EL MAR Y LA SOLEDAD

El mar y la soledad

De mis ojos brotaron un centenar de lágrimas, cayeron al mar
imprecisas. Jamás había sentido ese dolor, era nuevo como los
juguetes anhelados de un niño. Ya lo había probado, me había
empalagado de él, su presencia, su perfume esparciéndose por todo
el ambiente, me recordaba a un sueño esponjoso y húmedo. Había
también, saboreado todos sus frutos, recorrí esos jardines como si
fuera el fin del universo, como si las estrellas fueran a tragarse a
la Tierra. Estaba exhausta, cansada de lo monótono, las gotas se
habían tornado río y ya llegaban a inundar el alma. Tenía dos
opciones, me había dicho mi maestra y yo esperaba la tercera…
quería construirla como aquel arquitecto que empezó su torre y
llegó a ver hasta el último de sus pisos, observándola desde lejos,
admirando su grandeza, su esplendor.
Las tardes mientras tanto seguían transcurriendo, a veces más
dulces, otras más duras y obstinadas. Recordé que había guardado
algunas remembranzas y que era momento de utilizarlas, al fin y
al cabo ellas me habían salvado del ahogo.

 

Mariana, hola, el poema se ve mucho mejor con tu nombre abajo y la imagen después. Y de paso te digo que me gusta el texto.

 

Muchas gracias a los dos, me siento halagada por dos personas que escriben tan bien como ustedes.
Escribir con el alma como lo hacen ustedes es asunto de grandes poetas.
Saludos.