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El Paraguas

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Orfelunio, 18 de Mayo de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 981

  1. Orfelunio

    Orfelunio Poeta veterano en el portal

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    El Paraguas




    Era una tarde fría de invierno, en una calle solitaria que parecía no tener fin. Ignacio caminaba abrigado hasta las cejas, un cigarrillo en la mano, los zapatos mojados y el paso contenido. El murmullo del agua al pasar algún que otro vehículo contrastaba con el silencio del presente y los gritos del pasado. La lluvia se dejó notar con más fuerza, y al sentir los primeros escalofríos del recuerdo buscó refugio bajo la repisa de un portal. La mirada de Ignacio se perdía entre la cortina de agua y el salpicar de las gotas en el asfalto. Por un momento imaginó ver la silueta de Ana, saludando como tantas otras veces, desde la ventanilla al final del autobús, pero no hubo saludo, ni tampoco era Ana, aquella chica bonita de piel morena de quien estuvo enamorado, pero sí el mismo portal. Se agolparon los recuerdos en su memoria, al comprobar que nada había cambiado en ese lugar. -"Adiós Ana"- dijo en voz baja, y pensó por un momento que aún era aquel muchacho de pelo lacio y claro, piel suave y cara angelical, reflejo de la inocencia y de todo un mundo por descubrir, y aquella gorda señora que se apeó del autobús la joven y encantadora Ana. Ahora, era un viejo de cabellos plateados y ceño fruncido, que sólo guardaba de aquella juventud la imaginación y una mirada melancólica.

    Ignacio se sintió inquieto al observar que a su lado, y apoyado en el portal, había un viejo paraguas de color negro, "como aquel de papá"... -recordó Ignacio-, que parecía estar esperando el reclamo de su dueño. Una nueva sorpresa le aguardaba, cuando un perro que deambulaba perdido bajo la lluvia se acercó al portal buscando cobijo y meneando la cola. Imaginó a Luki, un perro que tuvo en su niñez, al cual recordaba bajando las escaleras para nunca más volver, y le hizo un hueco a su lado. Cuando se apaciguó la lluvia, cogió el paraguas y emprendió el camino. Luki siguió a Ignacio. Al llegar a casa una señora abrió la puerta, y dijo Ignacio: "¡Mamá he encontrado a Luki!". La señora contestó: "No le da vergüenza, con la edad que tiene, ¡ande, váyase a casa y deje de molestar!". "¡Mamá, también he encontrado el paraguas de papá!", exclamó de nuevo Ignacio, y se cerró la puerta. Bajó las escaleras sabiendo que nunca más las volvería a pisar, al igual que Luki. Aquella casa, aquellas paredes y escaleras que tantos recuerdos guardaban de su juventud, le hicieron comprender que los lugares pueden ser los mismos, pero las personas cambian. Se marchó contento, no importaba adonde, había encontrado su perro, el paraguas de papá y así mismo en la imaginación y el recuerdo. Al salir del patio, no muy lejana escuchó una melodía, canción de adolescencia y de corazones enamorados: “Tú tenías quince años yo no había cumplido aún los dieciséis, desde entonces soy feliz, tal y como lo soñé”.

    Ignacio abrió el paraguas y caminó sin rumbo, junto a Luki. Un papel pendía de una de las aristas del paraguas, cogió el papel y leyó la nota: "Te espero en la parada del autobús que ya sabes". Era la nota que Ana le entregó en aquel portal, perdida durante sesenta años. Recordó a la vieja y gorda señora. De nuevo había llegado tarde a la cita. Todo fue un sueño, pero todo es real, menos la nota, la señora, y el paraguas.

    "Juventud divino tesoro". ¡Que no nos falte nunca, aunque seamos mayores! Un recuerdo para todas aquellas personas que padecen Alzheimer, con las que he podido compartir un año de mi vida.


    Un saludo
     
    #1

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