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El Sonjosúa

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Jefferson Gustave, 8 de Febrero de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 671

  1. Jefferson Gustave

    Jefferson Gustave Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    13 de Noviembre de 2010
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    Llegé de alguna ciudad del lejano oriente a mirar el cielo trujillano. Me habían hablado tanto de esta ciudad, que en mi mente imaginaba con una perfección impresionante hasta los colores que la habitaba.No había conocido a mi abuelo. Sólo lo había visto una vez desde que tuve uso de la razón. Viví los dos primeros años de mi existencia en su hogar; luego me marché de su hogar; lo hallé un tanto calvo, con un impresionante bozo y una afición desmedida por los gallos.
    Por eso digo sólo una vez asistí a su casa -ésta- porque cuando uno nace y vive los dos primeros años de su vida no hay recuerdos en la mente, quedan sólo recuerdos velados de la infancia en el hogar y en el colegio, ni siquiera recuerdas los besos innumerables de una madre. La fiesta primaveral de Trujillo que una vez visité, es bien citada por voces que recorren el Perú de palmo a palmo. De madre trujillana, era ilógico no hablar del corso en setiembre y de la marinera en Enero; por eso, ante los innumerables pedidos de mi abuela materna porque visitáramos su hogar, decidieron mis padres conceder el deseo de la longeva anciana.

    Llegé a la casa de mi abuelo, donde se respiraba el ambiente cálido y tropical de un día de primavera. Mi abuela al verme me atenazó en sus brazos y lloró; decía que se sentía emocionada. Yo le creía, después de un suculento desayuno, mi abuelo, el gran Roque, me mostró sus logros conseguidos en los certámenes de peleas de gallos. Hasta allí nunca en mi vida había escuchado algo sobre esas ilustradas peleas que mi abuelo me narraba; imaginaba que era algo divertido observar a dos gallos dándose aletazos por doquier. Sin querer esperar más me llevó al corral donde tres quinquenios de gallos realizaban diversos
    actos: picar piedritas, tomar agua, y en otros casos lanzar pequeños cánticos. Luego, enviando a dos empleados suyos que desamarraran dos aves, me hizo espectar una batalla en el corral donde vi que cruelmente un gallo torturaba a otro; quedé completamente pasmado y asustado. Había conocido al ''Sonjosúa''.

    Diaramente, como cuando asistía a mis aburridas clases de colegio, visitaba a aquel vencido gallo. Observar la máscara de la cadavérica muerte en su rostro, que rompía mi corazón como un ''no'' en el amor. Nunca se llegó a recuperar. Lo emplearon en una celebración de domingo con cerveza y bailes.Sonjosúa era el nombre que mi abuelo empleó para este asesino emplumado. Púsole que dicho epíteto por ser una palabra quechua que traducida significa ''rompecorazones''. Me relataba mi abuelo, con un rictus delicioso en los labios, que su gallo le rompía el corazón a aquellos señores que ponían en su delante a aquellos ''remedos'' de gallo y perdían su dinero. Yo odiaba al Sonjosúa por haber maltratado a aquel débil gallo que pagó con su muerte tal fragilidad.

    Por qué será que la gente siempre se identifica con el más débil como lo hacía yo con el gallo débil. Por eso deseaba que el Sonjosúa fuera derrotado, fuera herido y sazonado, para que su cruel alma sintiera lo que sintieron sus víctimas. Cada mañana iba al corral, y sin que nadie me viera, hincaba con un pequeño clavo en el cuerpo del Sonjosúa, como queriendo vengar a todos los humillados por éste. Había dicho que Trujillo era la primavera; por ello todos los años hay muchas festividades. Estaban allí los deportes de aventura en Huanchaco, los coloridos corsos primaverales con guapas guaripolas y carros
    estrambóticamente decoradas. No pueden faltar los castillos de grandes fuegos y ruidos alegres; medianos concursos de marinera, caballos de paso y las clásicas peleas de gallos.

    Mi abuelo era ya un maestro en las cuestiones de gallos. Llegó aquel esperado día por mi abuelo, en que una vez más luciría su más grande orgullo: su experimentado gallo; me dijo que le acompañe al evento para ver para ver al Sonjosúa derrotar un gallo más. Después de ver esa pelea en el corral, nada me gustaba de esa pelea, pero fui; quería ver derrotado al Sonjosúa. Y se dio la esperada contienda. Le había tocado un contricante joven, que venía siendo el comentario favorable de esos eventos. El gallo de mi abuelo intentaba dar su mejor pelea, pero los años no pasan en vano. Era un gallo joven, contra los años de éste. Y sucedió lo previsible: el gallo más joven le estaba dando una feroz batalla, pero el Sonjosúano podía aguantar mucho ante las arremetidas de su rival.
    Comenzó su desvanecimiento lentamente. Le dije a mi abuelo que pare la contienda, pero el decía que no, que tenía que pelear con honor, hasta el final y si es posible morir en combate. Vi en el Sonjosúa lo que observé en los otros gallos víctimas de sus arremetidas, me daba pena el verlo en ese estado atroz; hasta que cayó exhausto. Su última mirada me indicó la despedida de ese ser al cual matraté en el corral, con el clavo y al cual ahora quería defenderlo a muerte. Las lágrimas corrían en mí. Mi abuelo muy enojado por el
    deshonor me gritó: ¡Los hombres no lloran! ¿No te das cuenta? es sólo un gallo. ¡Ja, además ya estaba viejo!

    Se había olvidado de su orgullo, de su compañero de tantas peleas y victorias, de tanto dinero que le había dado aquel gallo que en vida se llamaba Sonjosúa. Sentía rabia por mi abuelo y sentía que mis saladas lágrimas me ahogaban el alma... el alma de niño que llevo por dentro.

    VI Concurso Nacional Juvenil de Cuentos (en Memoria de Germán Patrón Candela) 3° Puesto - Jefferson Arcila Díaz



    Jefferson Gustave (2006)
     
    #1
    Última modificación: 8 de Febrero de 2011

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