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El último momento

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Évano, 22 de Diciembre de 2012. Respuestas: 6 | Visitas: 804

  1. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Es un antiguo convento remodelado en hospital moderno, pero por fuera sus piedras están desconchadas y las maderas de las puertas y marcos, de arcos arabescos, a pesar de su reciente pintura, no disimulan sus cortes ni los trozos que faltan. El suelo, aunque encerado tanto que si te descuidas te partes el espinazo, son de baldosas blancas y negras, de esas que te nublan la visión. Todas las habitaciones interiores miran a un patio cuadricular donde los rayos del sol y la luna pasean y descansan sobre bancos y árboles tranquilos, pero yo no lo estoy, aunque lo parezca. Entro cabizbajo, con pasos lentos y los dientes mordiendo el cigarro, con las manos en los bolsillos. Desde la sala de información sigue llegándome la voz de un hermano, dice que él también contribuyó en el pago de la casa. Me lo imagino enseñando una libreta de banco que sólo justifica que nunca movió un pie. No me gusta hablarte de esto porque sé, por alguna extraña razón, que estás dentro de mi cabeza. Fíjate, tú, tumbado en una camilla, sedado con morfina, ahogándote, con los ojos mirando a tu interior, a tu patio particular, y yo creyendo que estás en mí.
    No quiero subir por el ascensor; el edificio es viejo, como tú, porque tú eres viejo, siempre fuiste muy viejo, un viejo moribundo en un viejo convento remodelado. Parece que cuidan mejor a los objetos. Que te lo digan a ti.
    He subido las escaleras, hasta la segunda planta, arrastrando mi brazo derecho y el polvo por la barandilla desgastada. Una astilla se ha incrustado en la palma. De momento la voy a dejar ahí, para que duela.
    En la sala de espera a penas zumban un par de moscas y el susurro de palabras que no quiero escuchar. Huele mal, a casi muerto.
    Hay demasiada gente a tu alrededor, en tu habitación solitaria. Se han llevado al de la papada inmensa. Mejor, era un asco de hombre, con sus gases y gritos constantes a las enfermeras.
    Siempre hubo mucha gente a tu alrededor, pero qué sólo anduviste. Eras un desierto caminando por un desierto en una ciudad desierta con gente desierta, y gente tuya, fíjate.
    Me he sentado en tu cama, junto a ti, sobre las blancas sábanas, pero no quiero verte, prefiero el trozo de cielo negro que enmarca la ventanita que te han dejado arriba. Una ventana inalcanzable, como siempre.
    Estoy pensando que te llevas toda tu vida, así, de golpe. Te llevas los años de guerra y hambre, a tus padres y abuelos con sus olivos y sus campos. Te llevas tanto sudor que podrías haber llenado algún mar, y tanto castigo que no me extraña que el cáncer haya sido en los costados, y luego en todo el cuerpo. Seguro que se extendió hasta el alma. Te llevas mi sonrisa, el cine mudo que vimos juntos y mis risas mientras me oías leer en voz alta los tebeos de Mortadelo y Filemón. Te llevas tantas lágrimas que podrías llenar, esta vez, un océano. Y tantas garrafas de vino que dudo que San Pedro te deje entrar así, tan borracho, aunque hace mucho que no bebías. A la mierda San Pedro, y si dice algo, cuéntale que estuviste comiendo tres años lentejas, cada día, fíjate que hartura de lentejas. Tres años de servicio militar obligatorio en la postguerra, a base de mal comer y debajo de órdenes cada minuto. Ahora sé que son métodos utilizados por las sectas. Ahora veo la lógica de tu cabezonería, tus andares por los mundos siberianos o tus alabanzas a Franco. Así cualquiera, yo también tendría la cabeza de plomo, arrastrándola por debajo de la tierra y el lodo y el barro, y de vez en cuando por la hierba fresca y los campos. Pero qué poquito tiempo andabas por esos andurriales.
    Fíjate, alguno llora y hay mucha gente. Nunca hubo tanta en tu vida. Y hay incluso alguna lágrima, fíjate, quién lo diría. Pero tardas en morirte, padre, la gente tiene prisa, mañana tiene que hacer cosas y tú ahí, sin morirte. ¿Cómo eres así? Jamás molestaste ni te hiciste esperar. Pero yo sé que hoy tampoco lo harás. Lo sé porque estás en mi cabeza, siempre lo estuviste. Lo sabes.
    Venga, padre, ve despidiéndote en silencio, como siempre, porque fuera algunos dicen que mañana tienen que hacer cosas, y tú ahí, sin morirte.
    He leído una revista, para que tú también la leas, porque estás en mi cabeza y sé que la lees. Pero yo no me he enterado, espero que tú sí. Me he dedicado a sumar, restar y tachar algunos números y me ha salido la cifra de cuatro cientos cincuenta. Fíjate que número. Luego he visto que son las cuatro y cuarto de la madrugada, y no sé por qué, he deducido que a las cuatro y media ya te morías, para que la gente pueda irse a su casa, a preparar sus asuntos para mañana. Es la hora que te vas a morir, se lo he dicho a todos, que se esperen un poco, ¡que ya te mueres coño!, que esperen para despedirte, que eres su padre.
    ¡Joder cómo eres!, mira que morirte justo a las cuatro y media. Me he reído, lo sabes, y tú también, sé que tú también te has reído, como cuando vimos aquella escena de cine mudo, donde ese pobre hombre pequeño y destartalado, con dolor de muelas, le ata el extremo de una cuerda a un hombretón más alto que un armario y el otro extremo de la cuerda se lo ata a la muela y, levantando una pierna y una mano para atrás, toma impulso y sale corriendo como diablo que se le quema el rabo. Recorrió todo el pueblo y la cuerda no se acababa, giró el cuello para mirar qué ocurría y el gordo corría detrás de él. Cuánto nos reímos con el salto de sorpresa que dio. Así me siento, padre, como tener un dolor de muelas que corta la boca y los oídos. Pero no quiero extraerla, porque sé que si la extraigo ya no formará parte de mí, jamás. Aquí el hombre gordo como un armario, el que corre detrás cuando tendría que haberse quedado quieto para que la cuerda en su fin extrajera la muela, eras tú, pero tú te has muerto. Ahora quién correrá detrás de mí para que aprecie la vida, que duele, sí, pero es la vida, al fin y al cabo.
    Fíjate, yo que pensaba que sólo se morían los padres de los demás. Pero no, aquí se muere todo el mundo. Fíjate que es fácil entenderlo y aún así todo el mundo con sus cosas, a lo suyo, y con prisas, hasta el enfermero, que viene a llevarte al tanatorio, y de allí al cementerio, y se acabó. Ya sé que lo que se llevan es carne y huesos, orejas y ojos que no ven, y perdona que te lo diga, ahora que lo pienso, ven ahora igual que cuando estabas vivo. Esto es gracioso, aunque ya no te oigo reír.

