El sustituto

Después del verano, en un día gris y a ratos lluvioso, llegó a mi pueblo el nuevo profesor. El anterior se jubiló el curso pasado y los jóvenes esperaban con curiosidad al sustituto. Llegó dos días antes de comenzar el curso. Alquiló una casa en las afueras y durante una semana se dedico a reparar los desperfectos de la vivienda, un poco destartalada. Parecía bastante educado y muy agradable. Ya en el primer día de clase, los alumnos se dieron cuenta de que el nuevo profesor era muy diferente al anterior. Les hablaba de"tu a tu". Su juventud hizo que conectara inmediatamente con los chicos y su forma de dar las clases, amenas y participativas, propició el que ninguno de ellos quisiera "saltársela" como en otro tiempo hicieran. Sus ideas avanzadas, su forma de vestir, y su aspecto algo desaliñado, provocó la suspicacia y el rechazo en buena parte de la sociedad que no vio con buenos ojos su manera de enseñar. A veces organizaba excursiones a los alrededores del pueblo y les daba las clases de "Naturaleza" sobre el terreno. Otras veces los llevaba a visitar los escasos monumentos de la zona y les explicaba "in situ" sus características y peculiaridades. Con los alumnos nunca tuvo problemas; todo lo contrario: demostraron un interés y unas ganas de aprender que antes jamás tuvieron. Con los padres, sin embargo, las diferencias fueron grandes y notorias. Como las puertas de su casa siempre estaban abiertas para los chicos, los vecinos empezaron a murmurar, corrieron rumores malintencionados que le empezaron a hacer la vida bastante complicada. Era una persona de ideas claras y progresistas que chocaban con la mentalidad conservadora de la mayoría de la gente del lugar. Hablar de política, de problemas sociales, de libertad, y sobre todo de sexo, fue algo que puso patas arriba la apacible vida del pueblo. El profesor no se dejo amilanar a pesar de las muchas habladurías y zancadillas que quisieron ponerle. Empezó a correr el rumor de que el joven maestro era un depravado sexual que llevaba a los jóvenes a su casa con la intención de someterlos a terribles practicas sexuales. Los chicos lo negaron tajantemente pero los padres no escucharon sus argumentos y hablaron con las "altas instancias" del Ministerio para que cesaran al maestro y lo mandaran a otro lugar, a ser posible lejos de allí. El profesor ni siquiera consideró salir al paso de los bulos y defenderse de ellos; pensó que como todo aquello era falso no tenía por qué demostrar una inocencia que estaba más que probada. Se equivocó. Un buen día llegaron unos señores a entrevistarse con el. Después de un amplio e incisivo interrogatorio, consideraron que era culpable de todo aquello que se le imputaba, y casi de un día para otro, el profesor tuvo que recoger sus cosas y marcharse. Los chicos quedaron tristes y desalentados; los padres satisfechos con su traslado y rezando para que el próximo maestro fuese "como Dios manda".