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El paso del Áspid

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Orfelunio, 9 de Noviembre de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 783

  1. Orfelunio

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    El paso del Áspid

    Caía la tarde sobre la sombra del pueblo. Ese día llegó Gotnark Herderlnils con dos maletas antiguas, una negra melena y unas barbas larguísimas. Un sombrero ocupaba el talento de un hombre vulgar, salvo por los aires y defectos ambiguos… Corría la calle sin ser visto hacia el infinito; fin sin porvenir con la estrella y sin verdugos ni celdas. Lo recibió un hombre ya viejo que dedicaba sus últimos días a recopilar memorias de antepasados confusos… Idolatraban al Judío.

    Los rascacielos impedían ver la naturaleza escondida detrás de sus piedras. Unos mendigos arrastraban la carne de un perro cazado; unos gatos de esquelética mirada acechaban la lumbre donde el fuego alimenta los inconvenientes del mundano frío. Dormía la urbe sobre la noche despierta de una manzana podrida. El misterio, que a todos acude, seducía los rostros enrojecidos al calor encendido de unos nombres sin patria. Por ese mundo pasó Ernst Schulz y les propuso, -su experiencia de acusado-, espabilar el fuego más allá del reducto local, cuyos humos separaba el vapor de la inconsciente urbe. La propuesta la recibieron con entusiasmo. Un incendio de esas dimensiones debe mantener su fuego vivo en la eternidad desmesurada. Aun hoy dedican algunos, tiempo, para alimentar las brasas cuyo núcleo dicen ser inicio de los males humanos...

    La fiesta, adornada con la maestría de unas manos seculares, oscureció con la llegada a sus jardines el reptil sinuoso y hábil, que no merecía el alegre acariciar de un festín preparado junto al árbol de la vida, más allá del bien y del mal. El intruso, vestido con las alas del conocimiento, acudió invitado de egoísmo. Nils Norburik ojeaba, junto al comisario, el currículo preciso de un personaje subalterno cuyo papel imprevisto hizo cambiar el guión, adecuando la obra al director y censurando el inconveniente de un mordisco envenenado…

    El reo fue conducido, llevando su madero a cuestas, hasta las inmediaciones de una montaña mortal. Allí fue clavado y alzado para escarmiento de los que osan la libertad comprometiendo la contribución de los corderos pascuales. Acudieron a la conclusión ejecutivos empedrados de intereses futuros; nadie estuvo allí de pie cuando tembló la geografía; dos mujeres y un presunto le lloraban diferentes; una por la herencia roja, otra por la noche sola; otro por presunto, era hijo adoptado junto al suelo inope. A lo lejos, manteniendo la distancia, los indigentes sorprendidos apagaron los incendios. El comisario, consternado y sin palabras, tosió la tesitura estructurando el camino que aconseja a los saulos intervenir en la cotidianeidad de los verdugos, cuya vida, ajena al simbolismo que la historia crea, devenían amarguras de unos sueldos empobrecidos que otorgaba un imperio, asesinando y consintiendo el sacrificio reducido para un grupo de intelectos destruidos.

    La serpiente, por fin, consiguió hacerse un hueco para ser leyenda memorada por los hijos de la idolatría… Nils Norburik y Ernst Schulz habían hecho bien su trabajo; recibieron los divinos premios, celebrados cada eón, de un cielo y un infierno. Gotnark Herderlnils siguió su camino, aún más confundido, hasta que el equino vislumbró la metáfora de una cabriola al paso del áspid.
     
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