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El ocaso de la sequía

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Starsev Ionich, 19 de Abril de 2016. Respuestas: 4 | Visitas: 608

  1. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

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    El ocaso de la sequía


    I

    Caminaba con cuidado de no dislocarse por enésima vez el tobillo, sobre las dunas asimétricas, desordenadas y en un estado de rebeldía. Era la época de Jemial, o de sequía, la cual se extendería hasta inicios de abril. Recordó la nieve, que hacía pocos meses le congelaba las costillas, derritiéndose poco a poco a través de los diminutos poros de su velo negro. Hacía siglos había perdido la percepción del clima, pero reminiscencias milenarias de su vida como cazador, le devolvían esos placeres de antaño, de la misma forma como ahora cardones y otras especies de cactus -a causa de los taninos-, le provocaban escozor, en el lugar del que salían pequeños gusanos de múltiples colores y en donde algún día estuvieron sus fosas nasales.

    La muerte, luego de evocar la blancura de la nieve, empezó a pasar lista de las premoniciones místicas del lugar y trató de darle sentido a su viaje en la mitad de la nada. Entonces observó lo siguiente: meses atrás, una madre encinta tenía una alucinación durante el día, la cual había sido producida por su estado de deshidratación; la mujer alucinaba haber tenido a su hijo. Luego del parto, el recién nacido mostraba sus manos, las cuales carecían de dedos y pliegues. Sus amorfas extremidades se enraizaban a la tierra por medio de unas lianas grotescas, y su piel estaba llena de pequeñas pero lacerantes espinas que le hacían imposible de arrullar. El niño era el símil por antonomasia de algunas especies xerofitas que carecían de ramas para evitar el proceso de evaporación del agua, que tenián espinas en vez de hojas, y largas raíces para alcanzar las zonas freáticas, con el objetivo de apalear la escasez de agua sobre los médanos de desierto.

    La premonición concluía con un anexo del SIDM (Sistema internacional de difuntos del mundo), en el cual se informaba que, al parecer ese mismo niño había nacido en las condiciones descritas en la alucinación de la mujer, y que también moriría rápidamente debido a su condición. Por algo, allí se encontraba aquel espectro de la hoz, en la frontera que separaba Colombia de Venezuela… Se callaría la respiración del niño en su presencia.

    La interpretación que trataba de formular la muerte sobre aquella profecía -bajo ese calor supra –infernal y en medio de maldiciones dirigidas a su vestimenta medieval de verdugo-, era que el niño había tratado de almacenar todo el líquido intrauterino de su madre para aminorar los efectos de la sequía, y en algún momento brindarlo como reserva a su clan. Pero todo indicaba que los de su clan, los Wayuu, no entendían el mensaje de los espíritus. Creyeron que el infante seria una maldición para su etnia, un Arijuna, o persona de otro mundo; un espectro maldito. Estuvieron dispuestos a convertirlo en un Yoruja, o un espíritu errante de muerte.

    Aparte de la premonición y muerte del niño con alma de cactus, a la muerte también le causaba curiosidad la cantidad alarmante de niños que iban a morir por causa de la desnutrición, los cuales eran citados en el informe sostenido por sus manos huesudas. Los párvulos pertenecientes a los clanes Epieyu, Uriana e Ipuana, eran los que alcanzaban la cima, de una estadística irrisoria que le recordaba a antiguos guetos y campos de concentración. Pocas veces sentía aversión por su trabajo como en ese momento.

    Parece que las futuras defunciones que tendría que sentenciar en mitad del desierto, no eran casos aislados, sino que estaban relacionadas entre sí, y sobre todo estaban relacionadas con el pasado de la etnia; porque esta, había sido objeto de injusticias y vejámenes, al igual que en la actualidad. A causa de una colonización infernal, del descuido por parte de la centralización del poder, y de la explotación de los recursos naturales por entidades extranjeras que pagaban salarios irrisorios, los Wayuu estaban muriendo. La guajira, lugar de sus asentamientos, era rica en sal, carbón y otros recursos naturales; pero esta naturaleza ancestral ya no les pertenecía. Ni siquiera tenían para sí, el caucho del mágico Divi divi. Los Wayuu habían sido alejados, periodo tras periodo de la historia, de los ríos Ranchería y Limón, del oasis tropical Macuina, llegando al punto irónico, pero respetable, de haberlo configurado en su cosmogonía como el lugar después de la muerte…, estando a solo unos pocos kilómetros de sus Malokas, pero para ellos, a distancias imperecederas. Era un pueblo repleto de ironías, pues su hacinamiento hacia esa costa inhóspita, había mantenido sus tradiciones y sus neveras libres de bebidas como la Coca - Cola, que producían osteoporosis, diabetes, y otros males, pertenecientes -para ellos- a la brujería blanca.

    La muerte, siguió leyendo la justificación del informe de fallecimientos prematuros, en las hojas desgastadas…, dobladas por los fuertes vientos y su ira en tono creciente aumentaba la temperatura del desierto. Resultó leyendo que, el clan de los Epieyu, hace poco habían sido despojados de sus tierras, las cuales estaban asentadas cerca a un pequeño número de refrescantes espinares… En el pequeño Miichipala, o caserío, -donde se separan unos linajes de otros-, había yuca, maíz y frijol. También hubo unas pocas cabras, pero murieron de hambre. Se desató el odio entre hermanos y aumentaron las rencillas entre compadres, pues ya no hubo ofrendas para resarcir las ofensas y aminorar los cambios de humor que padecían los hombres a causa de la chicha de yuca.

