el miedo a la soledad

Un hombre en un café. Todos los miércoles. Un café en San Bernardo. El hombre llega todos los miércoles a las 18.45 para su cita de las 19. Siempre llega pronto. Por eso se pide un café. Se sienta siempre en la misma mesa, con su café, mirando al suelo.

Espera a que llegue su cita a las 19. Está enamorado. Pero sabe que ella no lo está. Aún así prefiere ésto a la soledad.

A veces, solo a veces, piensa si no será mejor estar solo. Sino será mejor romper con todo y buscar nuevas esperanzas. Los días que esos pensamientos inundan su mente, echa a correr. Sale del café corriendo. Cruza la calle y se mete justo en el portal enfrente del café. Sube las escaleras corriendo, rápidamente. Hasta el cuarto piso rápidamente abre la puerta y …

Allí la ve a ella, frente al espejo del baño, de espaldas. Se cepilla el cabello. Lleva puesto el conjunto de lencería negro y rosa, las medias de rejilla hasta el muslo, los ligueros, los tacones.

Entonces el entra, sin saludar, sin acercarse a ella. Se dirige hacia su posición, detrás del biombo.

Allí le espera su atuendo. Un calconcillo rojo que se ata tras las nalgas con una sola tira dorada.

Odia esa prenda, pero es la que ella quiera que use. Solamente ese horrible calzoncillo rojo, nada más.

Ella sale del baño, sexi, guapisima. Su corazón se vuelve loco mientras la ve como se tumba en la cama. Pero el no puede moverse, no puede hacer nada hasta que ella le de la señal. Detrás del biombo se debe quedar quieto, sin hacer nada. Mientras ella se toca, se acaricia. El no debe acercarse hasta que ella le de la señal.

Cuanto le gustaría no llevar ese calzoncillo rojo, y poder besarla y poder abrazarla. Pero no puede. Debe seguir las instrucciones.

Por fin ella, le da el pié para que el entre en el juego, se quita la parte inferior de la lencería y ahora él se debe acercar. Por fin la puede tocar, acariciar. Se tocan, se penetran, se funden, se mueven juntos. El siente que el mundo desaparece, el mundo deja de importar. Ya no hay soledad, ni melancolía, ni pena, ni dolor. Solo por ese momento merece la pena todos. Solo por ese momento todo el dolor merece la pena....

y todo acaba. El público aplaude y se va dispersando poco a poco. Ella se va hacia el baño para darse una ducha y marcharse. Y el se dirige atrás del biombo para cambiarse de ropa y marcharse.

 

estamos expuesta a ella, y solemos caer en ella, saludos