    Yo me voy, no es que tenga algo que hacer mañana, pero ya te llevan, ya te vas, ya te has ido. Me quedaré un ratito aquí, pensando, y me iré. Buen viaje padre, buen viaje. Ya nos veremos con otros ojos, porque estos de la Tierra no sirven, no valen, no ven lo que tienen que ver.
     
    #1
    Última modificación: 24 de Diciembre de 2012
  2. Cisne

    Cisne Invitado


    Évano
    Qué prosa tan interesante la que nos comparte...rememorando al padre que ya no está a estas horas...pienso en la frialdad de la gente, en aquello que todos tienen que irse a sus quehaceres y esperan la muerte como para cumplir con un acto más...pienso en las letras que evidencian ese vínculo de amor que existe entre el protagonista y su padre, en esas escenas del cine mudo, en la muela que no quiere perderse pero que es necesario ser extraída porque nos causa dolor...y lastima como ese hermano allá afuera aduce que él también puso dinero para pagar la casa...Siempre las cosas materiales creando divisiones, engordando los egos...
    En fin, tengo mucho más que decir, porque la prosa me ha encantado pero dejaré mi comentario hasta aquí.
    Mis felicitaciones y un abrazo con afecto, señor Évano.
    Ana
     
    #2
  3. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias señora Ana por su presencia en este último momento, un relato fácil de escribir, pero doloroso, como esa muela que cuando se extrae le deja a uno con una rara sensación, de alivio, pero también de pérdida. Por desgracia es una escena demasiado común y que a toda persona sensible se le graba para siempre.
    Se la saluda afectuosamente y se le desea feliz Navidad y próspero año nuevo.
     
    #3
  4. Dennisse

    Dennisse Invitado

    siempre es permitido reflexionar
    cosas y afanes de la vida
    quizá en ese último
    es donde encontramos
    el valor real de la vida
    abrazos
    !Felices Fiestas!

    Denn
     
    #4
  5. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muy cierto y acertado su comentario, Denisse, en ese último instante divisamos el valor real de la vida.
    Gracias por su paso.
    Se la saluda afectuosamente, como siempre.
     
    #5
  6. Ligia Calderón Romero

    Ligia Calderón Romero Moderadora foro: Una imagen, un poema Miembro del Equipo Moderadores

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    Hola Évano!

    No sé que es más doloroso si conservar la muela que duele o extraerla, esa imagen con el gordo a pesar de lo triste del relato confieso que me sacó una sonrisa para luego volver al triste episodio. Excelente prosa que nos invita a la reflexión y que goza de excelentes elementos en su desarrollo, muy bien llevada.
    Un lujo llegar hasta tu espacio y dejarte mi peqeña huellita en tu obra.
    Con todo respet,

    Ligia
     
    #6
  7. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias señora Ligia por su paseo tan bonito entre estas melancólicas letras. Y me alegro de haberle sacado una sonrisa, pues creo que toda muerte debería irse entre los recuerdos alegres y no las penas de la vida.
    Se la agradece y saluda afectuosamente.
     
    #7

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