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El reloj del año

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Jose Anibal Ortiz Lozada, 30 de Diciembre de 2024. Respuestas: 0 | Visitas: 79

  1. Jose Anibal Ortiz Lozada

    Jose Anibal Ortiz Lozada Poeta adicto al portal

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    Hombre
    Las horas caen como pétalos tardíos, cada minuto un suspiro de un mundo que se desangra en ciclos. Faltan siete horas, cuarenta y dos minutos, y ya el tiempo se siente como un río que en su corriente arrastra hojas de memorias, un murmullo interminable. El año se despide con las manos en los bolsillos, dejando su último trozo de pan en la mesa, un brindis de luces al borde del horizonte.

    Seis horas y dieciocho minutos: la ciudad respira con el ritmo entrecortado de quienes se aferran a los segundos, como si pudieran exprimirlos, beberlos, sentir el sabor del tiempo escapándose entre los labios. Se oyen pasos, risas, abrazos que aún no llegan pero ya están prometidos.

    Cuatro horas y cincuenta y dos minutos: el silencio se mezcla con el ruido, la espera pesa como el olor a lluvia que nunca cae. ¿Quién observa las agujas girar? Nadie, todos, porque en cada movimiento reside la despedida, y despedirse siempre duele, incluso de un año cansado.

    Tres horas exactas. Los relojes se tornan espejos: reflejan el peso de las miradas que se cruzan, los propósitos olvidados, las historias que no se completaron. El aire sabe a pólvora prometida, a risas que pronto se encenderán.

    Dos horas y dieciséis minutos: la piel eriza al imaginar el borde del abismo, porque eso es el cambio de un año, un salto ciego con los ojos abiertos. Los corazones laten en sus propios husos horarios, sincronizados con los deseos que aún no se han dicho.

    Una hora, apenas. Un susurro basta para marcar el comienzo del fin. Los minutos son estrellas fugaces, cada segundo un parpadeo que no se puede retener. Se siente el filo del año nuevo acercándose como un suspiro que se ahoga antes de salir.

    Diez minutos. La cuenta atrás ya no es externa, sino íntima, interna. Cada mente se convierte en un reloj desbocado, las manecillas girando al compás de un solo latido colectivo.

    Cero.
    Y el año muere, como todos los años mueren, con un grito silencioso que anuncia algo más: el renacer. Y de las cenizas del último segundo surge el primero, el nuevo, con la promesa de ser un instante eterno.
     
    #1

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