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El maquinista.

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por jaimenavecilla, 15 de Septiembre de 2015. Respuestas: 1 | Visitas: 657

  1. jaimenavecilla

    jaimenavecilla Poeta recién llegado

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    El tren se fue y junto a el un puñado de sueños que paradojicamente sueñan con llegar al poblado de J. Bolivar, pero saben ustedes que esta locomotora no puede moverse por si sola. Hay una cantidad de leña para encender la hoguera, estará pronto ese fuego sagrado, que no tiene nada mas de sagrado que el hecho de mover la cantidad de vagones llenos de cartas mal escritas a un padre que forma parte de la guerrilla civil que estaba sucediendo en el país, lleva ademas un enorme cargamento de tartas de durazno de las madres de los jovencitos que dan su vida por la patria, postres de abuela que llegaran a sus nietos con la crema ajada por el calor de un infierno de verano sobre las costas del atlántico sur.
    Y entre tantas ocupaciones, emociones y dulces platos que carga el tren, se encuentra una persona, un ya entrado en años maquinista, que dedico su vida entera a restablecer relaciones de una punta a la otra de su país, es el encargado de que muchos novios se reconcilien después de una pelea de niños bobos, el no pesa la carga en toneladas, mucho menos en kilogramos, el lastre de este cargamento se mide en la cantidad de gente que lo saluda agitando las manos en una forma casi totalmente simétrica entre una palma y la otra, el octogenario maquinista identifica la importancia de cada transporte de cargas midiéndolo en palmas.
    No es para menos, el hombre había hecho de su trabajo mucho mas que su vida, era lo único que le quedaba después de ser viudo a los 30 años de una mujer que le engañaba con el otro maquinista del pueblo, que cuando terminaba su turno, era la hora de nuestro hombre para hacer lo que el sentía su deber. Aun así nuestro joven de ayer jamás guardo rencor, después de todo, la mujer tenia toda la disponibilidad horaria para estar siempre con un hombre que era de su agrado. Luego de mucho tiempo, kilómetros y palmas en el camino de la vida, uno aprende a perdonar.
    Pero no se puede negar que su corazón quedo para siempre con unas cuantas manchas que no salían en ningún lavado.
    Era por eso que el seguía siendo el encargado de maquina de su localidad, el único escape a la soledad absoluta, ni siquiera era un aislamiento ajeno ¿O acaso alguien piensa alguna vez en el enajenamiento que puede sentir el maquinista del tren?, ustedes sabrán como yo, que los son muy pocos.
    Pero volvamos al viaje de nuestro tierra-nauta hacia el pueblo de J. Bolivar.
    Un cargamento liviano pero no menos afectuoso, solamente 34 palmas en su consciencia, pero bien sabia el que esas palmas tenían algo de especial y siniestro, lo mágico era que todo lo que llevaba el tren era para una guardia medica en la zona de guerrilla en la capital, donde niños (Porque efectivamente, son niños) combatientes por sus derechos se desangraban por los daños que hizo una bomba lanzada por la fuerza civil de seguridad de la nación, y hasta aquí, acabo de describir por qué fue usada la palabra “siniestro”. Pero esa oscuridad era un peso en la espalda que el maquinista Angel Misto necesitaba para darle, como decirlo, un sentido a su vida que en fin, era eso.
    Era un viaje de mas de 200km, y para la velocidad máxima de la locomotora (Que era 30km/h) era un viaje largo.
    Empiezan a temblar los rieles y Angel sube la velocidad muy lentamente, con una sutileza ejemplar, como si estuviese acariciando a su amada, luego, pone a prueba sus brazos llenos de arrugas para llenar de calor la hoguera con la leña que arrojaba, como si estuviese prendiendo el horno para hacer una buena carne asada para sus amigos.
    El camino se va formando detrás después de una media hora, Angel miraba los paisajes de aquella zona con un cariño que parecía tan levemente triste, mientras tomaba el café que guardaba en su termo, y, de a sorbos muy pequeños, -casi como con miedo a quemarse demasiado y sentir la lengua terrosa un día entero, dios lo salve de semejante calvario- bebía el negro de Colombia con apenas una cucharada de azúcar por miedo a la glucosa en sangre, después de todo el hombre se tenia que cuidar para hacer su vida, no suelen llevar enfermeros en los viajes de trenes mas largos ¿Se entiende?
