El relato

Permítanme contarles una historia ocurrida hace poco, y aunque en ella no haga fantástica aparición algún ser o criatura espeluznante, os garantizo que igual se deleitaran con ella, pues como suele ocurrir con las mejores historias esta es ciento por ciento verdadera, créanlo, porque yo mismo la he vivido.

El misterio del relato no estriba en lo excepcional del hecho, no, radica en la posibilidad misma de que sucesos como este ocurran a diario y hasta pasen desapercibidos para los ojos mas triviales.

Me encontraba yo rumbo a Puebla, en una de esas típicas noches de luna que provocan desasosiego y despiertan la imaginación, estaba yo en una carretera completamente desierta, cuando de pronto a mi derecha un par de ineptos rufianes a bordo de una Harley pasaron en frenética carrera; no crean que me asombre porque hubiese una competencia clandestina de motos a las tres de la mañana, me asombre por lo que vino después. Apenas acababa de recuperarme del susto causado por la Harley, cuando un par mas paso a mi izquierda, lanzando alaridos de enajenación, ya imaginaran ustedes lo mucho que me molesto, sobre todo cuando el ultimo acompañante volteo para dedicarme una obscena seña.

Con gusto habría dado una lección a ese tipo, mas cambie inmediatamente de opinión, pues en su alocada carrera voltear no pareció ser su mejor elección; la motocicleta trastabillo un poco haciendo que el infeliz perdiera su escaso equilibrio y expulsándolo terriblemente por encima de mi auto en movimiento.

El sonido amigos míos fue espantoso, tan espantoso que aun lo recuerdo imaginando la escena, un crujir de músculos y huesos hechos puré sobre el asfalto de la carretera. Pero la cosa no acaba aquí, aun falta la parte excepcional de este relato, pues en aquel estado de shock pude ver por el retrovisor de mi auto el cuerpo indemne de aquel infeliz levantarse, correr vertiginosamente y subir de nuevo a la moto mediante un salto digno del mejor de los gimnastas.

Toda una locura pensaran ustedes y estoy de acuerdo, pero esa es la verdad de lo que vi aquella noche, lo que hice luego es lo que cualquier otro habría hecho: Acelere, acelere y huí de aquel lugar mientras escuchaba los gritos y alaridos de los motociclistas, que en aquel momento atribuí a algo demoníaco; tal vez si hubiese sido mas valiente me habría dado cuenta antes de la verdadera razón de aquellos lamentos.

¿Quieren que les relate el final? Por supuesto, puedo ver la llama de la duda en sus asombrados ojos, aunque a algunos quizás les decepcione. Media hora después de mi huida llegue temblando a las casetas de paso, baje para hacer una llamada y créanlo o no amigos míos, allí a quince metros de distancia se encontraban un par de motociclistas con los rostros pálidos y miradas vidriosas.

Uno de ellos parecía hablar desquiciadamente a trabes del auricular, en tanto el otro le hacia señas a un policía lejano. Fue entonces cuando volvió la valentía a mi cuerpo y acercándome tan lentamente como se podría le pregunte al segundo de ellos sobre la escena increíble que había presenciado, a lo que solo contesto:

“No se de que habla usted señor, pero nuestro amigo que cayo esta indudablemente muerto”​