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El mordisco

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ivoralgor, 1 de Octubre de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 578

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Era viernes y había quedado con unos amigos para vernos en el boliche después del trabajo. La relación que tuve con Alejandra había terminado hacía un año, pero no me reponía de esa ruptura: cosas del sentimentalismo. Como de costumbre, llegué quince minutos antes de la hora acordada. Me senté en una mesa para cuatro personas. Una chica se acercó a la mesa.

    – ¿Puedo ofrecerle algo? – Preguntó ajustándose la gorra roja que llevaba puesta.

    – Una cerveza oscura, de barril. – Respondí entrelazando los dedos de mis manos.

    Cinco minutos más tarde, regresó la chica con la cerveza en un tarro. Le daba un pequeño sorbo cuando vi entrar a Alejandra. Llevaba unos vaqueros ajustados, zapatillas deportivas, una playera holgada y el cabello suelto. El corazón se aceleró como si quisiera salirse del pecho. Vuelcos del corazón, pensé cuando me secaba las manos que empezaban a sudar. Por instinto, me levanté como un resorte para ir a saludarla, pero algo me detuvo: quizá ese temblor que invadía mis piernas o los recuerdos de esa tarde cuando, llorando, me dijo que ya no me amaba más. Me senté derrotado y le di un largo sorbo a la cerveza.

    Se veía relajada, de la mano de un tipo alto y fornido. Sus gustos con los hombres habían cambiado. Yo era de estatura media y nada atlético. Le mordió los labios al darle un beso, como lo hacía conmigo. Así iniciaba ella con las caricias que poco a poco nos llevaban a la cama. Tuve una infame erección leve. Le pedí a la chica otra cerveza. De pronto, nuestras miradas se encontraron sin querer. Quedamos como un par de pendejos que no saben qué hacer en un momento embarazoso. Sonreímos forzadamente y levantamos las manos para saludarnos a distancia.

    Iba a pedir la tercera cerveza cuando llegó Miroslava. Hola, dijo mientras me daba un beso en la mejilla. La tomé del talle y la besé en los labios con un mordisco al finalizar. Quedó en shock por un instante. Cuando reaccionó me cacheteó. De soslayo vi que Alejandra de carcajeaba de mí. ¡Puta madre!

    Me dirigí a la salida del boliche. Le ofrecí una disculpa a Miroslava desde lejos. No le dio importancia a mis palabras que se perdieron en la estridencia del ulular de una ambulancia que pasaba en esos momentos. Miré el reloj ceñido a mi muñeca izquierda: eran las once de la noche. Llegué al departamento y el aroma a soledad asqueó mis fosas nasales. ¡La cagué!, me reprendí. Juré que al día siguiente le hablaría a Miroslava para pedirle perdón por lo sucedido. Me dormí pensando en ese mordisco que Alejandra le dio al tipo y las cachetadas de Miroslava.

    Al día siguiente, el toc-toc de la puerta me levantó, semidesnudo, de la cama: sólo traía puesto un bóxer. Quedé anonadado cuando abrí la puerta. Miroslava clavó la mirada en mi erección matinal. Un “Hola”, de ella, rompió el silencio incómodo.

    – Sólo vine a decirte un par de cosas-, articuló ansiosa -. Si ese beso me lo hubieras dado en otro momento y otro lugar, estaría ahora acostada en tu cama. Hace más de dos años que me atraes mucho. Ahora, - hizo un pequeña pausa y tragó saliva -, cuando decidas olvidar a tu ex, me llamas y te regreso el mordisco. - concluyó y se marchó.

    Hace seis meses que no sé nada de Miroslava. Me enteré que Alejandra ya vive con el tipo fornido y están planeando casarse. La semana pasada me la encontré en Altabrisa, estaba sola, y su saludo fue gélido e impersonal, como si nunca nos hubiéramos conocido. En el fondo todavía la amo, pero todo tiene su final.

    Espero que a Miroslava le guste la pasta y el vino tinto y aún quiera devolverme el mordisco. Faltan unos instantes para que salga del trabajo, es jefa en un tienda departamental. Son las siete de la noche. La veo salir sonriente. Aún no se percata de mi presencia. Se detuvo al verme.

    – Vine por el mordico – alzo el vino, el ramo de flores, y la pasta nos espera en mi departamento.

     
    #1

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