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El progreso

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Starsev Ionich, 2 de Abril de 2016. Respuestas: 2 | Visitas: 1276

  1. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

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    26 de Marzo de 2011
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    El progreso

    Los altos muros ponían en aprietos el tizne negro de los automotores, en su afán de contaminar el pequeño parque donde una serenidad forzada irrumpía en los sueños de los peces con delirios de ballena, los cuales, se zambullían en la fuente de champaña bruscamente batida.

    El humo intruso se hacía enredadera, hacía espirales en el aire con el humo de los cigarrillos, más específicamente con el del veinteavo en el último cuarto de hora. Jugaba entonces la fusión de los químicos con ser la corriente de Humboldt; transportando las palabras, los murmullos en las salas y también uno que otro eco de gritos cadavéricos También transportaba las señales tacitas, la extinción de sí misma...

    Poco a poco la mezcla iba perdiendo identidad para su progenitor, quien aseguraba que otra vez estaba la respiración de los carros invadiendo el espacio del humo de cigarrillo. - ¡Ahí estas de nuevo maldito engendro, con tu ego de dominador de la galaxia, eres el Xenu reencarnado!… ¡Hubbard tenía la razón, todos seremos unos sodomitas! -.

    Primero lo atestiguaba con decisión, luego ante la imposibilidad de huir lo hacía con mayor ahínco, pero con respeto. Pocos minutos después, la furia dominaba sus cansados músculos atrapados por la camisa de fuerza y su coprolalia se ponía sucia como los retretes del segundo piso. Al final de todo el estrés, y sin posibilidad de escapar, lloraba tranquilamente cantando un himno de la Luftwafe, imaginando que era aquel pequeño niño obstinado acompañado por un tambor de hojalata; una de las historias de Grass que tanto le apasionaban en su antigua vida de lector consumado.

    Las mujeres de bata rosada soltaban la camisa de fuerza y sin que se lo pidieran más de una vez, el hombre se permitía hablar con otro de vidrios gruesos, mientras este último completaba la segunda anamnesis diaria.

    Luego solo era Don Wilson, y ya no el cienciólogo elegido por las cortes de Júpiter. Entonces preguntaba cuanto faltaría para el día de las visitas. Ya quería recibir la parte que le correspondía de su pensión para aprender las últimas figuras del curso de origami, con los billetes que no podía gastar en el peligroso mundo exterior.

    Los hombres de bata blanca brindaban en el auditorio, donde estudiantes incipientes cogían a los internos como al paredón. Una vez más el paciente número 16 estaba mejorando. Con las suspicacias de Macgyver, como convirtiendo un molinillo en ventilador, el centro psiquiátrico se valía de enfoques obsoletos y tan poco "new waves”, y lograba posicionarse como uno de los más efectivos de la ciudad; en contra de todos los pronósticos y a pesar de la escasez de fluoxetina, carbamacepina, y otros medicamentos.

    Yo barría apaciblemente los gusanos de la reencarnación, y me contenía contra la pared la ambigüedad de mi carácter con sus espadas… Don Wilson ya no era envenenado, eso me alegraba. Pero de todas maneras, su Neruda interno iba desapareciendo gradualmente y por aproximaciones sucesivas. Una lástima como la de mis gigantes ángeles de colores, que ya casi no los veía por estos lares, especialmente los días martes de ahuyama.
     
    #1
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  2. LIBRA8

    LIBRA8 Invitado

    Muy buena prosa. Mis felicitaciones, poeta. Un saludo.
     
    #2
  3. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    26 de Marzo de 2011
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    Gracias Libras, tu pequeño comentario es tan fuerte como los murmullos en mi cabeza, quienes me dicen que tengo que escribirlo todo. Un saludo y muchas gracias por tu tiempo.
     
    #3

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