    Caía lentamente la sombra de los robles que estaban a costado del camino, y, poco a poco, el sol iba dejando de hacer presencia para darle riendas sueltas a la nostalgia de la noche. Y ni hablar de nostalgias para Angel Misto! El tenia mas que claro en su cabeza que la vida, era en su mejor momento una nostalgia. Y vaya suerte tan penosa que tenia a la hora de su trabajo, eran horas de desamparo y soledad, por ende, de los pensamientos mas profundos, de recuerdos que no se podían ver claramente, pero allí estaba la nostalgia, para sentir mas y pensar menos. ¿Y que mas faltaría para generar sentimientos de vida que un poco de buena poesía latinoamericana?
    Angel tenia los viajes tan minuciosamente programados, por ejemplo: después de una hora optaba por abrir la ventanilla al otro lado del asiento del conductor, yo creo que se debe a una especie de libertad a medias -Quiero sentir el viento, pero no directamente en la cara-. Ya pasadas las 3 horas de viaje empezaba a silbar un tango del Tata Cedron, quizás para recordar sus noches frías en la ciudad cuando muy joven salia a ver muchachas de toda índole al bar de la vuelta de su casa en el barrio céntrico de la ciudad. Cuando el agotamiento llegaba de nuevo, entradas las 5 horas de rieles y vivencias recordadas con alegría, era hora de beber nuevamente el elixir negro dotado con una cantidad de cafeína para estar mas activo, solo un vaso, no deduzcan por propia elección que Angel gastaba demasiada energía en sus trechos de camino. Cuando la soledad se volvía insoportable para cualquier ser con sentimientos, 10 horas dentro de la cabina, llegaba la hora de la ya mencionada poesía latinoamericana, observen ustedes lo cauteloso que era el hombre para con su literatura, era a veces demasiado sensible, y, de vez en cuando, las lagrimas corrían por sus mejillas mientras leía sin decir una palabra, sin escuchar un sonido ajeno a la maquinaria, con mas de mil voces que gritaban en su cabeza por el hecho de ciertamente estar encerrado en lo que para el es su vida, créanme, no debe ser nada fácil, mucho menos con semejante cargamento de palmas que llevaba tras de si.
    Llegando a su destino Angel se encuentra alegre por volver a ver gente que por supuesto ya conoce después de 40 años de oficio, pero tristemente se le cruza por la cabeza el hecho de que ese viaje a través de la soledad estaba terminando, no se puede contra ello, el maquinista así lo sentía, quizás ese aislamiento que todos pronuncian con dolor, el solo lo podía decir con un gesto como -Que buen día, una pena que el cielo este así de gris-.
    Y gris era el, gris también estaba aquella tarde en la que bajo sus botas de cuero en el poblado de J. Bolivar, gris estaba la gente, la guerra entre los negros y los blancos de su país solo podía dar como resultado un mundo gris, su mundo era color gris.
    Y con ese mismo tono gris se relaciono con los comerciantes de fruta del lugar, asombrosamente, ese rojo de las manzanas recién extraídas de los arboles de las fincas, el agrio sabor de los limones amarillos que junto con el dulzor de las manzanas formaban un sentimiento agridulce, no se puede pedir nada mejor en aquellas vidas que de tanto gris también habían perdido los sabores.
    Tal vez el gusto de las cosas no era debido a su gusto en si, si no a como cada persona las podría degustar, y si hay algo de dulce y algo agrio después de la guerra, eran aquellas palmas que el mismo repartió por el poblado, llenas de sonrisas y angustias, se debe a eso que Angel Misto dedicó su vida a aquella profesión, nuestro maquinista supo degustar las frutas y las personas para que su paladar se sienta saciado de sabores que, por supuesto, debido a la sangre que corría eran difíciles de encontrar.

    Fin.
     
    #1
    A joblam le gusta esto.
  2. joblam

    joblam Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Me gusta mucha la narrativa y el contenido del relato. Considero que cuando escribimos para ser leídos, debemos ser muy cautelosos con la ortografía para causar buena impresión por el complemento de un buen trabajo. Felicitaciones por el tema. Mis gentiles saludos.

    Nota: Sugiero corregir las deficiencias de ortografía.
     
    #2

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