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El solo está durmiendo.

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por jaimenavecilla, 28 de Julio de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 318

  1. jaimenavecilla

    jaimenavecilla Poeta recién llegado

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    Hombre
    El solo está durmiendo, placenteramente, su psiquis se adentra en lo mas recóndito de su mugre, hurgando para encontrar el motivo por el cual no despertará nunca.

    Nosotros, sus amigos, lo estamos observando, acongojados por la desgracia que la vida le deparó a este pobre hombre. No hay nada que podamos hacer, el doctor Mickore nos dio explicaciones suficientes para que no tengamos esperanzas. La enfermera acaba de entrar a la habitación para que nuestros ojos se dilaten mientras observamos como cambian su suero ya consumido por uno nuevo, trágico momento en que se me ocurre pensar en el por qué de la situación, después de todo la metáfora mas acertada seria la de seguir regando una planta que nunca mas nos regalará una flor, para una niña bonita, para su amada -Quien no está presente-, para su madre que alejamos del sanatorio por miedo a que se corazón ajado de alcohol se pare como una inminente bomba de llantos para todos los presentes, no, no es necesario, nunca fui muy aficionado a las duplas, mucho menos en una sala velatoria.

    Francisca hace su mejor esfuerzo y todas las mañanas, en el primer horario de visitas (Cuando la aguja pequeña se posiciona en el numero ocho) ella llega al hospital sin que las puertas automáticas se abran ante su presencia, sin que nadie en la recepción registre su volátil sentimiento de desesperación, quien sabe, quizás ella había sacrificado su alma por la de Richie, que, en un estado de coma absoluto, lagrimeaba cuando ella aparecía en su habitación para que su uña recientemente pintada de lila presione el botón de inicio en el grabador que guardaba en su mochila, reproduciendo un CD de Mercedes Sosa junto a varios artistas. Su conexión se inducia a esos actos, en los que el silencio de las bocas era tan incomodo que solo podía ser presenciado por ellos, dos entrañables amigos desde casi la totalidad de sus estudios acerca de genitales masculinos y femeninos, ustedes sabrán entender.

    Yo, en cambio, como compañero de trabajo, me reduzco a visitarlo por las tardes entradas en horas, cuando a nadie se le ocurriría esperar compañía ya que en esta puta ciudad todos, como la vida misma, giran y giran entre multitudes sin sentir que en su nariz entra un miserable gramo de amor. Porque ya no hay miradas, solo vistazos, creemos que nuestra condición solitaria se encuentra en los drogadictos, en los miserables, en los cartoneros de calle Francia, pero no se dan cuenta que su espejo no les miente cuando los encuentra todos los días mirando a un doble, que está allí detrás del vidrio, jugando a ser nosotros sin conocernos, mirándonos el también, y otra vez, el, jugando a ser nosotros sin conocernos. Será por eso que Richie no contaba con espejos en su departamento, yo por lo menos jamás se lo pregunté, ¿Que se le podía cuestionar a ese hombre? Si la única misión que el creía verdadera era la de jugar con su rostro para hacernos reír -Ahora me asombro mas aún, ¿Como pudo haberlo logrado sin espejo?-.

    Es otra de las tantas preguntas que prefiero no responderme, no hay que desenmascarar a los superhéroes, eso ya lo sabemos, si este joven pudo hacer sonreír a amigos que nada tenían de sonrojante en su rutina, ¿Quien soy yo y quien es cualquiera para reclamarle alguna situación confusa? El único altercado que podemos revisar una y otra vez, nosotros, sus allegados, es el motivo por el cual el tuvo que cambiar el revolver en nuestra obra por uno no solo real, cargado en todos sus tambores, la obra se desarrollaba con normalidad cuando en la escena final, que transcurría en un suicido trágico que hacia llorar no a cientos, si no a miles de personas que luego de dar por finalizada lo obra, se quedaban sentados preguntándose la hora, dándose masajes el uno a otro para poder dejar detrás semejante karma que cargaban con semejante horror audiovisual que habían presenciado. Pero esa noche fue diferente, las muchedumbre, al ver que se trataba de una mera realidad el hecho de que Richie se haya infortunadamente quitado la vida, se levantó y entre carcajadas y ruido a maní entre los dientes se retiró comentando de lo atractiva que había sido la obra, pero por supuesto, ese no era el plan, todo estaba hecho para que la muerte traiga consigo un desplomar afectivo de los espectadores, pero como ven, el único que desplome que aconteció -Y lamentablemente no es una metáfora- fue el del agraciado Richie Lapont.

    ¡El me lo había repetido una y mil veces! Desgraciadamente no recordé escucharlo ya que me satisfacía el personaje que nuestro director, el señor Krammer, había elegido para mi. La verdad es que el papel principal que estaba en manos de Richie jamás me interesó. Eso nunca detuvo el presenciar todos los días a mi amigo y compañero de trabajo como me insistía para que yo tomara su papel, yo sabía que el sabía mas que nadie sobre actuación y los dogmas que la desprenden, supuse que el tenia razones para decirme tan insistentemente que yo tenía que interpretar en un teatro lleno a su personaje, un triste hombre de cuarenta que observa como su cómplice y amigo muere entre siete desgastadas palabras que menciona. Pero no, lo dejé en sus manos porque ya tenía en mente la brillante puesta en escena que el nos podía regalar a nuestro estímulos, y no quise tener nada que ver con que esa paloma no se alce al vuelo.

