el fracaso de su madre reflejada en ella, cuidar un hijo sin la ayuda del padre se vuelve una tarea difícil y mas aun, cuando todo un pueblo te apedrea con indiferencias. Cuanto miedo no tuvo la madre de la prima Anel, pensando que no aceptarían a su hija, pero fue la gracia que solo Dios otorga algunos cuantos, la que ilumino a la prima Anel en su nacimiento.
    No seria tiempo después que Anel se arrepentiría de haber decidido interrumpir su rutina al sentarse un rato en el kiosco antes de ir a la capilla a rezar.
    -Son solo cinco minutos y solo cuarenta pasos- se dijo para calmar la culpa.
    Pero solo habían pasado dos minutos cuando un sonido no conocido cruzo las calles del lugar y se detuvo en el centro del Chico; era una carreta jalada por dos caballos negros como la noche, y sutiles como la brisa en abril; la prima Anel inclino un poco el cuerpo para poder ver, pero de tal forma en que no fuera descubierta. De aquella carreta bajo presuroso Don Rafael y su esposa Carlota, venían al Chico no para vivir por que les gustara el lugar, sino que era perfecto para los planes que tenia Don Rafael con las minas, buscaría una casa, la compraría y dejaría a su familia ahí mientras explotaba el lugar y luego regresaría por donde vino, todo estaba bien planeado cuando Don Rafael puso los pies en el suelo, pero que equivocado estaba en cuento la excelencia en ellos, uno planea pero quien dispone, Anel no sintió agrado alguno por los forasteros, pero su gesto cambio cuando el ultimo pasajero de la carreta fue Joaquín el hijo de Don Rafael y Carlota, el cosquilleo que surgió en su estomago aumento cuando la mano de Joaquín paso por su cabello y alzo la mirada hasta donde estaba ella, el moviendo improvisado de su cuerpo no era más que el reflejo de los miedo que la afligían, camino hasta la capilla y rezo tanto tiempo que cuando se percato ya era demasiado tarde para seguir su camino hasta el río y decidió posponerlo para el día siguiente.
    Con cuanto esmero no sepillo su cabello Anel esa mañana, y la sonrisa estuvo con ella antes que la neblina dejara ver la luz del sol, eran las seis de la mañana cuando estaba llegando a la capilla, pero al encontrarla cerrada se percato de su torpeza, siguió su camino hasta el río, donde lavo sus pies tan delicados como los pétalos de las flores, jugueteo con el agua y lo hubiera hecho más tiempo si no se hubiera dado cuenta de que era observada por Joaquín, cuantas veces la había salvado su sonrisa, pero ahora la había abandonado dejando al descubierto su sorpresa y el miedo, se paro lo más rápido que pudo y se hubiera echado correr si no hubiera sido por la vos que le indicaba se quedase y se identificara; tantas veces se han contado historias tan similares que bien se adivina lo que pudo pasar, no queda más que decir que para la prima Anel, no hubo día más corto en el que no hubiera ido rezar, ni hubiera olvidado los miedos, la sangre es la corre por las venas y eso lo sabía ella, pero en esos momentos no estaba segura de lo que estaba pasando por su cuerpo, conoció todo y nada mientras que Joaquín, deslizaba sus manos por su cuerpo y ella dejaba besarse por aquellos labios insensatos que buscaban mujer y encontraban niña, pero con cuanto agrado no fueron correspondidos, pues la ingenuidad de las primeras pasiones son ciegas, se dejan seducir por la primeras palabras que llegan al oído y que cruzan el alma.
    Cuantos días no pasaron para que los planes de Don Rafael fracasaran, y Carlota exigiera volver a lo que ella llamaba “una vida civilizada”; todos en el pueblo comenzaron hablar de la salida de Don Rafael y su familia del pueblo y no tardo mucho para que llegara a los oídos de Anel pero no se asusto esta vez, con paso seguro camino a la capilla que había abandonado y rezo, al salir camino muy despacio hasta el río y ahí espero, pero Joaquín no llego, con la mente perdida sin que querer comprender lo que estaba pasando camino hasta el kiosco y con la poca fortuna que tuvo encontró a Joaquín
    -Necesito saber si lo que dicen en el pueblo es cierto, no me mientas- le dijo de golpe la prima Anel a Joaquín, esta vez sin besos ni carisias como en alguna otra ocasión habían sido sus escasas platicas
    ¬-Acaso desconfías de mi, no han sido suficientes mis palabras y mi cariño, te juro por Dios que eres lo que más quiero en esta vida, y si lo que has escuchado en boca de otros es lo que te molesta debes confiar en mi.- Joaquín contesto con la vos más sutil que pudo mostrar, y no habiendo testigos cerca, la tomo entre sus brazos y la beso de tal forma que Anel no pudo dudar más.
    -Ten confianza en mi, me iré un día y solo uno, por que volveré por ti, no podría vivir mucho tiempo sin tu compañía- La dejo al finalizar esto, dejándola con el corazón quieto y esperanzado.
    Camino tranquila desde el kiosco hasta la pequeña tiendita que empezaba a manejar la vieja Leonor que estaba a mano derecha de la capilla, y al llegar ahí se encontró con algunas aldeanas del pueblo que platicaban sobre la mala reputación que tenía Joaquín, la prima Anel no pudo soportar esto y salio en su defensa, grave error, ya que Leonor por fin decubrió los secretos que guardaban los ojos de Anel
    -Acaso conoces al joven Joaquín- pregunto la vieja Leonor
    ¬-Volverá por mi, ya lo verán- contesto Anel no viendo por que negar el amor que sentía por Joaquín, así es el amor de ingenuo, tan inocente que no logro ver la malevolencia que cargaba la mirada de Leonor.
    -Anel, yo te advertí de los hombres, Joaquín tiene dos hijos y un esposa de donde viene, y no va a regresar, lamento mucho que no te hubieras enterado de esto antes- La vieja Leonor no pudo disimular aquella sonrisa burlona que sola la envidia suele heredar.
    La prima Anel no tuvo más que decir y salio del lugar, Aun cegada por el amor, espero el día en que volvería Joaquín durante meses, hasta que un buen día no aguanto bajar más al pueblo, las palabras que en algún momento atormentaron a su madre ahora la seguían a ella, y no encontró más que continuar sus rezos en su casa, pero las bocas de las personas no son fáciles de callar, algunos aseguraban el embarazo de Anel, como el único recuerdo del cariño infame de Joaquín, y esperaban ver bajar un día la sonrisa heredada por Anel, pero pasaron los años y nunca hubo tal sonrisa. Pero Dios es grande y aunque las primeras plegarias de Anel no fueron vistas, los pobladores del Chico son testigos de las plegarias que hizo desde su casa… Todas las mañanas cuando el roció de la niebla desaparecía entre los pinos, se siente la frescura de la sonrisa de la prima Anel y algunos afortunados llegan a sentir la presencia de la quietud en la capilla del Chico.

    “Cuanta plegarias lanzaremos la cielo esperando no sentir el enorme dolor que produce amar…”

     
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