El Poeta de los Amores Rotos

Escribir un poema de amor es una herida que sangra en cada palabra, un eco de noches donde el alma se desmorona y se vuelve a edificar en el temblor de otras manos. Nadie que haya sido amado sin grietas puede trazar versos que quemen, que hablen en la lengua de los cuerpos ausentes, de los labios que fueron casa y luego destierro.

Escribir de amor es confesar la herida, admitir que alguna vez nos pisotearon el pecho y aún así, seguimos respirando con la esperanza de otra piel. Nadie puede hablar de amor sin haber sido roto, traicionado, sin haber sentido cómo la confianza se hace trizas bajo las uñas de quien prometió eternidad y se marchó antes del alba.

Porque siempre está ella, la que llega con promesas en los ojos y cuchillos en la boca. La que te besa como si fueses el único hombre en la tierra, y te deja como si nunca hubieses existido. Ella, la que se va con tu nombre entre los dientes y lo escupe en otra cama. La que convierte tus caricias en escombros, la que aprende a pronunciar "para siempre" con la caducidad de un susurro.

Y después, cuando el polvo de la ruina se asienta, aparece la otra. La que reconstruye, la que recoge los pedazos sin prisa, la que entiende que el amor no es solo fuego sino también ceniza. La que con paciencia hila cada fragmento y no teme a tus sombras. La que con un roce hace que los escombros vuelvan a latir.

Porque amar es sobrevivir a la destrucción, es saber que toda pasión es una danza entre lo que se rompe y lo que renace. Escribir un poema de amor es arrancarse la piel, es recordar cada despedida como un tatuaje en los huesos, es confesar que sí, hubo una mujer que te destruyó, pero también otra que, sin pedirlo, sin planearlo, te enseñó que las ruinas también pueden ser hogar.

 

"el amor no es solo fuego sino también ceniza", cómo resonó en mí ese fragmento... Abrazo

 

La labor de un escritor es contar la historia, crear sentimientos que atraviesen el tiempo y la piel, despertar en el lector recuerdos que quizás nunca vivió pero que, al leerlos, siente como suyos. Es un oficio de arquitecto y cirujano: construir mundos con palabras y abrir heridas con la precisión de quien conoce la fragilidad humana. Un escritor no solo narra; desentierra emociones, da forma al dolor y a la esperanza, moldea con letras lo que otros apenas susurran en la noche. Su tarea no es solo escribir, sino hacer que cada página resuene en los rincones más ocultos del alma.