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El tren subterráneo.

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Jmanuelcruz, 7 de Octubre de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 490

  1. Jmanuelcruz

    Jmanuelcruz Poeta recién llegado

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    5 de Mayo de 2011
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    Era uno de esos días, ya sabes, el despertador suena, te duchas, te afeitas, apenas te da tiempo de desayunar algo en las primeras horas del día, una mañana nada diferente a la anterior y una ciudad atroz viciada por los gases venenosos y el ensordecedor ruido de los vehículos impacientes por llegar a su destino.
    Para aquellos como yo que no poseen un transporte particular, dirigirse a su trabajo es un infierno, sobre todo en el subterráneo, el calor es agobiante en una mezcla de olores, un espacio tan reducido para dos seres humanos en un vagon y los asientos son solo una ilusión.
    Sí, todo apuntaba a un día normal y rutinario, para desgracia de quien esto escribe, pero algo debió de salirse de las reglas del cosmos rutinario; fue al ingresar al convoy, atestado de zombis claro, cuando la vi, quizá llego a notar algo en mis duras facciones que me regalo una sonrisa pero dude que fuera para mí- ¿Cuál es tu nombre?- me pregunto, no recuerdo si le respondí, así como no recuerdo la conversación que tuvimos por espacio de veinte minutos; y así durante tres días ella y yo coincidimos en el subterráneo haciendo a un lado el tedio de la rutina.
    El día número cuatro la charla se prolongó y ambos nos pasamos de la estación en que debíamos bajar, nos reímos al ver que pensábamos lo mismo, no llegar tarde al trabajo así que decidimos tomarnos el día y paseamos por la ciudad.
    El paseo, el almuerzo, las risas y la atracción mutua dieron un chispazo a nuestra imaginación, me llevo a su casa ya allí, sin mediar palabra, nos besamos como si fuéramos una pareja de años, fuimos despacio, despojándonos poco a poco de nuestras prendas, poseídos por el frenesí de la pasión carnal.
    Fueron dos semanas de inútil espera, ella no volvió a aparecerse en el metro, al buscarla en su casa la encontré vacía, mi esposa noto mi cambio de ánimo, pero obviamente jamás supo de qué se trataba.
    Una mañana de vuelta a la rutina, mi vida cambiaría por completo, al otro lado del andén una persona se había arrojado al paso del tren, el cuerpo fue arrastrado unos metros, pero fue suficiente para arrebatarle la vida.
    Cuando los cuerpos de emergencia extrajeron el cuerpo vi con horror que se trataba de ella, era ella su rostro ensangrentado parecía mirarme aun, ella quien me había regalado los mejores días de mi vida, acudí a su funeral como un conocido más, pero uní mis lágrimas a las de su familia de forma sincera.
    Semanas después de su fallecimiento encontré en mi correo electrónico un último mensaje de ella, me pedía perdón, pero no podía seguir viviendo, me pedía perdón por haberme infectado de VIH. Ahora cada mañana la recuerdo, en unos cuantos días destrozo la rutina y las mañanas infernales, sé que pronto iré con ella quien me dio unas horas de alegría.
     
    #1

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