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El mar de la abuela Jacoba

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Luis Á. Ruiz Peradejordi, 9 de Agosto de 2019. Respuestas: 6 | Visitas: 387

  1. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Los neumáticos rechinaban sobre la grava, con un andar perezoso, como de no querer llegar, después de haber recorrido, frenéticos, tantos y tantos kilómetros.


    Ante los faros del automóvil, se empinaba un camino de tierra blanca y gravilla, que se desperezaba en dos grandes curvas, antes de ensancharse para morir frente por frente de la casa.


    De nuevo la inquietud; aquel gusanillo que me roía las entrañas, me acometía delante de la casa de la abuela. La abuela… “Güeli” había sido siempre entre nosotros. Aquellos dos años pasados lejos se disolvían en una bruma sin recuerdos ante la casona de Argüelles.


    La abuela Jacoba había tenido quince nietos y conocido siete biznietos. Sin pretenderlo había forjado un matriarcado cariñoso alrededor de su figura y de aquella casa; casa de jardín con pozo y hórreo. Tras la casa, un pañuelo de tierra vuelto huerto, un macizo de begonias con primores de encaje y la pomarada. Todo ello, la casa y la abuela, el pozo y los manzanos, el jardín y el huerto, formaban parte de mí mismo, algo que vivía como irreal, tal que un sueño que alguna vez se ha transformado en vivencia cierta.


    El coche se detuvo por fin. Bajé de él y seguidamente subí los escalones que me separaban de la puerta. Toqué la campanilla y esperé que viniesen a abrirme. Esta vez, la primera de todas las sucesivas, no sería “Güeli” quien lo hiciera. Hoy he venido a su entierro. Parece mentira que se haya muerto; en mi memoria está tan llena de actividad, tan alegre con esos ojos vivaces y chispeantes…


    Alguien de la familia parlotea un vulgar consuelo sin que yo casi me dé cuenta: “ya ves, se apagó poco a poco…” “se fue consumiendo…” y pienso que no hablamos de la misma mujer que, seguramente, se han confundido o me he confundido. Dos años no son nada…y dos años bastan para vencer un cuerpo fatigado de vivir.


    Como puedo, me escabullo de la gente, escapo perdiéndome entre abrazos y besos, enjugando lágrimas, asintiendo pésames. Estoy ahora bajo la escalera que lleva a la tenada; como sin querer subo agarrándome con fuerza a la barandilla, pisando con cuidado los peldaños que crujen bajo mi pie. La tenada se abre detrás de la puerta, como la entrada a otro mundo. Me acude la idea de que mi infancia está prendida en alguno de los clavos que penetran las vigas y soportan el tejado. Una buhardilla de cristales teñidos por el polvo deja pasar, amortecida, la luz de la tarde. Hay un desorden de cestos de mimbre, de serillos de paja, de cuévanos carcomidos, de fanegas y medios celemines; también un arcón de castaño. Sacos plegados duermen en un rincón y de un gancho permanece suspendido un cuadro de Alfonso XIII con el cristal astillado. Una moña corita de trenzas rubias, largas y despeluchadas, espera unos brazos que la acunen, sentada en la mecedora marrón, hace tanto tiempo destartalada.


    Salvando como puedo los obstáculos, me voy acercando a la ventana: paso sobre las colleras y un balancín. Un dalle enmohecido y oxidado amenaza desde un rincón. Finalmente puedo empujar las hojas de la ventana y un chorro de aire se desboca por ella golpeándome la cara. Me acomodo, como cuando era niño, en la poyata de la ventana abuhardillada y dejo vagar la vista, como entonces, por encima del tejado, bordeando el humero, sobre los árboles, escrutando el cielo que riñe con la tierra en las montañas, peleándose con nubes.





    - ¿Qué haces ahí, rapaz? ¿Noves que puedes caerte? Anda, ven aquí y ayúdame a extender las nueces en aquel rincón – Y la abuela Jacoba, con el moño de pelo negro tirante y perfecto, se movía con agilidad por el desván.


    - Oye “Güeli” ¿Desde aquí se ve el mar?- Ella entonces dejaba lo que estaba haciendo y venía, riéndose, hacia mí. Me revolvía el pelo con sus dedos diciéndome:


    - Cazurrillo, cazurrillo ¿Quién te ha dicho que desde aquí se ve el mar?-


    - Es que …como Asturias tiene mar…- Y yo callaba que los cazurros de León, gentes de tierra adentro, teníamos nostalgia de mar; hambre de llenar los ojos de espumas y olas; que esperábamos que el grito de las gaviotas rompiese en nuestros tímpanos. Repentinamente se ponía seria y me decía:


    - Mira, mira con mucha atención, es posible que algún día seas capaz de ver el mar desde la ventana-





    Y volvía a sus quehaceres y sus movimientos suaves y firmes produccían un rumor que llenaba la tenada. Yo miraba, miraba sin ver por la ventana y corría de pronto junto a ella pisando los almendrucos o descolgando la ristra de ajos.


    La mano de Belén en mi hombro me devolvió a la realidad.


    - ¿Qué haces? Te he estado buscando por todas partes. Ya estaba un poco preocupada ¿Te encuentras bien?





    Belén es la nieta que más se parece a “Güeli”. Como si me hubiese pillado en falta, enrojezco y estoy a punto de contarle que, simplemente me hallo allí porque es donde me tropiezo de nuevo con la abuela Jacoba; porque en la tenada es donde me encuentro con aquel niño que he sido, el niño que soñaba con el mar. Con gesto rápido, Belén me acaricia la cabeza, revolviéndome el cabello, despeinándome con sus dedos. Sonríe.


