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El Mar

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Asklepios, 1 de Agosto de 2016. Respuestas: 4 | Visitas: 331

  1. Asklepios

    Asklepios Incinerando envidias

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    Siempre aconsejó su madre la negación del Mar. Sin saber nada sobre él, por aquel entonces todavía no buscaba explicaciones pero, cuando comenzó a preguntar el por qué, tan sólo consiguió la tajante prohibición de hacerlo.

    Lo cierto es que vivían muy lejos del mar, allá en los cerros más interiores de la sierra del diablo y eso ayudaba a no poder imaginar gran cosa. ¿Qué era eso del Mar?, ¿cómo era?... nadie tenía tampoco intención de aclarárselo.

    Pasados varios años, recuerda estar ayudando a su padre a cargar grano y algunas hortalizas para llevar al mercado donde, una vez instalados, pidió permiso a su padre para curiosear qué vendían los demás. De repente, en un puesto donde vendían cuadros de retratos y paisajes, se fijó en uno de ellos. Era como un gran lago pero como sin límites y con el agua en movimiento, creando espuma en la orilla. Le impresionó tanto que, impaciente, fue a contárselo a su padre y al preguntarle qué era aquello, como respuesta obtuvo un gesto severo, duro, tajante que acompañó con en brutal silencio que rompió ordenándole cogiera uno de los cestos lleno de judías y que le siguiera. El padre se paró a hablar con alguien que conocía. Por fortuna él, desde allí, podía ver el cuadro del mar que pudo observar durante un buen rato. Absorto en el mirar a pesar de la muchedumbre, de repente pasó a su lado un niño que decía a su mentor “mira papá, mira, el mar”, quien le respondió con esa inmortal desgana que a todos alguna vez nos pertenece, “si, hijo, si” desapareciendo entre el gentío. Así fue como identificó su inquietud.

    Padre e hijo regresaron satisfechos a casa. Uno por los buenos negocios y el otro por el conocimiento adquirido, asunto que la familia suponía ya olvidado.

    Días después, su padre quiso agradecerle su compañía y su trabajo entregándole un poco de dinero que esperaba supiera administrar adecuadamente. Fue el primer dinero que ganó en su vida y desde entonces, después de cada viaje al mercado, siempre recibía una pequeña cantidad que demostró con creces saber administrar pues no gastaba nada. Lo ahorró todo desde el primer día. Tenía sus planes.

    Cuando creyó llegado el momento, con todo respeto, pidió permiso para ir a visitar la ciudad que aún no conocía.”Además, tampoco van a ser tantos días…” añadió. Vencido el natural temor materno y ocultando sus verdaderas intenciones, finalmente se despidió.

    Llegó a la costa tan cansado que se retiró directamente a descansar en una posada pero su excitación apenas le dejó dormir. Al amanecer, allí estaba. Recordó la imagen que vio años atrás. Aquello era mucho más. Se movía. Tenía vida. Permaneció durante todo el día como hipnotizado por el descubrimiento, por su olor, sus colores… Sin saber por qué no se atrevió a bajar hasta él… quizás los antiguos consejos y prohibiciones familiares.

    Pasaron los días y tenía que pensar en regresar. Antes de partir se atrevió a tocarlo, se introdujo en él y descubrió su fuerza, su sabor, su tacto… Marchó.

    Como era tradición, a su regreso se celebró una gran fiesta. Volver de la ciudad por primera vez era todo un acontecimiento. Aquel día sufrió al verse obligado a mentir a los suyos.

    Pasados varios meses comenzaron a llegar ciertas noticias. Graves noticias. “! El mar se ha roto!,! Se ha partido el mar!” vociferaban las gentes. Su padre se le acercó serio, como jamás antes lo había visto. Únicamente dijo:”Por alguna razón has desobedecido nuestros consejos. Por ello has de partir.” No hubo más explicación y, al no dejarle permanecer allí por más tiempo, (¿tan grave fue su falta?), preparó el equipaje y se puso en camino hacia ningún lugar. Al amanecer quiso reflexionar, pero el hambre tuvo más fuerza que sus debilitados pensamientos. Encontrar algún alimento resultó más que difícil por la inexperiencia pero pudo arreglárselas bastante bien. Satisfecho por ello, como premio se le ocurrió que bien podía regresar a ver el mar de nuevo.

    Sin aquel primer recelo, disfrutó del mar durante varios días y conoció a gente del lugar. Con ellos surcó las olas y aprendió de su duro trabajo…También aprendió a nadar. Desde entonces está agradecido a las personas que le acogieron y le permiten compartir la vida.

    Padre teme a las sirenas que los despiertan, y no a los gallos; a las gotas y no al polvo que hace retirar la mirada… Teme al Mar que da la vida… y la muerte.
     
    #1
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  2. Miguel Font

    Miguel Font Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Un escrito atrapante, pleno de magia y muy bello !! Felicitaciones por este estupendo trabajo, compañero de letras !! Un abrazo
     
    #2
  3. Asklepios

    Asklepios Incinerando envidias

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    Gracias. Me alegró que te haya gustado. Un abrazo
     
    #3
  4. Me encantó... muy linda prosa, esa bella historia de un muchacho de la sierra, que no había conocido jamás el mar, pero que al fin lo logró, y pudo extasiarse con su belleza y poder. Felicito tus letras Asklepios y te dejo mi fraternal saludo.
     
    #4
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  5. Asklepios

    Asklepios Incinerando envidias

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    Muchas gracias por tu entusiasta comentario Espero leer escritos tuyos y poderte dar mi opinión. Un abrazo
     
    #5

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