El narrador

Es una noche lluviosa, casi no se ve a través del vidrio del bar, parece que no va a parar nunca. Casi diez cigarros llevan consumidos en el cenicero, digo casi, porque el décimo aún está encendido. El peor café que tomé hasta ahora sigue intacto y helado dentro de la taza. Son varios los papeles arrugados que yacen alrededor de mi trazo, no he logrado hilvanar dos palabras lo que me pesca frustrada. De fondo escucho como coquetea un forastero con la mesera, una pareja que se ha peleado y reconciliado por lo menos unas seis veces y un ebrio que lleva puesta su vigésima ronda. Quizá sea cierto que éste no es el lugar apropiado, auque suele inspirarme este rustico escenario. Cuando me decidía a abandonar la necia obstinación de esperar las frases que por esta noche no iban a llegar, irrumpió la calma del lugar una mujer aterrorizada que se sentó en la mesa contigua. No dejaba de temblar y sollozar y casi no se entendía lo que murmuraba. Lo que de repente me confundió, fue caer en la cuenta de que estaba impecable, totalmente seca. No podría de ningún modo haber llegado en esas condiciones con el temporal que asechaba fuera. Comencé a observarla con detenimiento, miraba sus manos temblorosas, se miraba a través de la vidriera como queriendo descubrirse algo. Después de un momento de no conseguir ninguna conclusión certera sobre el comportamiento de aquella mujer, me dispuse a llamar a la camarera para pagar la cuenta y volver a mi cuarto de hotel. Quizá ahí podría por fin conseguir mi artículo por el que viajé tantos cientos de kilómetros. Insistí al llamado de la moza que parecía ni darse por enterada de que estaba en su horario de trabajo, seguía viendo a ese hombre como si fuera la última conquista que iba a conseguir el resto de su vida. Al no conseguir su atención me decidí a acercarme a la barra y pagarle de una vez. Quedé paralizada al ver todo alrededor como espectadora de una película de ficción barata. Era como si estuviera en otra dimensión; la camarera y su partido siquiera desviaron la mirada, la pareja parecía repetir exactas cada línea de su pelea como de su reconciliación una y mil veces; el borracho aquel parecía inmutable al efecto de su copa número 38 por lo menos. No me salía del asombro al descubrir que por alguna extraña razón sólo la mujer desconocida y yo éramos parte de la realidad, o eso pretendía creer. Entonces me animé a acercarme a ella y preguntarle que le había sucedido, quería que se tranquilizara para finalmente ver si ella compartía conmigo la sensación casi irremediable conque me había quedado. Pero al acercarme ella pareció horrorizarse, juntó sus manos y comenzó a rezar a gritos y a pedirme perdón. Perdón? Perdón porque? Nunca había visto antes a ésta mujer y sin embargo parecía ser yo su pesadilla más insoportable. Hastiada de tanta locura procedí a salir del lugar más aturdida que antes. Cuando llegué a la vereda lo primero que vi fue que la calle estaba seca y el cielo abierto lleno de estrellas como si nunca hubiese llovido. Caminé una cuadra y en medio de la calle avisté un auto parado con sus balizas encendidas y la puerta del conductor abierta. Un impulso o quizá sólo curiosidad me llevó caminar hacia él. Al llegar me embargó el espanto al ver que en el piso yacía un cuerpo boca abajo, cuando lo toque para voltearlo todavía estaba tibio lo que no puedo recordar es su cara, es todo lo que tengo en mi mente desde que abrí los ojos en este oscuro lugar. Pero no me puedo mover, que pasa? Dónde estoy? No puedo respirar…no puedo…

 

Una extraña sensación se desprende de tu maravilloso relato
mi querida amiga Paulamira.
¿Estaba la mujer enterrada viva? Esa es la incógnita que yo creo
que vibra al final de tu escrito, y esa aterradora duda es lo que lo convierte en algo
admirable y maravilloso.
Muchas gracias por este regalo.
Abrazos y estrellas para ti de tu amigo Eladio.
Te dejo reputación.

 

Gracias amigo si te contesto la pregunta pierde el efecto el relato jajaja. Necesitaba que un admirador del cine y de los escenarios criticara la calidad de este humilde escrito que no pretende ni por asomo ser cuento sino una prueba a mí misma de que soy capaz de escribir otras cosas aparte de mi amada poesía. saludos y gracias por estar amigo

 

Es un cuento estremecedor, de una maravilla perfecta y divina, muy lindo.

 

Gracias Jorge, es siempre un honor tener su opinión que además necesitaba para valorar mi escrito,saludos

 

Reverendo, ante todo muchísimas gracias por regalarme tu tiempo y detenerte a leerme.Tus comentarios me halagan y saber que hay mentes como las mías que pueden disfrutar de lo que escribo es muy alentador.Con respecto a la reputación puedo decirte que el sólo comentario de un escritor como vos para mí es reputación y más. me siento más que satisfecha por ello,gracias de nuevo y saludos