    - Bueno, está bien, te dejo con tus recuerdos, pero no tardes, abajo te estamos esperando-.


    - No, no…- balbuceo, - bajo contigo ahora-.





    La última mirada que echo por la ventana me lo descubre allí, perdido de horizontes, bajo un cielo imposible, el mar, azul, ribeteado de blanca espuma. El mar. El mar que se veía, al fin, desde la buhardilla de la casona de “Güelitina”.


    Desciendo los escalones y el rumor de la abuela Jacoba trajinando, llena toda la casa.
     
    #1
    Última modificación: 9 de Agosto de 2019
    A lomafresquita y Hechicera de palabras les gusta esto.

  2. Los relatos en primera persona permiten una libertad narrativa que me encanta encontrar.
    Es una transmisión de emociones desde el rol protagónico hacia los lectores, que pasamos a ser personajes secundarios y testigos de las escenas.
    Es un relato particularmente vívido, claro y las descripciones por momentos se tornan sensoriales y hasta se puede percibir el microclima de la tenada que vuelve a traer aires del pasado, junto con el que ingresa por esa ventana abierta.
    Siento un apego especial por los viejos sitios que se conservan tal y como eran en años anteriores, porque así siguen siendo el escenario de los recuerdos.
    La mente, el alma y el corazón seguramente percibirán ese mar de la abuela.
    También le decía "güeli" a la mía y fue lindo volver a ver esa palabra tan cariñosa.
    Tus prosas son verdaderos films, páginas que llegan a atesorarse.
    Hoy llueve en mi ciudad y mientras me tomo un café dulce, post almuerzo, agradezco haber podido leerte de nuevo, Luis.
    Leerte es de las mejores cosas que pasan en esta casa.
    Un abrazo, amigo.
     
    #2
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  3. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    No sabes cómo me agrada tu comentario. Es un relato que mezcla invención con cosas vividas. Me gusta ponerlos en primera persona, ya que así parecen más vividos, auténticos. Es una costumbre mía el detallar los lugares, volver la vista atrás a esos reductos cubiertos por el polvo de la memoria, en los que se guardan los aperos hoy ya inútiles, pero que nos hacen frescos los recuerdos. Quisiera llevar al lector de la mano a ese mundo, con el afán de que "vea" lo que yo veo y "sienta" lo que yo siento. Hay hermosura y sinceridad en el tiempo pasado y yo quisiera recuperarlas para las gentes de hoy. Al menos dejar mi granito de arena. Agradezco tu presencia en este cuento. Realmente es de las que más me importan; como ya te habrás dado cuenta soy un escritor minoritario, escribo para esas minorias a las que estimo profundamente. Te deseo un gran día. Un abrazo con todo cariño.
     
    #3
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  4. Tu misión de llevarnos de la mano está más que cumplida :)
    Y bendita minoría esa que aprecia tu arte y de la cual estoy orgullosa de pertenecer.
     
    #4
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  5. lomafresquita

    lomafresquita Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyy Luís, nuevamente me has hecho revivir recuerdos de mi infancia, pues yo también me íba en los veranos dos meses para estar con mis abuelos paternos. Su casa situada en mi pueblo Montefrío, tenía arriba una buhardílla o cámara con suelo de madera y vigas en el techo, de las vigas colgaban uvas que se volvían pasas, y caquis, y ristras de pimientos y de ajos ; en los polletes exteriores de sus ventanas ponía mi abuela tablas con higos secos para después hacer pan de higo y también tomates partidos para que se secasen , y pepitas de sandía y de melón, las de melón debían de tener una especie de pie o pipa negra, esos servirían luego para otra siembra... en el suelo extendidos había melones y sandías y membrillos y peros...aquello holía a gloria bendita, también había tinajas conteniendo lomo en manteca, aceitunas machacadas y en sosa caústica y...... ayyyy qué maravilla... Mi abuela Isabel, como tu querida abuela, era una mujer muy hacendosa y con las manos muy grandes y habilidosas, hacía de partera y de lo que hiciese falta en el pueblo jejeje... también me contaba miles de historias y mi imaginación volaba con ella a mundos de fantasía que todavía recuerdo de forma vívida. Pero yo a través de tu precioso relato también he conocido a tu abuelita Jacoba, y es y será siempre para ti la abuela que te mostró la inmensidad del mar, y que te enseñó a traerlo cerca de ti cuando tú lo añorases intensamente. Encantada de leerte mi querido amigo, mil besos enormes llenos de mucho cariño y de profunda admiración......muááááááaaackssssss....
     
    #5
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  6. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias Isabel por tu comentario tan bello. Me gusta que quienes me lean se vean llevados a esos lugares, a las tenadas, a los desvanes, y se reencuentren allí con los ajos, las nueces, las uvas o los melones. Tropiecen con aquellos aperos que hoy ya no se usan , pero que vimos utilizar, los trillos, las hijadas, las colleras, las orejeras, el cultivador, y tantos otros. Abrir de nuevo la puerta a los recuerdos, para que salgan en tropel y nos pinten una sonrisa en la cara. No tengo otras pretensiones. Poner en valor todo aquello que he vivido y que no quisiera que se apolillase en el olvido. Así que muchas gracias por tu lectura y por el cariño que das a mis letras. Un montón de besos.
     
    #6
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  7. lomafresquita

    lomafresquita Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Muchísimas gracias a ti, querido Luís, eres un escritor maravilloso, y disfruto inmensamente al leerte, otro mogollón de besos, ea.....muááááaackssss...
     
    #7
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