El oído miente.

La experiencia quita de la sabana un molde de pura gente supervisando el arma perfecta, un individuo entra a la casa, toma las sabanas se acoraza al pecho todo lo que tenga valor y mete dentro de tus zapatos, la nota: ¡tenemos a tu padre y a tu madre!, ¿Por qué empeorar con versos el magnicidio de la conferencia del mes pasado?

La única balsa de valor mediante el fuego (denoto que el tiempo ha pasado para seguir pensando en la única salvación), es una reja que va acumulada, por el paso de los meses en una antorcha que estropea el gran significado de las cosas… es su propio motor y la pregunta ahora retrocede los años, ¿de qué sirve un viaje?.

El planeta que una vez fue hallado someterá mediante la justicia el olor de la mañana que embotella en ojos casi verdes los siniestro labios de un doctor, el color matinal de la mañana que se enreda en los grumos de las escobas y la bola tardía de resurección que mata a los lugares mas escondidos. Es por eso que escucho el eclipse que pasa debajo de los mismos leñadores, atravesando el soldado próximo a cambiar la hora en su reloj por años tardíos que reprochan el único folklor que nos deja esa onda tropical que avecina en los corazones.

Ya no queda nada dentro de la casa de los muebles, y la hora es mas exacta que una semana, pero se mezcla la nieve con el sudor, y la cara con las olas de mar; techo y casa o casa y lujos, soy mas directo centenas de peces y ruedas de colores. Cada uno de los peces esperando ser una roca que estalla y nadie percibe que el ruido de la ola es mas promiscuo que la noche. Un pez, dos peces, ¿Por qué molestar?.