    Es una verdadera pena, no puedo ver sus zapatos que olvidó en mi hogar la semana que pasó, si esa mal entrañada mujer lo hubiese respetado el no habría terminado aquí durmiendo ni tampoco hubiera olvidado esos preciosos borcegos de cuero indio, hay que admitirlo, el tipo tenía buen gusto.

    Al igual que todos los días me retiro de este mal coito en el que soy testigo y juez para dirigirme al mundo de los sueños, ya es de noche, los candelabros cuelgan y las luces ya no alumbran demasiado, debería llamar al electricista, o quizá a un buen psicólogo.

    No queda mas remedio que tenderme en mi lecho para preguntarme otra vez si te veré allí, en lo que los licenciados llaman subconsciente, tal vez te encuentro y me regalas para que filme con mi cámara pequeños cuadros de Allan Poe, para que yo luego, sin mucho tacto, muestre en este plano consciente que te vi y estuve contigo, que tomamos litros de vino y lloramos risas muy bellas. Ojalá funcionara así el asunto.

    Sepan disculpar, no encuentro la misma realidad desde que sucedió el suicidio en el teatro, a veces me da por sentir que no camino, si no que mas bien floto, como le sucede a la hermosisima Francisca. Esas desquiciadas situaciones en los que sentimos que no estamos en ese lugar son un calvario, somos ignorados por el mundo que nos pisa los talones y ni siquiera se da cuenta, estamos como plantados en esta absurda religión de no ser ni tampoco dejar ser, somos gente que no puede definirse como tal, dios salve lo que en realidad somos luego de que Richie entró en coma, pero si no lo salvamos nosotros, hoy prefiero dormir.

    El reloj ya marca la hora en la que tengo que despertar y hacer de mi día lo posible para que esta miseria no me carcoma las entrañas (Cuando la aguja pequeña se encuentra sobre el numero diez). El desayuno esta parcialmente servido ya que me encargo todas las noches de dejarlo de esa manera , el café preparado dentro del microondas, el pan al lado de la tostadora y el dulce de higos sobre la despensa para que se mantenga mejor, todos sabemos lo mal que hace el frío, mas aun en este crudo invierno rojo. Mientras miro el telediario recibo un llamado telefónico, es Francisca, seguramente para comentarme nuevamente la experiencia extrasensorial que había tenido esa mañana con nuestro amigo, como de costumbre, es la forma mas fácil de descartar penas, y aunque no es mi amiga, si no amiga de mi amigo, ofrecí mi hombro no tan dócil para cuando quiera desprenderse piedras de su espalda. Ya estaba lamentándome otra vez, esperando escuchar el llanto moribundo al otro lado del teléfono. Efectivamente, se escuchaban los primeros esbozos ni bien levanto el tubo, aunque algo disonantes con las versiones anteriores, efectivamente esa mujer estaba llorando. Gritando como nunca se le escurren por la boca las palabras mas felices de mi breve existencia -¡El despertó!- -Sin poder creer lo que escuché directamente colgué el aparato, sin dar una mínima respuesta, sin decir una sola palabra, sin respirar el hediondo olor que me causaba nauseas, me encontré una vez mas en paz sentado en mi sala.

    No quería expresar mis emociones de otra forma mas que honrando su nombre, recordándolo, preguntándome como sería el ahora que esta consciente, siempre fue mi sueño y desterré mis tormentos tomando una botella de Valentines en mi confortable sillón, imaginándome cada detalle de su oportuna vida en este momento, con los ojos cerrados, prácticamente lo estoy viendo con sus ahora cuarenta años caminando por la calle, saludando cual profeta a todo el mundo y devolviendo una sonrisa que hoy parece no se hará presente, lo veo apenado entre tanto caos vespertino, con su cabeza gacha cruza de vereda para contemplar desde otro angulo la bellísima plaza de los inmigrantes, impecable actitud que acompaña a Richie desde que lo conozco. Lo curioso se torna ahora cuando cambia de ritmo y se dirige al hospital Alemán cuando de repente lo veo adentrarse en el con su cara de desamparo estacada en su mirada, quiere tomar el ascensor pero enseguida denota que no funciona por “Problemas técnicos”, mientras lo mas lógico para el sería discutir con la administración a ver para cuando ingresa por fin un “Técnico” a solucionar el problema, el simplemente sube por las escaleras, llega al tercer piso, abre la puerta y se encuentra con dos médicos y su querida Francisca. Extrañamente coloca su mano en la de quien estaba recostado sobre una camilla, su nombre era Juan Filley, y resulta curioso ya que ese es el nombre que figura en mi partida de nacimiento que ya no encuentro. El hospitalizado toma lentamente la cabeza de Richie para decirle algo al oído, entre gemidos y lagrimas, en la misma sintonía que un árbol para hablar, le dice “No tendría que haber aceptado el protagónico”, y en ese momento lo entendí todo, mis extrañas sensaciones de, intrincadamente, no sentir, mi distorsionada realidad, mi noción incomprensible del tiempo, el triste hombre de cuarenta que observa como su cómplice y amigo muere entre siete desgastadas palabras que menciona.

    Fin.
     
    #1
    Última modificación: 28 de Julio de 2016
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