    Producto de la larga sequia, y teniendo en cuenta que Jupayu, o el periodo de las lluvias, tanto en el calendario plano de los blancos, como en el de su espiral, se encontraba aún lejos; Los Piachi´, o viejos sabios, canjearon su territorio, por unas garrafas de agua, a un concejal mestizo, y a unos hoteleros de ojos verdes y piel de gallina bajo el sol, los cuales, por símbolo tenían un pequeño jeroglífico que recordaba a Malaiea, el creador; pero este hecho fue de buen augurio para los inocentes taitas.

    II

    El agua canjeada, les abasteció, al menos para llegar hasta los espinares en donde yo me encontraba. El alcalde de la zona no les habría dado el líquido completo que les correspondía, pues tuvo que llenar su piscina, en donde sus mujeres exhibían las nalgas tatuadas, con su rostro de alcalde excéntrico.

    Terminé de leer la justificación histórica de mi misión. Recordé lo que eran las lágrimas y de mis cuencas salió disparado un alacrán. Tocando el lugar donde alguna vez fueron mis pulmones, tome aire. Sonreí, sintiéndome orgulloso de que aún me quedaran dientes, y pensé que de pronto los Wayuu tendrían la razón: pasarían unas vacaciones en Macuina, el paraíso…

    Vi como desfallecía la gente, primero observé a los niños, luego a los ancianos. Ya el niño de la premonición se encontraba en una jaula. Este niño no olía a humano, sino a bosque, a liana, a Yaré, a venas de la madre ancestral. Por esto, lograba confundirme, y opté por seguir el rastro que dibujaba en la arena, haciéndola más oscura, debido a la humedad de sus enredaderas. Sus arbustos dejaban marcas, que me hacían más fácil el trabajo.

    Ya hace bastantes horas el agua de los Wayuu se había acabado, y el sol inclemente no bajaba la guardia. Yo sólo me limitaba a tachar. Tachaba tranquilamente los nombres de mi lista a medida que caían, uno a uno, los pequeños cuerpos.

    Escuche los gritos de dolor, los rezos en Wayuunaiki, vi la procesión que paraba a cada velorio inminente. También escuché el maltrato hacia la madre del niño – mito, el niño cactus; la escupían, la maldecían, ni siquiera en su lengua, pues pensaban que deshonrarían a sus antepasados:

    -Todo por tu vientre maldito-, decía uno de los taitas airando con furia sus brazos.
    -¡Estamos en la estación de sequía, es injusto que humillen a esta mujer así! ¡Luego de que mascó la yuca para su chicha, y tuvo caliente para ustedes las ollas de barro, cuando el hambre atacaba sus tripas!-, una mujer joven masculló.
    -Esto no es asunto tuyo mujer, no busques que inventemos linajes tuyos con la madre y su engendro-, replico un hombre con ironía.
    -¡Ya ven como nos separa, tiene un espíritu de maldad, de enemistad, es lo contrario a las cabras! ¡Solo siembra terror y muerte!-, dijo un hombre joven. -¡Hay que matarle!-, decidieron todos.

    Yo, la muerte, preferí mirar al horizonte. Preferí dilucidar qué otro sitio me depararía el destino. En mi tabla de decesos próximos se multiplicaban las hojas maniáticamente. Regresé a la pagina en que venía trabajando, luego del incomodo suceso, cuando pararon los Wayuu de ofenderse… El niño luego de ser atacado, se aferró a la arena, y una sangre roja, pero cristalina, formaba un estanque donde hacían nido las serpientes. Su madre lloraba.

    Me disponía a borrar de mi lista a Omegawiki, -así se llamaba el niño del mito-, cuando una gota espesa y solitaria cayó sobre mi trabajo, haciendo ininteligible los otros nombres que venían después, en esa lengua que me causo tantos problemas aprender. Vinieron más gotas rítmicas, con la ilusión de aunarse en un solo lago refrescante. Los Wayuu pusieron a llenar las canecas, en las cuales, antes de que lloviera, las mujeres preñadas descansaban, imaginando que la tragedia las contagiaba, al parir un engendro como el que acababa de morir.

    Miraban a la madre de la criatura, con la solidaridad de otra madre, pero con la desidia que impartían los hombres sabios y que eran el ejemplo a seguir. Aun así, ayudaron a desaparecer los rastros en la arena fangosa y abrazaron a la mujer. La mujer por fin entendió los designios de los espíritus de sus antepasados: su hijo debía morir, para que otros vivieran, como un gran rio que cambia de cauce y refresca la tierra árida.
     
    #1
    Última modificación: 19 de Abril de 2016
    A zen-Roma, joblam y marlene2m les gusta esto.
  2. marlene2m

    marlene2m Miembro del Jurado Miembro del Equipo Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    Representa el sentido profundo
    de una realidad tangible ,la desolación y el
    desosiego que padece una comunidad , y el hombre
    en vez de sentir compasión se aprovecha de ello.

    Describes de una forma profunda y espiritual
    una realidad que se intuye y palpa pero cargada
    de misticismo.
    Excelente.
    Saludo
     
    #2
  3. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

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    Hola gracias por tu mensaje... A pesar de tus flores releí mi escrito y encontré importante errores de coherencia y cohesión... Me fui de apresurado la primera vez que lo escribí... creo que ahora le hice una mejora sustanciosa. Un abrazo y gracias por pasarte a mis letras.
     
    #3
  4. joblam

    joblam Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Con una narrativa muy entretenida, describes un mundo que conoces a cabalidad por el desarrollo de la trama. Muy interesante tu trabajo sobre todo por la personificación de la muerte. Felicitaciones. Saludos cordiales.
     
    #4
  5. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

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