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El sub oficial en su laberinto.

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por wilson yupanqui, 22 de Agosto de 2021. Respuestas: 0 | Visitas: 303

  1. wilson yupanqui

    wilson yupanqui Poeta asiduo al portal

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    Era domingo, día de relax para la tropa, el sub oficial Arisméndiz se encontraba en la sala de recepción de la compañía viendo entretenido un programa en la tv, mientras sus pensamientos volaban hasta encontrarse con la dulce Mariana, hija del técnico Crevalú, con quién mantenía un romance extra matrimonial, el mismo que le había causado mas de un dolor de cabeza y uno que otro enfrentamiento con el mencionado técnico, dueño del restaurante adyacente a nuestra unidad, cuyos muros los separaban un holgado pasadizo por donde ingresábamos al patio de formación.

    La 8va División de Infantería se había posicionado de estas instalaciones de uso civil hacía algún tiempo, las casas pertenecieron a una compañía petrolera extranjera, las cuales fueron expropiadas por el gobierno militar del general Velasco Alvarado, algunas décadas atrás; los techos eran de calaminas a dos aguas, como los techos de las casas de la sierra, el motivo era que en verano llegaban las lluvias y mas aún cuando había fenómeno del niño las precipitaciones eran abundantes.

    Los soldados antiguos en su mayoría era personal levado, muchos permanecían en filas en contra de su voluntad y otros les precedía una reputación delictiva. Teníamos aproximadamente dos meses como reclutas, el sargento Patiño era el monitor responsable de este contingente en la etapa básica de acuartelamiento. Las horas pasaban con relativa tranquilidad, algunos hacíamos mantenimiento de las prendas de vestir, otros descansaban plácidamente en sus camarotes aprovechando el feriado. Pasado el medio día , después de pasar rancho, uno de los sargentos antiguos, aburrido de la monotonía reinante, decidió que era hora de interactuar con la reclutada, empezó a ordenar esfuerzo físico mediante vejámenes inverosímiles, idea que de a pocos su promoción fue compartiendo. Mientras rampábamos bajo los camarotes de la cuadra los antiguos palo en mano daban rienda suelta a su salvajismo, golpeando a diestra y siniestra a cada recluta que pasaba rampando con los codos ensangrentados de tanta fricción con el piso, pasaba el tiempo y seguíamos soportando con estoicidad dicha atrocidad, cuando de pronto, apareció bajo el umbral de la puerta de la cuadra el sub oficial Arisméndiz , oportuna y casualmente, encontrando una escena cruel y despiadada que le hizo montar en cólera y desmedido enojo; de un furibundo grito mandó formar en el patio a los antiguos , indignado y rabiando a mas no poder, comenzó una masacre con los involucrados en tal abuzo, mientras en la cuadra, escuchábamos atemorizados el desarrollo de tan brutal evento con los soldados antiguos.

    Patiño era un muchacho sereno y condescendiente, paisano mío, procedíamos de la misma localidad, se había incorporado a filas hacía mas de un año y medio y ya le faltaba poco tiempo para salir de baja. Algo en el almuerzo me había caído mal, me empezó a dar cólicos y retorcijones estomacales, de pronto sentía necesidad irresistible de defecar.


    -Sgto. Patiño.

    -Que sucede soldado.

    -Necesito ir al baño.

    -Estás cojudo? Tendrías que bajar al patio, cruzar en medio de la masacre, y eso ya sabes que significa.

    -Ya me gana.

    -Una bolsa, traigan una bolsa...

    Prestos mis compañeros, rápidamente corrieron en mi auxilio, sin reparar en nada, procedí a depositar mis desechos en la susodicha bolsa, que de a pocos iba recibiendo tan apestoso manjar.


    -Y ahora?

    -Tíralo por la ventana.

    Abrí la ventana rápidamente, desclavando cuidadosamente la celosilla que recubría el marco la cual nos protegía de los zancudos, , logré sacar el brazo hacia afuera y batiendo la mano a manera de péndulo arrojé la bolsa con el espeso contenido al techo de la vivienda contigua; en el patio de formación continuaba la masacre física , mientras para mi mala suerte, la bolsa resbalaba sobre la calamina inclinada del techo ajeno, prontamente clavé la celosilla en el marco, y cerré la ventana, continuando como si nada hubiera pasado, mientras seguía resbalando la bendita bolsa por sobre la ondeada calamina.

    El sub oficial Arisméndiz refunfuñaba y maldecía socarronamente repartiendo puñetazos y puntapiés de vez en cuando, los soldados en posición de planchas sentían el rigor del castigo cuando de pronto, la bolsa con su amarillento contenido se precipitó a tierra, cayendo justo delante del sub oficial Arisméndiz, desparramándose el contenido, expidiendo un hedor insoportable; al ver tal situación, el sub oficial, doblemente encolerizado, subió a grandes trancos la escalera que llevaban a la cuadra del segundo piso de la compañía donde nosotros los reclutas descansábamos después de una abusiva masacre.

    -Sgto. Patiño.

    -Si mi sub oficial.

    -Quién mierda a arrojado una bolsa con excrementos al patio.

    -Desconozco mi sub oficial, de aquí nada ni nadie a salido.

    Empezó a revisar minusiosamente las ventanas, pero al encontrar todo en orden se retiró murmurando entre dientes: Seguro que ese viejo conchasumadre del técnico a sido, le jode que me tire a su hija. Bajó precipitadamente de la cuadra y cruzando el patio salió por el callejón hacia la calle, se paró frente a la puerta del restaurante, tocó el timbre y al ver que el técnico Crevalú abría, se abalanzo a puñetazo limpio sobre el desprevenido viejo que nada tenía que ver con esta historia.
     
    #1
    Última modificación: 23 de Agosto de 2021

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