El último sueño

¿Te acuerdas del último sueño? En ese sueño estabas desnuda, palpitando en mis entrañas y resucitando gemidos muertos. ¿Lo recuerdas? Creo que nadie, salvo tú, me creyó capaz de soñarlo. Casi olvido la parte en que lánguida me dabas un sorbo de tu miel, esa miel tan excelsa que de tus besos brotaba, casi puedo jurar que era la más perfecta de las mieles.

Me duele el pecho ahora mismo, no sé qué pensar sobre este dolor, es el mismo dolor que tuve cuando desperté de ese último sueño. Al final del último pasaje del último sueño te dije que sentí un dolor agudo en las manos y en el pecho, ambos dolores emanaban una especie de sabor acre a mis suspiros espasmódicos. Sentí que ese dolor me mataría y no tendría oportunidad de volverte a soñar, ese fue mi peor miedo, el no volverte a soñar, y lo sigue siendo, pero ahora con más temor que antes.

¡Anda, contesta! Dime, ¡¿qué quieres oír de mi boca para poder contestar?! Sé que te acuerdas de las arenas que pisaban tus pies descalzos y de la brisa que revolvía tus largos cabellos castaños. Tu silencio no miente, sé que aún suspiras cuando te acuerdas de ese pasaje del último sueño que casi olvido, que casi muere en los recuerdos añejos de un amor incomprendido, el amor que se tienen tu alma y mi cuerpo.

Recuerdo que te dije que te amaba, pero no recuerdo si fue antes de la muerte del rosal o al principio del nacimiento del torrente que vertían tus gemidos en mi espalda ancha. ¿Recuerdas cuando fue? Lo único cierto es que fue en ese último sueño que cada día me cuesta más recordar.

Me tengo que ir, ya oscurece y las calles se vuelven todas iguales y me cuesta distinguir por donde regresar a casa. No te preocupes, siempre llego con bien. Mañana vendré de nuevo a recordarte el último sueño y no importa si me contesta o no, sé que lo recuerdas siempre que piensas en mí. Me llevo las rosas marchitas y te dejo unos girasoles recién cortados del jardín de la casa.

Ximena, me siento cansado para regresar, me duele aún más el pecho. Me traspasa el silencio del granito, los aromas fúnebres del atardecer, las ganas de quedarme a tu lado para soñar de nuevo el último sueño. Una tenue lágrima recorre mi rostro, me cuesta respirar, el viento sopla con rachas amorfas, el cielo ya lleva puesta la gabardina negra y me acompañará en este llanto insonoro. Estoy en tus tersas manos para no despertar jamás.

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Un trabajo precioso y divino, magistral, maravilloso.

 

Solo me resta agradecerte, de todo corazón, por los adjetivos tan halagadores a mis letras.

Un cordial saludo.

 

Pido un disculpa por dicha falta. No me fijé que lo publiqué como poema y no como prosa.