El Poeta

Los rayos del sol, con su blancor cegador, inundan los prados donde un conglomerado de regias casas están en posición militar de escuadrón. En una de ellas, una mujer de alta cuna pare a un futuro poeta. Que en noches de clarividencia apesadumbrada ha de cantar las gestas de sus compatriotas. Que en lucha encarnizada con la Muerte serán el despojo vil de los buitres. El niño se familiariza en su biblioteca materna con las lumbreras literarias de un decadente siglo. Y va alimentando la intuición estética; que hará de él el médium entre Dios y los hombres. Su padre ha ya tiempo que murió de apoplejía. Descansando en el camposanto privado de sus ancestros. Pero un peligro se cierne sobre la comarca. Y es la llegada de la peste. Que en vilo tiene a las gentes que, hasta el momento de la noticia, disipaban sus horas en comer, beber y hacer sexo. Ahora la palidez demacrada se dibuja en sus deslavazados rostros preocupados. Pero ya es tarde. La enfermedad mortal progresa con su haz de medialuna menguante sobre la villa. Catapultando las vidas todas. Excepto la del joven poeta. Que está tocado con la vara mágica de la inmunidad inmaterial de turbulenta gracia.