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El ocaso de marcos chagualo

Tema en 'Prosa: Obra maestra' comenzado por Daniel Espinosa, 21 de Abril de 2012. Respuestas: 2 | Visitas: 3937

  1. Daniel Espinosa

    Daniel Espinosa Poeta adicto al portal

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    Aquel día, el 4 de noviembre de 1996, no fue igual que los demás: calurosos, serenos, lentos, suaves, o bulliciosos al olor esperanza que trae consigo la recolección del café de pequeños cultivadores en esa época del año; antes del medio día, llegaron los primeros rumores sobre la posible llegada de las “autodefensas unidas de Córdoba y Urabá”, algunos labriegos ratificaban que en días anteriores, un grupo sangriento de encapuchados habían llegado a veredas y corregimientos aledaños, masacrando a campesinos.

    Hacia la 1 p.m, en la carretera principal, sobre la montaña perfilada, observaron los camiones, a lo lejos, se podía ver que pendían banderas rojas y negras, se escuchaba el rugir de los motores de los vehículos que descendieron rápidamente hasta llegar al pequeño parque principal, cuenta Beatriz Jaramillo.

    “Llegaron y mandaron reunir toda la gente del pueblo, nos llamaron para que asistiéramos a una reunión en el atrio de la iglesia, cuando yo llegué, toda la gente estaba asustada, había un ambiente sepulcral, hombres armados con fusiles, muchos de estos tenían capuchas, nadie decía nada, vi como traían una persona casi arrastrando, le daban “plan” con sus “machetes”, lo ultrajaban, mientras en la mitad del pueblo todo el mundo se preguntaba ¿quien será ese?……cuando estaban cerca de la casa de Ovidio Loaiza, vi que era mi papá, reconocí la ropa que tenía ese día, ya deshilachada, y entonces presentí que era su final, Marcos Chagualo, el papá de los chagualos, murmuraba algunos”.


    Tres paramilitares, azotaban contra la dignidad de Marcos Jaramillo, terminaron de conducirlo hasta donde toda la muchedumbre esperaba, en todo el centro de la calle, cerca de 200 personas, entre hombres, mujeres y niños, soportaban en silencio, la realidad de la muerte a pocos metros, las mujeres sollozaban, los hombres en cambio experimentaban la impotencia.

    Guerrillero, guerrillero! Gritaban los paramilitares, relata Beatriz, la única hija mujer de Marcos que lo acompañaba en ese momento, “pacho” otro de los hijos logró huir, según narran los habitantes, también lo iban a asesinar.

    A las cuatro de la tarde, las calles estaban llenas de polvo y sangre, los moradores estaban de pie, algunos cansados y otros sumergidos en el dolor y la desesperanza, parecía que la tarde no iba a acabar, aduce Beatriz, mientras un lagrimón aparece en su rostro y continua con algún esfuerzo, “cortaron sus cabellos con machetes, lo abofeteaban y arrancaban en cada “planazo” en sus costillas, espalda, partes de su piel, sus piernas temblaban, pero él seguía de pie”

    Aparece la ira y la melancolía retorna, después de recordar que su padre, frente a las humillaciones y acusaciones no lanzó ningún alarido, tampoco así supiera que iba a morir, arrodilló su dignidad, no pronunció palabra alguna, cuenta Beatriz que sus ojos estaban más vivos que nunca, acababa de estrenar operación de corneas; a las palabras obscenas que le gritaban reía como lo hacen tal vez los payasos en pleno acto, para no matar la magia del horroroso escenario de la muerte.

    Para Isabel, hermana de Marcos, los minutos pasaban silenciosamente, la tarde caía, hasta la aves parecían haberse marchado, la multitud y ella clamaban a Dios, que un milagro detuviera tal castigo, que aquellos hombres vestidos de verde, encapuchados y malhechores abandonaran el poblado sin hacerle daño a nadie, recuerda que el reloj de la pequeña iglesia los torturaba replicando el tic tac, tic tac … mientras que los rayos del sol se ocultaban detrás del municipio de Toledo, ubicado en una montaña al occidente, sin que pudieran mover ni un solo dedo.

    Beatriz soportaba junto a los habitantes de Ochalí las torturas que le hacían a su padre, solicitó que sus hijos, Carolina de 10 y Juan Camilo de 7 años, se pudieran ir, para que no presenciaran esta tragedia, uno de los encapuchados asintió, Isabel hermana de Marcos conocida como “la chava” salió con los niños y se perdió susurrando el rosario casi en silencio por la empinada calle, los niños lloraban desconsoladamente.

    Los verdugos, azotaban sin piedad a su victima que yacía de rodillas como esperando el golpe de gracia, su hija Beatriz en un acto de valor, de desesperación y dolor pidió a los paramilitares que si lo iban a matar al final, que lo hicieran y no lo maltrataran más, a su vez manifestó “mátenme con él”.

    Para algunos no fue fácil verlo allí, Marcos es un recuerdo imborrable para el pueblo, era lujurioso, bohemio, coqueto, enamorado, un hombre amable en el trato, de ternura desmedida con sus semejantes, usó siempre finos sombreros, Rosita su esposa cuidaba de sus ropas, sus mujeres ”sus hijas” eran su vida, tuvo otros hijos fuera del matrimonio “como seis”, que así no fuesen reconocidos ante la notaría, siempre fueron bien recibidos en su casa, llena de arboles “chagualos”, del que recibieron el apelativo “los Chagualos”.

    … muchos de los pobladores en voz de protesta aún hoy señalan “el Estado y las autoridades del municipio de Yarumal, nunca asumieron la responsabilidad, en esos momentos el poder es para los malos, el Ejército, el alcalde, nadie dijo nada, ni siquiera los medios de comunicación que así sea por teléfono averiguan que pasó, nada” Ochalí, igual que Marcos Chagualo, murió ese día para el Mundo.



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    Daniel Espinosa Zapata
    Poeta de Ochalí
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    Fue doloroso rosa... si la muerte de mi abuelo... fue traumática... pero está en la paz de Dios... !!gracias a vos por pasar..
     
    #3

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