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el peluso (cuento)

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por dffiomme, 18 de Noviembre de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 1239

  1. dffiomme

    dffiomme Poeta asiduo al portal

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    Hombre
    En comarca de Sayago, muy cerquita de Fariza, hay una pequeña aldea que se llama Coscurrita.
    Pues bien en aquella aldea, en oscurecidas horas, me contaron la leyenda que hubo ocurrido en Zamora: es la historia de un zagal al que llamaban Peluso, por una larga melena de tirabuzones rubios, y que ahora les relato, aunque cause algún disgusto.
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    En la ribera del Duero, donde se encienden los vinos, ocurrió la triste historia de un personaje, el Domingo, más que por festivo nombre, por su apodo conocido, era llamado el Peluso por su larga cabellera de tirabuzones rubios.
    Una noche sin estrellas le dijeron los amigos: cuida que la muerte acecha y el buscarte a prometido. A aquel joven personaje se le erizaron los rizos y fue su larga melena, de color rubio pajizo, cual una frondosa estera encrespada por su instinto.
    Cuando a aquel joven pastor le dijeron al oído: La muerte te esta buscando por dar fin a tu destino. Sintió crujir en sus carnes un miedo nunca descrito. Pensó el zagal cómo hacer para esquivar a Narcisa, pues en verdad no tenía por morir, ninguna prisa, y en una pequeña aldea por nombre el de Coscurrita, se fue a esconder el Peluso, muy cerquita de Fariza, donde tomaba sus vinos para olvidar su desdicha.
    Fue Carlos el dueño del bar, quien le sugirió la idea: Si a ti te busca la muerte, para parar tu quimera, intenta tú el engañarla cortándote la melena, así si busca al Peluso, no podrá conseguir pruebas, pues no serás el Peluso si no tienes tu melena.
    Buscó rápido a un barbero y su cabeza rapó, a la mañana siguiente nadie le llamo Peluso, pues por su brillante esfera, le dijeron el pelón.
    Iba buscando la muerte, por las tierras de León, a su victima el Peluso; pero nadie contestó que conociera aquel hombre, ni a un peluso ni a un pelón. Y tras de cruzar la muerte una montaña, el culebro, en unas tempranas horas, se fue adentrando en Fariza, en las tierras de Zamora. Y fue a parar un momento, por dar a sus pies descanso, en la pequeña taberna que regentaba el tal Carlos. A este le preguntó: ¡tu conoces al peluso?. Y él con miedo contestó. Yo no conozco al Peluso, yo solo sé de un pelón. Una sonrisa la cara de Narcisa iluminó y, sin demostrarle prisa, nuevamente preguntó, percatada del engaño que aquel hombre procuró. Si no conoces al Peluso, infórmame por favor, donde podría encontrar a ese llamado pelón.
    Al recibir la respuesta de su nueva dirección, dándole prisa a sus pasos hacia allá se encaminó y, tras divisar la aldea, una risa le inundó. Después de subir la cuesta, por nombre el de Rita el perro, disfrazada la Narcisa le preguntó al Benito, cuñado de la Felisa, donde podría encontrar a uno llamado el pelón, y el inocente Benito a la muerte contestó que aquel tan amable chico vivía con el Melchor, e indicándole la casa hasta ella le acompañó.
    Estando frente a la verja donde vivía el Melchor, llamó con gestos suaves y con muy melosa voz: Hola Melchor, buenos días, ¿anda por ahí el pelón?. Ha subido hacia la ermita. Le contestó el tío Melchor y muy rápida la muerte, aquel camino siguió.
    En una extensa pradera, con su vara de pastor y con unas cien ovejas, se encontraba el tal pelón, cubierto hasta las orejas por un oscuro mantón. Nada mas ver a la muerte, le dio un vuelco el corazón, pues le pareció tan bella que el zagal se enamoró, ella sonrió sus risas, tramando su perdición.
    En una cercana fuente, por nombre bebe o no bebe, aquella joven pareja se entregó a sus placeres. Y bebiéndose los besos, entregados al amor, le hizo ella una pregunta y a aquel muchacho engañó: ¿No te llamaban Peluso, por tu preciosa melena?. Le preguntaba la muerte al pelón entre sus piernas. Cegado por la pasión y procurando sigilo, aquel zagal confesó. Que la muerte me buscaba, un amigo me avisó, y por poder engañarla corté mi larga melena convirtiéndome en pelón.
    Una exagerada risa dejó escapar la muchacha, mientras sabida de aquello, desfiguraba su cara y sus lindos ojos negros se tornaron escarlata y fue cambiando por huesos el óvalo de su cara, mientras con siniestro dedo al Peluso señalaba.
    Llevo buscándote un tiempo, y al fin te llega tu hora, te romperé el corazón en las tierras de Zamora.
    El pelón balbuceó con palidez en el rostro, le dijo. Yo soy pelón, el que tu buscas es otro. Yo buscaba a un tal Peluso por romper su corazón, pero si no está el Peluso, me he de llevar al pelón
    A la mañana siguiente, entre la escarcha del día, encontraron al Peluso tirado sobre una ría, en las tierras de Zamora, en una mañana fría.
     
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